Emigrantes

Carlos Díaz Marquina
Abogado
Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por el CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA

Emigrantes
Foto de Stock.xchng

Hubo un tiempo en que las obligaciones que imponía mantener un imperio donde no se ponía el sol volcaban un importante contingente de españoles por todo el mundo. Agonizó nuestro imperio y nuestros compatriotas continuaron emigrando, mayoritariamente al otro lado del charco o a los países europeos de economías saneadas.

En tiempos más recientes el movimiento ha cambiado de signo y nuestro país ha sido un país de acogida. Hasta que la crisis ha dejado un rastro de millones de parados.

Cuando mi familia y mis amigos se plantean que el futuro de sus hijos puede estar en el extranjero se les eriza la piel, como si emigraran al círculo más profundo del infierno y tuvieran que emplearse con tesón para luchar contra bestias mitológicas o las fuerzas del mal. Curiosamente, muchos de ellos han disfrutado de veranos estudiando idiomas en Francia, Irlanda o Inglaterra, han cursado, mientras ha habido dinero, los programas Erasmus durante su paso por la universidad y han viajado mucho más que nosotros en toda nuestra vida. No les asusta viajar; al contrario, les encanta. Pero la perspectiva de pasar una temporada más o menos larga en el exterior les amedrenta tanto como aterra a sus padres. Complicada aventura.

¿Es un drama la emigración? Miramos atrás y comprobamos que sí lo fue para aquellos que les exilió la política o la pobreza de España. Muchos carecían de formación y buscaban el abrigo de algún pariente o paisano en el lugar de destino. Muchos de los emigrantes que hoy pueblan nuestro país y que llegaron al rebufo del boom económico han vivido algo parecido.

Una parte importante en nuestros emigrantes son profesionales cualificados que colman las necesidades de algunos países en determinados sectores: enfermeras en Holanda o Arabia, farmacéuticos en Reino Unido, ingenieros en Alemania o en Australia, financieros en Estados Unidos o investigadores por todo el mundo. Hasta nuestros deportistas de élite han hecho la maleta rumbo a los equipos propiedad de jeques o potentados del petróleo. Es la única forma de mantener sus sueldos. Sin embargo, a pesar del drama, debemos valorar que nuestros excedentes o nuestros técnicos o sabios serán nuestra mejor tarjeta de visita, los adelantados de la marca España.

Quizá el español es demasiado localista, quizá esté demasiado acomodado. Trabajar en otra ciudad española nos cuesta, cuánto más no nos costará establecernos en otro lugar con diferente lengua, costumbres, clima o religión

Es cierto que las arcas del país-y las familias-han financiado esa formación de primera fila de la que se beneficiarán los países que los reciban y que los instalan en su proceso productivo, lo que implicará que se beneficiarán de sus conocimientos y habilidades sin el coste de su formación. También, que crearán vínculos que acercarán aquel mundo a España y que serán el germen de nuevas relaciones comerciales. Los que permanezcan allí buscarán los intercambios con lo que mejor conocen, su tierra, y los que regresen mantendrán sus contactos y la posibilidad de sólidas sinergias.

Salir es sacrificarse pero el mundo es cada vez más cercano, más local. Es sencillo viajar y estupendo tener la excusa de visitar a un familiar o un amigo que trabaja en otro país. Salir es formarse, es traer nuevas experiencias, nuevos modos de hacer, de trabajar, de vivir. Es profundamente enriquecedor. Me arrepiento de no haber disfrutado de esa experiencia con mayor intensidad, a pesar de algunas incursiones y un continuo contacto con el exterior.

Quizá el español es demasiado localista, quizá esté demasiado acomodado. Trabajar en otra ciudad española nos cuesta, cuánto más no nos costará establecernos en otro lugar con diferente lengua, costumbres, clima o religión. Pero la generación de españoles mejor formada de nuestra historia tiene que cambiar de espíritu para una invasión pacífica y tecnológica del mundo, una mezcla entre Hernán Cortés y Severo Ochoa, dos ilustres emigrantes.

No estamos en la época de aquella película de Alfredo Landa, Vente a Alemania Pepe, porque ya no aceptarían a nuestros compatriotas en esos trabajos-que ahora copan otros pueblos-porque lo que se espera de España es que sea cantera de altos directivos, de investigadores, de líderes, de personas que admiren al mundo con el genio español.

El mundo necesita al nuevo emigrante español.