“Hay que crear un ambiente favorable a la natalidad”

Entrevista a ALEJANDRO MACARRÓN LARUMBE. Investigador. Autor del libro El suicidio demográfico de España. Fundador y director de la fundación Renacimiento Demográfico.

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Entrevista Alejandro Macarrón

Nacido en Avilés en 1960, Alejandro Macarrón Larumbe, casado y con tres hijos, es ingeniero de telecomunicación por la Universidad Politécnica de Madrid (1982 – 1988) y tiene un Executive MBA por la Madrid Business School – University of Houston (1992 – 1993). Su carrera profesional se ha desarrollado como ingeniero de I+D, en dirección y lanzamiento de empresas, así como como consultor de estrategia empresarial y corporate finance tanto en España como en EEUU, Alemania, Reino Unido o Brasil. Es fundador y socio director de la firma de consultoría estratégica Otto & Company. Además,  ha desarrollado investigaciones sobre los problemas derivados de la baja natalidad y el envejecimiento de la población. Conferenciante y articulista habitual, es autor del libro El suicidio demográfico de España. En 2013 creó La Fundación Renacimiento Demográfico, cuyo objetivo es combatir el denominado “invierno demográfico”.

¿Cuáles cree que son los principales problemas de la población mundial?

En los países más desarrollados existe un problema de envejecimiento creciente, mientras que en los menos desarrollados el problema se centra más en la pobreza. Un problema que, afortunadamente, se va venciendo poco a poco, ya que están surgiendo unas clases medias y medias-bajas y además el problema de superpoblación de hace unos 20-30 años se ha frenado, excepto en el África subsahariana, donde es de esperar que disminuya a medida que se vayan desarrollando esos países. Por tanto, en el corto plazo existen muchos millones de personas en situación de precariedad, mientras que en el largo plazo el problema es mucho más de envejecimiento que el de recursos.

¿Es relevante o significativo el pequeño aumento de natalidad del pasado año después de cinco años consecutivos de caída?

Es pronto para saberlo. La población es como la Bolsa: si un día baja no sabes si es una tendencia, si es el primer día de una recesión o simplemente es un pequeño parón. El repunte de la natalidad fue tan pequeño que es prácticamente un estancamiento. Fue positivo ya que llevábamos cinco años de caídas, pero es totalmente insuficiente. Aun no es posible saber su relevancia ni si esa tendencia se consolidará.

¿Se deberían arbitrar medidas para el impulso de la natalidad en España? ¿De qué tipo?

Rotundamente sí. Tenemos un enorme problema de déficit de nacimientos y esas medidas han de ser tomadas desde distintos ámbitos. Es fácil entender que los hijos cuestan bastante dinero y que son un bien para la comunidad, por tanto hay que aliviar la carga fiscal a quien los tiene, o bien se puede compensar en pensiones, por ejemplo, que se cobre un 10% más de pensión por cada hijo. Tiene que ser algo significativo pero que no hunda las  cuentas del Estado. En otros ámbitos hay que arbitrar medidas que apoyen a la mujer, a las madres, pero no de forma exclusiva; los hombres también cuentan tanto en el momento de la decisión de tener hijos como en su crianza. Si se me permite hablar de porcentajes, yo hablaría de un 60/40.

Si hacemos las cosas bien respecto a la natalidad y una política de inmigración razonable, tenemos mejores perspectivas que otros países de nuestro entorno

¿No será más un problema cultural o educativo?

Efectivamente. Hay que crear un ambiente favorable a la natalidad, pero previamente hay que informar del problema que se nos viene encima si no hay más nacimientos. Hay dos vertientes: colectivamente, problemas de pensiones y económicos; políticamente, nos convertimos en un país de viejos. Y también en el aspecto individual y anímico la gente sin hijos tendrá sin duda una vida más triste. Según mis cálculos la mitad de la población no tendrá ni siquiera un nieto.   

En relación a esto ¿no creé que es un tema del que se habla poco?

Hay actualmente ideologías antinatalidad. Los políticos, al no ser un tema urgente sino a largo plazo, creen que van a molestar a algunos sectores, por ejemplo, a los posibles votantes jóvenes que no se plantean tener hijos. Si un político afirma que hay que tener más niños, creen que sus palabras van a caer mal en ese sector. ¿Cómo se acaba con esto? Hablando claramente del problema.  Esto empieza a hacerse ahora tímidamente. No hay que demonizar el no tener hijos, pero sí estimular en positivo y, sobre todo, hacer comprender la gravedad del problema que enfrentamos. Además, sin menoscabar la libertad de quienes optan por modelos familiares no tradicionales, el Estado debía crear un entorno más favorable al modelo de familia tradicional que es en el que se producen más nacimientos. No es un tema de cantidad de hijos sino de la calidad de esa crianza. De todas maneras, la sociedad civil debe implicarse en el problema, no puede quedar ajena esperando que el estado lo arregle todo. En nuestro caso hemos creado la fundación Renacimiento Demográfico y sería deseable el apoyo a iniciativas como estas.

¿Está de acuerdo con quienes hablan de un futuro negro de la población española?

Con las cifras que tenemos, sí. En una generación de jóvenes (18-35 años) por cada 100 solo tienen 60 hijos. Esto lleva progresivamente a una sociedad con menos población y cada vez más envejecida, ya que las personas viven más. Y no es fácil  completar ese número que falta con inmigrantes. Además -y eso no lo dice casi nadie-, fomentar la inmigración es fomentar el desarraigo personal; por no mencionar que los inmigrantes también envejecen. No es la solución.

El crecimiento económico está lastrado por una demografía menguante

¿Cuál es la situación de la población española en el contexto europeo?

Somos de los que más estamos envejeciendo, pero no somos los más envejecidos, ya que en España la natalidad cayó más tarde que en Italia o Alemania. Pero nuestro ritmo ahora es como el suyo y además tendemos a envejecer más que nadie. Eso sería una bendición si tuviéramos suficientes niños para compensar, para generar economía. Si no, sería un regalo envenenado. Lo que sí tenemos es una gran facilidad para atraer inmigración por nuestra afinidad con Latinoamérica. Y España, con todos sus problemas, es un país al que la gente quiere venir. Si hacemos las cosas bien respecto a la natalidad y una política de inmigración razonable, tenemos mejores perspectivas que otros países de nuestro entorno. De lo contrario seremos una de las sociedades más envejecidas del mundo, si no la que más.

¿Qué retos de futuro plantea a nivel político y socioeconómico el proceso de envejecimiento?

Entrevista Alejandro Macarrón
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El crecimiento económico está lastrado por una demografía menguante. El gasto creciente en pensiones, sanidad, dependencia, etc. es soportado por una población activa menor, que consume menos, hay menos necesidad de casas, que se deprecian y se vacían. Además, hay también un aspecto anímico: hay mucha gente sin hijos, sin hermanos u otros parientes, tíos, primos, etc., y eso es algo muy triste. Desde la óptica política, vamos hacia una gerontocracia y eso no es sano. Una sociedad debe estar equilibrada en todos sus aspectos. Si gobiernan los más mayores el énfasis se pondrá en la protección de los más mayores (pensiones etc.) y eso puede hundir un país. Finalmente, en el ámbito geopolítico España y Europa tienden a la irrelevancia, ya que actualmente pesan en el mundo aproximadamente la mitad que hace 60 años.

¿Cómo valora la situación de la población rural española? ¿Existen perspectivas de futuro?

Las zonas rurales tienden a la despoblación. Hace falta menos gente que hace 100-150 años. Si encima no hay niños, la gente huye. El campo tiende a ser algo que se utilizará para explotaciones modernas, tecnológicamente más preparadas, de mayor productividad. Pero es realmente triste. La gente de las zonas interiores de España, como Soria, caso paradigmático, se refugia en las ciudades. Existe una gran diferencia entre la que llamaríamos la “España profunda” de interior y las zonas costeras y Madrid, en vitalidad económica y demográfica. El fomento de la natalidad general podría ser también bueno para el campo, pero es muy difícil recuperar las zonas que han quedado despobladas.

¿Ha afectado la crisis a la demografía de nuestro país?

Ha afectado pero menos de lo que cabría esperar. La tasa de fecundidad cayó aproximadamente un 10% en los cinco años más duros de la crisis, cuando el paro llegó hasta el 30%. Pero la cuestión no es que la economía vaya más o menos bien, es un tema de mentalidades y de modelo de sociedad. Del mismo modo, en temas migratorios, el efecto también ha sido menor de lo que cabría esperar.  Vinieron muchos más inmigrantes antes de la crisis que los que se han ido. La gente no se quiere ir de España, hay un estado del bienestar muy generoso, hay muchos subsidios.