In memoriam

Julio Galán Cáceres
Profesor del CEF.-

In memoriam
Foto de Stock.xchng

Se ha cumplido un año, en concreto, el día 27 de enero, del fallecimiento, súbito e inesperado de nuestro entrañable amigo y compañero Pedro Pulido López.

A través de estas líneas, evocando lo que fue su paso por el Centro de Estudios Financieros, pretendemos, en cierta manera, rendirle un pequeño homenaje y tener un recuerdo especial hacia él, que, por su forma de ser y de comportarse, dejó una huella y un vacío en los que le conocimos y tratamos.

Todos tenemos amigos, muchos o pocos, buenos o malos, leales o ingratos; lo cierto es que no podemos vivir sin ellos. Por ello, cuando perdemos a un amigo sentimos como si se nos fuera un buen hermano, alguien que nos acompañó en todo momento, que nos hizo reír y llorar, pero sobre todo que sentías su presencia para lo que fuera necesario. Este era el caso de Pedro.

Conocí a Pedro allá por el año 1995 cuando, estando yo como profesor inició la preparación de la oposición de Secretarios de Entrada de la Administración Local. Simultáneamente estaba realizando el servicio militar. Desde la primera vez que le vi y hablé con él pude comprobar que se trataba de un “niño grande”, ingenuo y sin malicia alguna. Igualmente era generoso, trabajador y muy agradecido. Y así siguió comportándose hasta que nos abandonó pese al transcurso de los años y a la madurez que, inevitablemente, acompaña a estos.

En el año 1999 se incorporó como profesor al CEF.- no sin antes, a requerimiento de Jesús y mío, y sin ninguna oposición por su parte, porque una de sus virtudes esenciales era la humildad, hacer un rodaje previo, consistente en acompañarme durante meses a todas las modalidades de clases que yo impartía. Con posterioridad, inició su trabajo como docente desempeñándolo con gran éxito porque, a su preparación, unía una capacidad de transmisión de las materias que abordaba y una empatía colectiva y personal con los alumnos, siempre estaba dispuesto a atenderlos, que no pasaban desapercibidos.

In memoriamSus modales, en cierta manera anárquicos -cuando llegaba al Centro enseguida averiguabas de inmediato si Pedro se encontraba ya en él porque iba desperdigando por todos los sitios sus arrugados folios, sus deterioradas carpetas y sus textos legales ilegibles por sus tachones, enmiendas y páginas alteradas; su armario era como el camarote de los hermanos Marx. En él se apilaban cientos y cientos de cosas diferentes, de tal manera que cuando habrías casi todo se salía. Pero esto nos sirvió, en muchas ocasiones, para pasar ratos inolvidables porque todos teníamos algún comentario que hacer a esa manera  desordenada de  comportarse. Ello nunca provocaba reacciones fuera de tono por su parte, sino que por el contrario, te seguía la conversación  con toda naturalidad.

Pero Pedro era, sobre todo, un hombre de gran corazón, dispuesto siempre a ayudar, con  un carácter optimista -siempre estaba igual-, de fácil relación,  nunca discutía con nadie o mostró malhumor, y con ese gracejo de andaluz emigrante que utilizaba, a veces, para justificar lo injustificable.

Mis anécdotas con él son innumerables pero voy a recordar tan sólo una que creo que nos muestra, en cierta manera, un perfil de su personalidad y su forma de ser.

Poco antes, en concreto una semana, de presentarse a la oposición de Técnicos de la Administración General del Ayuntamiento de Alcorcón, que aprobó, hicimos una prueba general para el ejercicio oral cayéndole como último tema el Plan General de Ordenación Urbana del Ayuntamiento de Alcorcón. Me confesó que era el único tema que no iba a llevar preparado. Ante ello le contesté que no tenía razón y que entendía que pudiera dejar 30 o 40 temas porque no le diera tiempo pero en ningún caso dejar uno solo, por ello, quedaba suspendido el ejercicio hasta que me trajera el tema preparado. Le dije que se fuera al Ayuntamiento, que buscara documentación y  lo elaborase, pero él insistió  en que no lo haría. Ello me obligó a indicarle que si no lo hacía nuestra amistad quedaba rota y no quería volver a verlo. Se fue y a los dos días se presentó en el despacho enseñándome el tema y recalcándome que lo había hecho para no perder mi amistad. A los cuatro días se presentó al ejercicio oral y la última bola que sacó se correspondía con el tema el Plan General de Urbanismo.

Pedro era, sobre todo, un hombre de gran corazón, dispuesto siempre a ayudar, con  un carácter optimista

Como hijo, fue el alma máter de su familia. Todos los problemas se los echaba a la espalda y los procuraba resolver. Para ayudar económicamente a sus padres mientras preparaba la oposición trabajaba de camarero en bares y chiringuitos.

Como esposo y padre ¡qué voy a decir! formó una familia con nuestra compañera Verónica, de la cual y de sus hijos Marcos y Carla se sentía muy orgulloso.

Por todo ello, por esa forma tan peculiar de ser y de comportarse, muchos días me lo imagino todavía bajando por las escaleras de la entrada del edificio de la calle Ponzano con cara de despistado, paso rápido y corto, en ocasiones con un cigarro apagado, los brazos estirados hacia abajo sobrándole manga de la chaqueta o haciéndole falta más brazo para cubrirla, camino del despacho de Jesús para una disculpa más o una aclaración de por qué no había entregado algo en la fecha prevista o por qué se encontraba en las fiestas de su pueblo cuando tenía que estar dando clases.

La muerte es algo natural que forma parte de la vida pero, por desgracia, como en el caso de Pedro no podemos decir que fuera lógico y racional. Cuando la muerte llega y se lleva uno de nuestros seres queridos nos puede sumir en una tristeza enorme pero con el tiempo llegamos a entender mejor las cosas y a sanar las heridas, y el dolor y la aflicción por la pérdida da paso a una serena sensación de vacío y de recuerdo de lo positivo de esa persona que te acompaña siempre.

Se fue un hombre bondadoso, un excelente compañero y una gran persona.

Descansa en paz, amigo.