Libertad económica y prosperidad

Fernando Sicilia Felechosa
Máster en Dirección Económico-Financiera por el CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA

Libertad económica y prosperidad
Jeinny. Rgbstock

Cada año la Heritage Foundation, think tank radicado en Washington, EEUU, publica su Índice de Libertad Económica por países.

Se trata de un estudio muy riguroso que pondera las siguientes variables: derechos de propiedad, corrupción, fiscalidad, gasto público, libertad de empresa, mercado laboral, política monetaria, libre comercio, inversión y finanzas.

Este año, como no podía ser de otra manera, repiten en los primeros puestos algunos de los países que todos entendemos tienen el mayor nivel de vida: Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Suiza, Australia y Canadá ocupan por este orden las seis primeras posiciones.

Les siguen tres naciones que, si bien aún no han alcanzado ese estándar, van avanzando a pasos agigantados: Chile, Irlanda y Estonia.

El resto de estados que todos entendemos como prósperos, figuran en su gran mayoría entre los 35 primeros: Reino Unido, EEUU, Holanda, Alemania, Luxemburgo, Japón o Austria entre ellos, por citar algunos.

Existe, por lo tanto, una evidente correlación positiva entre libertad económica y prosperidad: podemos afirmar sin temor a equivocarnos que una nación es más rica cuanto más libre es su economía.

Incluso las llamadas socialdemocracias escandinavas figuran entre las 35 economías más libres: Dinamarca (12), Finlandia (24), Suecia (26) y Noruega (32). Ello a pesar de que, como es lógico, su puntuación es muy baja en el apartado de libertad fiscal. No olvidemos que son países donde se produce una elevada redistribución de la riqueza, algo que solo puede implementarse con una presión impositiva muy alta.

Esto indica que en el resto de apartados figuran en los primeros puestos. Es decir, paradójicamente el modelo redistributivo socialdemócrata se cimienta sobre la base de algunas de las economías más libres del mundo. Tomemos el ejemplo de Dinamarca.

Figura primera en derechos de propiedad, ausencia de corrupción y libertad de inversión. Segunda en libertad de empresa, de comercio y financiera. Además, aparece cuarta en libertad del mercado laboral, y séptima en libertad monetaria. Así compensa ser la última de los 35 primeros en el aspecto de libertad fiscal.

No es el objeto de este artículo entrar a valorar si es más adecuado el modelo liberal (menos Estado, más sociedad) o el socialdemócrata (más Estado, menos sociedad). Pero no cabe duda de que, incluso si quiere implementarse el segundo, no hay más opción que adoptar un sistema económico tan libre como sea posible.

Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que una nación es más rica cuanto más libre es su economía

El camino contrario, el del hiperestado, con un elevado grado de intervencionismo público solo lleva, tarde o temprano, a la ruina. El círculo vicioso del gasto público exorbitado, el déficit presupuestario y el endeudamiento excesivo conduce inexorablemente al desastre. No en vano los tres últimos países de la lista son Venezuela, Cuba y Corea del Norte.

Nuestro país, por su parte, figura en un nada honroso puesto cuadragésimo tercero, si bien mejora seis posiciones en referencia al año anterior. Puntuamos especialmente mal en los apartados de corrupción, presión fiscal, gasto público y mercado laboral (probablemente el talón de Aquiles de nuestra economía).

Nuestra actuación también es bastante mejorable en cuanto a derechos de propiedad y libertad de empresa. Como cualquier emprendedor nacional sabe de primera mano, a la hora de crear y gestionar un negocio en este país todo son trabas burocráticas y administrativas.

Por la tanto, si queremos mejorar solo hay un camino, el de la libertad económica. Todo pasa por un verdadero adelgazamiento de la administración, reduciendo gastos superfluos y evitando duplicidades; tolerancia cero hacia la corrupción política; una sensible rebaja de la presión fiscal y una mayor flexibilidad del mercado laboral.

Es opinable si queremos ser Nueva Zelanda o Dinamarca, pero ambas tienen algo en común: no ponen ningún tipo de trabas a la economía.