Liderazgo (I)

Escrito en colaboración con Marta Lostalé Villa. Gestora de Administración Civil del Estado. Antigua alumna del CEF.-

José Joaquín Jiménez Vacas
Técnico de Administración General de la Comunidad de Madrid
Preparación de Oposición a Técnico Superior de la Administración Central en el CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA

Liderazgo
Foto de Stock.xchng

“Los grandes líderes se ganan la lealtad no por lo que sienten por su gente, sino por la forma en que la hacen sentir”. (Karl Albrecht).

“El poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene”. (Giulio Andreotti).

Liderazgo, podemos comentar un poco entre nosotros, es -o puede ser- muchas cosas. Una pequeña tormenta de ideas rememorativa, o aclarativa, de vez en cuando, no hace daño a nadie. Tampoco, una breve extracción de definiciones –no pretendemos ser exhaustivos- y una compilación de conceptos que ya pudieron enunciar otros en su día, pero que conviene no olvidar en el presente. Vamos allá.

Liderazgo es, primero, la habilidad de decidir lo que tiene que hacerse; y después la de dirigirse a otros para que “quieran hacerlo”. Es una característica que, se dice, posee un ser humano en especial carismático, que dota a éste de una singular capacidad de guiar a otros que como líder así le consideran, a través de la vida, de los caminos y de los proyectos que se suceden en ella, en la consecución de un objetivo, de un resultado definido, predeterminado; y en la asunción de una responsabilidad respecto de éste y de aquéllos.

Liderazgo es dirección, gestión eficaz del mando de la ‘T.D.T.’ –siglas del Tiempo, del Dinero, del Trabajo-, management, coaching, casta –en el buen sentido-. Todo junto, mezclado (no agitado), e indiviso.

Líder, asimismo, es el que tiene esa capacidad de llevar a otros a hacer lo que ellos no quieren, y que además a éstos les guste. Es persona singular que enfoca la atención y la energía de los demás. El líder es la persona central que integra el equipo de trabajo. Por eso, parte de la responsabilidad de dicho líder está también en saber reconocer limitaciones. El líder entiende fundamental rodearse, en consecuencia, de personas mejores que él y, en palabras de Pablo Picasso “que la inspiración llegue trabajando”. El mánager no olvida nunca que el apoyo se da y la lealtad se gana.

La Administración debe facilitar la aparición de líderes, no sólo dotados de conocimientos, sino también de habilidades

Un líder seguro de sí mismo no vacilará nunca en pedir consejo. Trazará un networking fundamentado en la generosidad y en la reciprocidad con sus contactos. Como dice el proverbio japonés, “Ninguno de nosotros es tan inteligente como todos nosotros juntos”.

Liderazgo es también visión, sin embargo. Entre escritos de Adriano se puede leer que “hasta los hombres más opacos emiten algún resplandor”. Hacerse visible y transparente cuando las cosas se tuercen y complican, e invisible cuando van adecuadamente. Es también humildad, modelo, empatía, equidad, pensamiento de grupo. Es formar un equipo sólido, leal, que hable con sola voz, y que se respalde mutuamente. Habilidad técnica y humana. Formación decidida para llevar a las personas a que realicen lo máximo posible con la menor fricción y la máxima cooperación entre ellas. Es tener ese “algo” que a los demás gusta ver y escuchar. Que a los demás gusta de participar y contemplar. Ser resolutivo. Es el arte de inducir. Seducción en todos los sentidos y vertientes. En estado puro. “Esto lo hago, porque me lo pides tú”. Es escuchar atenta y cuidadosamente. Hablar de modo alentador y reforzar palabras con hechos creíbles que las corroboren. Es dominar la hábil técnica de la comunicación en su modelo y sentido aristotélico: manejar el ethos (la credibilidad), el pathos (la empatía emocional y racional), y el locos (la lógica). El sabio Confucio dijo “Dios nos ha dado dos orejas y una boca”. Y por algo será. Escuchar y después decidir con la palabra y el ejemplo. La ironía. El indispensable sentido del humor en las relaciones interpersonales y el buen gusto en la dirección. El atractivo y cuidado personal. La educación y limpieza en el trabajo. La expresión corporal y sensual. Somos dueños de nuestros silencios y prisioneros de nuestras palabras. Es ser duro, también, cuando resulta necesario. Recio. Ser esencialmente, por definición, justo. “No se puede pedir a las personas que trabajan para ti que haga algo que tú no estarías dispuesto a hacer”, en sabio testimonio del Exalcalde de Nueva York Rudolph W. Giuliani. Es la natural y asumida por el equipo, preeminencia de una persona o de un mínimo número de personas en el proceso de control de su grupo, de su gente. De un equipo humano, con sus habilidades, sus necesidades y su sentimiento, que actúa como verdadera “comunidad de rendimiento”. La centralización del esfuerzo en una persona como expresión del poder de todos. Es asumir los errores como propios, y los triunfos y éxitos como propios del grupo. Es emitir halagos en público y reprimendas en privado. Es ser polo en la cooperación. Es haber leído y releído El Príncipe de Maquiavelo. Liderazgo, en definitiva, es saber llegar a la conclusión de que prepararse para lo esperado, es prepararse también para lo inesperado.

Liderazgo es experiencia, mecenazgo. ¡Qué importante se hace en ese sentido la figura de un líder, de alguien reconocido (si no por todos, por la mayoría) políticos, técnicos y personas de a pie!

En un mundo ideal, cabría pensar en un líder dotado de todas las características positivas mencionadas, pero qué duda cabe de que la existencia de alguien así, sabio, justo, emprendedor, motivador, capaz de adoptar en cada caso la mejor de las decisiones, entra en el terreno de lo fantástico, supondría la existencia de un semidios, que, siendo honestos, ni existe ni podrá hacerlo nunca. Y esto porque tras la figura existe la persona y sus pasiones, una persona que no puede escapar del “yo soy yo y mis circunstancias”. Precisamente por ello parece imprescindible que el  líder apoye su liderazgo en el de otros que lo ejercen en sus respectivos niveles. Cabría hablar de la existencia de varias capas de líderes, que cuentan con su propio campo de acción, reforzando el papel de otro que aparece como pieza visible y favoreciendo el control, imprescindible éste si se quiere asegurar la no degeneración del líder.

Barriendo hacia territorio público, qué apetecibles resultan estas ideas. Las Administraciones públicas y la política general de hoy, necesitan de liderazgo; de gobernanza en el mejor sentido de “buen gobierno” y de transparencia. No puede renunciarse a la política, ya que sin política no hay sociedad, no hay gobierno, ni tampoco libertad. En consecuencia, la crisis política que hoy vivimos no deja de ser un concepto atípico en democracia. Resulta así necesario al mundo de hoy contraponer el concepto de liderazgo (y de política) con el de corrupción. Porque, usando de doctrina del pontífice Francisco I, “la corrupción es una enfermedad social” y en consecuencia, con el profesor José Antonio Fernández Asenjo en palabras pronunciadas en su conferencia Las leyes de la corrupción como contravalor en las sociedades democráticas, sin liderazgo político, ningún país ha logrado salir de la corrupción.

Un líder seguro de sí mismo no vacilará nunca en pedir consejo

Hasta hoy, la preocupación por formar líderes en el seno de la Administración pública –por crear una buena y eficaz “escuela de gobernanza”- ha sido casi nula. Sin embargo, una regeneración y una modernización de las estructuras de Gobierno y Administración pasa también por no descuidar este punto. En efecto, los grandes modelos de organización pública y política (así la Roma o Grecia clásicas) daban un papel fundamental a la formación de líderes. En épocas más recientes, el líder aparece teñido de connotaciones negativas y dictatoriales. Urge una redefinición de su papel.

Desde esa óptica, la Administración moderna, consciente de la importancia de la existencia de líderes (y no sólo políticos) está invirtiendo en formación de directivos y en estrategias de liderazgo. La cuestión es romper con el inmovilismo administrativo y conseguir esa chispa que encienda la mecha del cambio, de la regeneración, del dinamismo y de la eficacia. La Administración, así, debe facilitar la aparición de líderes, no sólo dotados de conocimientos, sino también de habilidades. Un líder no sólo nace, sino que también se hace y, si no que se lo digan a Demóstenes, tartamudo de nacimiento, que llegó a ser uno de los más grandes oradores recordados gracias a su tenacidad, llenándose la boca de piedras y colocando un cuchillo afilado en su boca para forzarse a hablar sin tartamudear. En la Política, en la Economía, en la Administración y en la Vida, detrás de un jardín bien cuidado hay siempre un austero, eficaz, humilde y minucioso jardinero. En su ausencia crece la corrupción, la miseria, las plagas y la podredumbre. Basta mirar alrededor para comprobarlo.

En una democracia madura como a la que aspiramos la población debe estar en diálogo con la política; y, recíprocamente, la Administración debe estar pendiente de no perturbar por exceso de información (o de desinformación), y precavida de que la suma de los salarios de los políticos y de los empleados públicos no supere en ningún caso lo recaudado en el impuesto sobre la renta, si se nos permite tan ácida broma. El control  mantiene la rectitud de un líder, pero puede también limitarle. ¿Qué debe abarcar?, ¿hasta dónde debe llegar?, ¿cómo controlar al controlador?, son cuestiones principales que merecen de capítulo aparte.

Cerramos por el momento hoy éste y sin más, nos disolvemos pacíficamente.