Las nuevas reglas del valor razonable

Alexander Müller
Profesor de la UCM
Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por el CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA

Las nuevas reglas del valor razonable
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Desde enero de 2013 está en vigor la NIIF 13. Esta norma contable internacional ha cambiado las reglas del juego para la determinación del valor razonable. A partir de ahora, una sola norma regula el cálculo del valor razonable y la información que se debe presentar sobre él en los estados financieros consolidados. De esta forma, la NIIF 13 acaba con el sistema antiguo que preveía definiciones y procedimientos distintos en cada una de las normas que reconocían el valor razonable. Sin embargo, la NIIF 13 no explica sobre qué elemento contable y en qué momento el valor razonable sea aplicable. Estos aspectos se regulan, igual que antes, por separado en cada norma contable internacional del IASB.

Entre las novedades más relevantes está la definición única del valor razonable. El  valor razonable tiene que determinarse en base a precios de mercado, observables en transacciones reales. El IASB subraya que el valor razonable es un precio de salida, por ello los gastos de transacción en una operación no forman parte de él, pero los gastos de transporte sí lo hacen.

Un concepto nuevo es la obligación de estimar el “mejor y mayor uso” para activos no financieros. Esto significa que el valor razonable de, por ejemplo un inmueble poco aprovechado, se tiene que determinar en base al mayor aprovechamiento económico-financiero que este activo teóricamente podría alcanzar. La diferencia de valor entre el uso actual y el “mejor y mayor uso”, en algunos casos (inversiones inmobiliarias) tiene que ser registrado en la cuenta de pérdidas y ganancias. Por ello, no se trata de una mera estimación del valor de un uso óptimo, más bien este resultado influye además en los estados financieros.

Otra novedad relevante es la introducción del denominado “modelo jerárquico de valor razonable”. En él se clasifican las variables de éste en tres niveles, en base a la disponibilidad de información sobre precios que proceden de transacciones reales. Con este modelo se quiere aumentar la coherencia y la comparabilidad del valor razonable, siendo el nivel uno el más prioritario y el nivel tres el menos prioritario.

Datos del “nivel uno” son precios cotizados que proceden de mercados activos. Ejemplos de esto son instrumentos financieros, como acciones o derivados, que cotizan en bolsa. Las exigencias respecto a la actualidad y disponibilidad de datos son menores en el caso del “nivel dos”. Aquí se permite la utilización de datos sobre precios derivados de mercados no organizados o menos activos. Un ejemplo sería la utilización de datos sobre el precio por metro cuadrado de terrenos, derivados de transacciones reales. Previsiblemente el mayor problema supondrá la determinación del valor razonable en el “nivel tres” porque en éste se incluyen aquellos activos y pasivos sobre los cuales no existe información sobre precios reales, o cuando esta información tiene que ajustarse a través de estimaciones. Un ejemplo sería la determinación del valor de un inmueble comercial, que se hace con un método de valoración en el cual se utilizan como variables una estimación de una tasa de descuento o flujos de caja futuros. Realizar estimaciones implica mayores márgenes de error, por tanto la fiabilidad del dato sobre el valor razonable en un nivel tres es menor que en los otros dos niveles.

Con esta reforma los usuarios a partir de ahora pueden basar sus estimaciones del valor razonable en un procedimiento único para cada elemento contable que lo requiera

Una consecuencia directa de esta clasificación en tres niveles es que el volumen de información sobre el valor razonable en la memoria depende del nivel elegido por la empresa. La elección de un nivel uno requiere la publicación de poca información adicional, por ejemplo el método de valoración aplicado. El nivel dos requiere además información sobre las variables aplicadas en esta valoración. Sin embargo, en el nivel tres la empresa tiene que ampliar más esta información, dando cuenta también sobre los beneficios y pérdidas de valoración o describir aquellas variables que han influido en la valoración y que no son observables públicamente. La novedad quizá más relevante, es que la empresa tiene que realizar un “análisis de sensibilidad de valor razonable” entendiendo por ello una simulación de qué pasaría con el valor razonable si se modificara una o varias de las variables de entrada.

El objetivo de esta reforma es aumentar la coherencia y la comparabilidad del valor razonable, sobre todo en favor de los inversores externos. Establecer un concepto único del valor razonable tiene sentido, si tenemos en cuenta la situación previa a la NIIF 13 con una multitud de definiciones y procedimientos del valor razonable.  Por tanto, someter su cálculo a una sola norma contable conlleva la ventaja de poder apoyarse en un único concepto de valor razonable y por ende aumentar la eficiencia del proceso contable. Por otro lado, hay que preguntarse si un procedimiento único también sería capaz de generar información fiable y comparable sobre el valor razonable en la misma medida para todos los elementos, sobre los cuales es aplicable. Previsiblemente habrá pocos problemas para activos y pasivos que cotizan en bolsa, porque el grado de información públicamente disponible sobre estos productos es muy elevado. Por lo contrario, sí pueden existir problemas en activos o pasivos que tendrían que clasificarse en el nivel tres. Si se realiza la determinación del valor razonable de un inmueble singular en base a estimaciones, influirá  ampliamente el margen discrecional del tasador. Por ende, lo que se conseguiría es que un inversor miraría con mayor cautela el valor razonable si sabe que se ha aplicado un nivel tres. Sin embargo, la fiabilidad del dato del valor razonable no se ha incrementado respecto a procedimientos que se aplicaban en el pasado.

Con esta reforma los usuarios a partir de ahora pueden basar sus estimaciones del valor razonable en un procedimiento único para cada elemento contable que lo requiera. Esto es una ventaja porque va a quitar el esfuerzo adicional que supuso la aplicación de procedimientos distintos hasta ahora. Por otro lado, hay que ser consciente que el nuevo modelo de valor razonable también conllevará trabajo adicional consigo, que hasta el momento ninguna norma contable internacional ha requerido. Un ejemplo son las elevadas exigencias respecto a la información sobre el valor razonable que hay que presentar en el nivel tres del modelo. Otro ejemplo es la estimación de un “mejor y mayor uso” para un activo no financiero, por ejemplo para una inversión inmobiliaria. La recolección de la información necesaria, respectivamente a la realización de una proyección sobre un uso distinto de un activo,  requiere un mayor esfuerzo de tiempo y consecuentemente de dinero. Por tanto, es de esperar que al menos la primera aplicación de la NIIF 13 suponga la aplicación de recursos adicionales por parte de  los usuarios de la contabilidad.