De la praxis médica a la gestión clínica

José Luis Mora Castaño
Médico de familia
Técnico sectorial de Sanidad del Centro Coordinador de Urgencias 112, Extremadura
Alumno del Máster de Gestión Sanitaria del CEF.-

De la praxis médica a la gestión clínica
Foto de Stock.xchng

Cuando apenas era un adolescente, uno de los momentos que más me divertía era acercarme a la consulta de medicina interna de mi padre y ponerme a jugar con esos aparatos “tan raros” que tenía y leer esas revistas guardadas por estricto orden numérico, donde unas marcas con subrayador me hacían ver que ya él las había leído. Aun recuerdo el olor tan característico de las más vetustas revistas JANO, clasificadas entre los años 70 y 80; donde la humedad de sus paginas impregnaba de frialdad las nuevas publicaciones acerca de los avances en enfermedades como el cáncer que aún a día de hoy sigue rellenando portadas de revistas médicas. Era en esos años ochenta donde se inició la era de la "inmunoterapia" del cáncer y se proyectaron importantes investigaciones en distintas áreas: oncogenes, virus oncogénicos, regulación del crecimiento celular y señales intercelulares, modificadores de la respuesta inmunológica, carcinogénesis química, biología de las metástasis.  No era extraño verme sentado en la antigua mesa del despacho, la que ya no se usaba y que ocupaba espacio en la habitación del fondo, el típico cuarto donde arrinconas todo aquello que puede que valga pero que no usas… Era una mesa metálica en sus bordes y cajones y toda ella de un cristal azulado, en donde al sentarme dejaba proyectar mis ilusiones a modo de sueños para un futuro no muy lejano.

Era difícil no acabar enamorándote de esta profesión médica, para mí vocacional, para algunos, arte y para muchos, don. Sea como fuere lo llevaba en mi genoma y no podía ir contra natura, y al socaire de los años conseguí alcanzar el sueño de ser médico y ejercer mi profesión con esa mezcolanza entre el conocimiento y el sentimiento, entre el saber y el entender, entre el sanar y el paliar, pero siempre con la ilusión de aquel niño leyendo revistas “raras”.

Con el paso del tiempo, la facultad de la vida y el saber prestar atención a lo que te rodea, se aprenden muchas cosas que no están en los libros pero que ornamentan y aderezan nuestra práctica médica diaria. Entre otras, experimentas la gran verdad que encierra aquella famosa sentencia del médico y humanista, José de Letamendi, que reza así: “Aquél médico que solo sabe de medicina, ni de medicina sabe”. La medicina tiene una relación directa con el hombre y saber impregnarte de ello te hace más comprensivo, generoso y bueno y, por qué no decirlo, más eficiente.

El 70% del gasto sanitario se decide directa o indirectamente en la práctica cotidiana de los profesionales, motivo por el cual todos debemos ser gestores de nuestra práctica profesional

Se podría decir que esas han sido las bases que han llevado a este humilde servidor a tener otras inquietudes en la vida, en busca de esa eficiencia a la que solo podremos llegar si nos conocemos a nosotros mismos, sabiendo nuestras virtudes, fortalezas y oportunidades, y analizando nuestras debilidades y amenazas.  Eficiencia sin merma en la calidad, en una asistencia individual al paciente y no a la patología, llegando a tambalearme sobre esa fina línea que te separa de la implicación personal. Dicha calidad de la atención médica debe integrar diversas áreas: oportunidad, competencia profesional, seguridad, respeto a los principios éticos de la práctica médica y satisfacción con los resultados de la atención.  Cuando adquieres un compromiso propio con todo lo expuesto anteriormente y empiezas a cimentar tu ejercicio como galeno sobre pilares tan robustos como la calidad, la eficiencia, la competencia y resultados, es fácil verse poco a poco atrapado en las redes de la gestión clínica, concepto angosto y vilipendiado por muchas voces críticas con el sistema pero que nunca aportan más solución que una improductiva crispación.

Se hace difícil explicar la importancia de la gestión cuando tu interlocutor piensa que esa palabra va estrechamente relacionada con la política. Incluso llegan a ningunear tu ilusión por gestionar un camino mejor, por no estar bajo el manto de una doctrina partidista. Lamentable… La política debería estar al servicio de los buenos gestores y no la gestión doblegada a los intereses políticos. De aquí derivan los famosos recortes sanitarios; de aquí deriva la reducción de tus derechos individuales en pro de oscuros intereses; de aquí, el jugar con la salud y con la salud no se juega.

El 70% del gasto sanitario se decide directa o indirectamente en la práctica cotidiana de los profesionales, motivo por el cual todos debemos ser gestores de nuestra práctica profesional, adquiriendo el compromiso desde tu consulta para con la comunidad. Sabiendo que la demanda cada vez es mayor y los recursos limitados. La mayor parte de las acciones que generan un incremento de eficiencia son aquellas cuya decisión se toma en y con relación a los servicios sanitarios y la práctica clínica basada en la evidencia científica, de manera que los conocimientos derivados de la investigación puedan utilizarse para mejorar la salud de la población. Existen una serie de barreras que limitan el que el conocimiento científico derivado de la investigación se incorpore en un tiempo razonable a la práctica usual. Esto da lugar al concepto de la variabilidad de la práctica médica, fenómeno que no es un problema de costes sino de acceso equitativo de los ciudadanos a unos cuidados apropiados, provocando esto que haya ciudadanos de primera, de segunda y de tercera según quién sea su médico, según el lugar donde resida, según la disponibilidad de recursos en un momento determinado.  Y es que, como cuenta el acervo popular, “Hasta para ponerse malo tiene uno que tener suerte”.