Ulm, cuna del Movimiento "Slow" y de Albert Einstein

Viajes

Javier de la Nava
Profesor del CEF.
Fotografías cedidas por la Oficina de Turismo de Alemania en Madrid.

Hace tiempo leí Elogio de la lentitud libro editado por RBA y escrito por Carl Honore. Se trata de una excelente radiografía de los males de nuestra sociedad y una posible solución: la Filosofía Slow. Las prisas son una falta de respeto para con uno mismo, “Bienaventurados los lentos, porque no se pierden ni un detalle de la vida”, aquí reside el secreto de la existencia, seleccionar para dedicarnos a lo verdaderamente importante: la familia, uno mismo, amigos etc. El resto puede esperar, pero, ¿cómo actuar? Igual que defendemos que los actuales niveles de consumo  generan, de forma indirecta, injusticias y degradación medioambiental, las personas deberíamos desacelerar el ritmo de vida para no degradarnos a nosotros mismos. La hiperactividad actual lleva a vivir por inercia, dedicar nuestra energía a metas externas que se oxidan con el paso del tiempo y olvidar las cosas importantes de la vida. Somos esclavos de horarios, del ruido, del consumo, de hipotecas y de lo que se espera de nosotros.

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Vista del Danubio y la catedral

En su relato, Honore  señala a la ciudad alemana de Ulm como la cuna del Movimiento Slow. Desde que leí su libro tenía gran interés en visitar esta ciudad y cuando lo hice no me dejó indiferente. En lengua vernácula, Ulm es  "capital del imperio de niebla". A pesar de sus pocas horas de sol y lluvias constantes, que con frecuencia desbordan sus dos grandes ríos, Danubio e Iller, según un estudio es la ciudad germana más saludable, la que ofrece mejores condiciones de vida. ¿Qué criterios sustentan esta evaluación?: baja contaminación atmosférica, buena atención de salud, favorable situación socio-económica, adecuados complejos ocio-deportivos y un buen número de instalaciones educativas, incluyendo guarderías, de contrastado prestigio y excelentes prestaciones.

Desde que Napoleón fijara el Danubio como frontera, la mitad sur de la ciudad es bávara (Neu-Ulm) y la otra mitad badeniense. Quizás su espíritu inventivo y librepensador se deba a esta especial condición geográfica. No siendo extraño que aquí naciera Albert Einstein, el 14 de marzo de 1879. Tampoco que el sastre Albrech Berblinger inventara aquí en 1802 el prototipo de ala-delta.

En Ulm se vive sin prisa. Sus habitantes no tienen  miedo a perder el tiempo, por lo que lo ganan

La parte septentrional es una ciudad moderna poco atractiva arquitectónicamente. Aquí estaba el cuartel Wiley, principal asentamiento militar norteamericano en territorio germano tras la II Guerra Mundial. La riqueza monumental se asienta en la parte meridional. Destaca  su catedral gótica, la Münster. Iniciada en 1377, tardó cinco siglos en construirse. Cada cantero dejó grabado su símbolo en los distintos bloques de piedra. Su campanario de 161,6 m de altura es el más alto del mundo. Tras 768 escalones y media hora de exhausta subida, se llega al mirador desde el cual se contemplan la Selva Negra y las montañas del Jura de Suabia que rodean la urbe. Si el día es soleado, pocas veces, se ven los Alpes. En el acceso occidental de la catedral, nos impacta la Israel Fenster, una polícroma vidriera homenaje a las víctimas del Holocausto. A su lado el escultural púlpito del Espíritu Santo y más allá el coro con su sillería de roble, original del siglo XV. La fila superior representa a personajes del Antiguo Testamento, la inferior y los laterales, a personajes históricos como Séneca y Pitágoras que tañe un laúd. Las vidrieras del coro, fechadas en los siglos XIV y XV fueron desmontadas y retiradas durante la última contienda mundial, lo que evitó su destrucción, por eso hoy podemos contemplarlas con todo su esplendor. Los fines de semana se celebran conciertos de órgano interpretados por destacados organistas venidos de toda Alemania.

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Galería de Arte Weishaupt

Al otro lado de la Münsterplaz está la Stadhaus, centro cultural que alberga exposiciones y congresos, la oficina de turismo municipal, una agencia de viajes y una cara cafetería. Diseñada por el estadounidense Richard Meier, su estilo postmodernista choca con el gótico flamígero de la catedral. A escasos doscientos metros reluce la fachada renacentista del Rathaus (Ayuntamiento) con sus tres diferentes relojes: uno astronómico construido en 1520, otro con números árabes y un reloj de sol. En su interior se conserva una réplica de la máquina voladora de Berblinger.

Tras atravesar la Stadmauer (antigua muralla), se llega a la barroca Schwörhaus (Casa del Juramento), en donde el primer lunes de julio, el alcalde y los representantes de los antiguos gremios, en una ceremonia vistosa,  juran lealtad a la Carta Magna de la ciudad de 1397. Tras cruzar Kussgasse (callejón del beso) y el Lügner-Brücke (puente del mentiroso), entramos en Fischer-und-Gerberviertel (barrio de pescadores y curtidores) con sus medievales callejuelas, rincones, puentes y pasarelas.

Según un estudio es la ciudad germana más saludable, la que ofrece mejores condiciones de vida

Hacia el sur, el paseo fluvial del Danubio, azul y melancólico como dice el vals, nos llevará a una divertida fuente dedicada a Albert Einstein. El genio de la Teoría de la Relatividad nació en Ulm, pero abandonó la ciudad con apenas un año de edad. Antes de la II Guerra Mundial le concedieron la ciudadanía honoraria, revocada por el régimen nazi. Tras la guerra, rehusó recuperar dicho honor. Frente a la que fue su casa natal la municipalidad erigió una piedra conmemorativa con la leyenda Ein Stein (una piedra).

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Catedral de Ulm

En Ulm se vive sin prisa. Sus habitantes no tienen  miedo a perder el tiempo, por lo que lo ganan. No se obsesionan por el tempus fugit, diferenciándose de quienes viajamos constantemente por el carril rápido, cargados de emociones, de adrenalina, de estímulos, de todo eso que nos lleva a nunca tener el tiempo y la tranquilidad necesarios para reflexionar y preguntarnos qué es lo realmente importante. Lo indica Honore, “La lentitud nos permite ser más creativos en el trabajo, tener más salud y poder conectarnos con otras personas y con el placer”. En Ulm respiré aire fresco, saboreé los momentos, aparté un mundo impaciente y frenético donde todo es para ayer y hasta aceleramos el ocio. Por eso, simplemente sobrevivimos, sin ¡vivir! consciente y responsablemente.