BANKIA: Dr. Jekyll Y Mr. Hyde
Ramón Oliver
5CERO2 Comunicación
Miembro de la ACEF.- UDIMA
Foto de F. Prochasson.123RF
En los últimos días del mes de julio Bankia anunciaba sus resultados correspondientes al primer semestre de 2014. El banco presidido por José Ignacio Goirigolzarri ha ganado en el periodo de referencia 432 millones de euros, lo que supone un incremento del 48% respecto al mismo periodo del año anterior. El anuncio, recibido con entusiasmo por los analistas, representa una nueva vuelta de tuerca en el permanente tiovivo emocional por el que ha transitado la entidad financiera en sus apenas tres años de vida. Una trayectoria convulsa que le ha llevado en tiempo record desde la ilusión y el triunfalismo de sus inicios, hasta ganarse el estigma de provocar el mayor rescate bancario de la historia de España.
La historia de Bankia es la de una fusión entre dos gigantes: Caja Madrid y Bancaja, dos cajas de ahorro con una larga trayectoria a sus espaldas. Su unión supuso un hito en el proceso de concentración de cajas que, auspiciado por el Banco de España, redujo su número en nuestro país de 45 a 15 en un lapso de tiempo de apenas dos años. Antes del acuerdo definitivo, este mismo organismo ya había dado su visto bueno a la integración en Caja Madrid de las cajas Insular de Canarias, Rioja, Ávila, Segovia y Laietana. Con la incorporación de Bancaja, oficializada en marzo de 2011, el SIP resultante se convertía en el tercer grupo bancario de España por volumen de activos, con 328.000 millones de euros; el primero en lo tocante a negocio domestico (485.900 millones).
Exactamente un año después de su salida a Bolsa, la caída del valor de las acciones del banco era cercana al 80%
“Queremos ser bankeros”
El hasta la fecha presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato, pasaba a ocupar la presidencia del nuevo banco, recayendo en su homólogo en Bancaja, José Luis Olivas, la vicepresidencia. La sede corporativa se fijaba en Valencia, en la orbita de la Generalitat, mientras que la operativa permanecía en Madrid. Nacía así Bankia, “un nombre propio, fácil directo y dinámico”, como explicó Rato durante el acto de presentación de la marca con la que el nuevo banco se lanzaba a la captación de fondos con vistas a una inminente salida a Bolsa. Con ese objetivo en mente, se inicia entonces una intensa actividad institucional y publicitaria. La campaña, que incluyó unos polémicos spots en televisión que jugaban con el doble sentido de la palabra banquero escrita con la “k” de Bankia, logro despertar el interés de un elevado número de pequeños inversionistas, que adquirieron títulos del banco por un mínimo de 1.000 euros y una media de 7.000. Una inversión que Rato definió como “sólida”, y que se activó a buen ritmo, incentivada por las promesas de estabilidad y futuro. El banco logró completar tanto el tramo de captación minorista como el institucional, lo que representó una captación total de 3.092 millones de euros. El 19 de julio de 2011 Bankia inicia su andadura en Bolsa con un valor de 3,75 euros por acción. Exactamente un año después de aquel efectista toque de campana de Rodrigo Rato en la Bolsa de Madrid, portada en todos los periódicos nacionales, la caída del valor de esas mismas acciones era cercana al 80% (0,67 euros por acción).
La entidad ha transitado por un permanente tiovivo emocional que le ha llevado desde la ilusión y el triunfalismo de sus inicios, hasta ganarse el estigma de provocar el mayor rescate bancario de la historia de España
Comienzan los problemas
En abril de 2012 el Banco de España aprueba una intervención en Bankia como consecuencia de la alta dependencia del banco en el sector inmobiliario. Una exposición que los analistas cifraban en 51.468 millones de euros, de los que 31.798 millones eran tóxicos. El anuncio causa una enorme conmoción y abre una etapa de informaciones contradictorias acerca de la situación real de la entidad. Ante la avalancha de rumores, el Gobierno anuncia a principios de mayo que trabaja en un plan de saneamiento para Bankia, plan que incluye cambios en la cúpula directiva. También abre la puerta a la posibilidad de una inyección de ayudas públicas para reflotarla, cuyo importe se estima en un primer momento en 7.000 millones de euros. El día 7 de mayo Rodrigo Rato presenta su dimisión por "estimar que es lo más conveniente para esta entidad". Poco después, se conoce el nombre de quién será su sustituto al frente del banco, José Ignacio Goirigolzarri, una figura que venía avalada por su historial como gestor durante su etapa como el consejero delegado del BBVA y sus periplos en Telefónica o Repsol.
Sin embargo, los movimientos en la cúpula directiva no logran aplacar la incertidumbre en los mercados. Ni el importe final del rescate (de los 7.000 millones iniciales pronto se pasa a 10.000 millones, y más tarde a los cerca de 22.000 millones que fueron finalmente necesarios) ni la forma de aplicarlo están lo suficientemente claros ten ese momento. Por otra parte, el proceso no pasa desapercibido para los organismos internacionales, que, de hecho, juegan un papel destacado en su resolución. Desde Bruselas, el Fondo Monetario Internacional, que ha supervisado la crisis desde sus primeros síntomas, exige más cambios en el equipo directivo de Bankia y mejoras en su Gobierno Corporativo como condición para acceder al rescate. El nerviosismo se instala en miles de pequeños accionistas, al tiempo que trascienden informaciones que hablan de falseamiento de cuentas, ocultamiento de la deuda y malas prácticas de los antiguos gestores.
Dos guerras, desigual resultado
Foto de Tono Balaguer.123RF
Desde su llegada al sillón presidencial, hace ahora dos años, Goirigolzarri ha tenido que batallar en dos frentes. En el puramente financiero, su éxito parece incontestable. En el primer semestre de 2014 Bankia no sólo ha logrado mejorar significativamente sus ingresos, sino que ha reducido su saldo de créditos dudosos y su tasa de morosidad. Además, ha iniciado la devolución de las ayudas públicas recibidas. Para ello ha tenido que abordar, por un lado, una dura reestructuración de la red de oficinas y de su plantilla que le permitiera una contención de gastos. Por otro, ha mejorado la generación de ingresos, tanto ordinarios como extraordinarios, como la plusvalía de 62 millones de euros que le reportó la venta de su participación en NH Hoteles. El pequeño “milagro financiero” operado en este semestre por el banco dirigido por Goirigolzarri, -quien recientemente fue presentado en un acto público como el “Cholo Simeone de la banca-” parece confirmar que el banco está recuperando la senda de la viabilidad.
En paralelo a la financiera, Bankia libra otra batalla, más dura si cabe, en el más intangible terreno de la reputación, la credibilidad y la confianza. El desafío es notable, dado el enorme descrédito en el que cayó la institución cuando se destaparon sus irregularidades. Las múltiples imputaciones (a día de hoy, hasta 33 personas vinculadas a la dirección de Bankia han sido llevadas ante la Audiencia Nacional por presuntos delitos societarios), no ayudan, como tampoco lo hacen las frecuentes noticias acerca de la lucha de los compradores de preferentes por sus derechos, o de la preocupación de los pequeños accionistas, que vieron desplomarse el valor de sus acciones. Estos factores lastran el buen trabajo en el área económica y echan por tierra los esfuerzos -no siempre atinados- que desde marketing se hacen por tratar de restituir la imagen de la institución. Tampoco es de extrañar que los perjudicados por esos casos vean ahora con cierta estupefacción (cuando no indignación) las nuevas campañas del banco en las que se apela a “Empezar por los principios”.
En el caso de Bankia, cuya trayectoria sea posiblemente la más agitada y cambiante de la historia de la banca española, se diría que cada nuevo día, semana o mes, puede ser propicio para un nuevo (e imprevisible) principio.
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