Jaizkibel: hay vida más allá de Chamberí

GASTRONOMÍA

El Barón de Piernalegre

 hay vida más allá de Chamberí

... y del barrio de Salamanca, de Tetúan, de Chamartín o de Centro. Sí, aunque la restauración urbana sufre un efecto centrípeto, tiende a concentrarse en zonas determinadas, como ha ocurrido en los últimos tiempos en “nuestra” zona de Ponzano  o más recientemente en lo que se ha venido a llamar “Costa Retiro”, existen excepciones, llaneros solitarios de la buena mesa, que surgen en los barrios periféricos y que se ganan la clientela por sus propios méritos y no por beneficiarse, por ejemplo, de un determinado tráfico en la zona en la que se localizan.

Estos periféricos urbanos, vamos a llamarlo así (otro capítulo es el de los situados en los alrededores de la ciudad), suelen (nunca hay reglas absolutas) tener un denominador común: producto de gran calidad y buen servicio. En general (insisto, siempre hay excepciones) no busques la cocina más vanguardista ni experimentos exóticos fuera de “la almendra” pero sí es fácil encontrar en este tipo de restaurantes una cocina más o menos tradicional, con concesiones vanguardistas en ocasiones pero siempre generosas en la calidad y cantidad de la materia prima. Ese es su signo de identidad.

Buenos ejemplos de este perfil pueden ser la conocida Cruz Blanca de Vallecas o el Jaizkibel, restaurante de Cipriano Sánchez, situado en una zona del popular barrio de San Blas en la que se mezclan pequeñas industrias y muchas oficinas y al que dedicamos estas líneas.

Estos periféricos urbanos, vamos a llamarlo así (otro capítulo es el de los situados en los alrededores de la ciudad), suelen tener un denominador común: producto de gran calidad y buen servicio

Una decoración acogedora (aquí no pegan los minimalismos), una suficiente separación entre mesas y, como señalaba al principio, un servicio excelente (tan eficaz como cordial) invitan de entrada al disfrute gastronómico de este restaurante que se define como “asador marinero”. Y en efecto, pescados y marisco dominan en la extensa carta aunque también hay hueco para la carne, desde el chuletón de buey gallego a la parrilla hasta el  solomillo de  ternera a la brasa, pasando por las chuletas de cabrito o el solomillo de corzo a las bayas de enebro.

Nosotros optamos por un menú marinero fundamentalmente. Arrancamos con unas espectaculares alcachofas rellenas de changurro, una combinación más que acertada; una ensalada templada de langosta a la que ponen el nombre de la casa pero que no está a la altura que cabría esperar; y, para cerrar los entrantes, unos chipirones de anzuelo encebollados sabrosísimos. Luego desfilaron por la mesa un generoso (pero se paga) lenguado del Cantábrico y unas cocochas de merluza al pil pil, platos que cubrieron perfectamente las expectativas en una casa que tiene a gala lo de servir el mejor pescado.

Para una próxima visita hemos dejado pendiente de probar alguna de las cuatro modalidades en las que sirven el bacalao o sus peculiares arroces. La oferta de postres es tan amplia como la de pescados (hasta doce opciones) y en ella destacan los canutillos de queso Idiazábal y la pantxineta, tarta vasca tradicional.

Ambiciosa la carta de vinos aunque les faltaba la primera referencia que pidió nuestro exigente enólogo y nos conformamos, es un decir, con un Valtravieso crianza de 2015 que contribuyó al éxito (insisto, que se paga) de esta excursión al extrarradio… si me permiten la exageración.

Jaizkibel

Albasanz 67. Madrid

Tfno: 913 04 16 41

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