No diga paisaje, diga Pissarro

ARTE

Javier de la Nava
Profesor del CEF.-

No diga paisaje, diga Pissarro
"Marne". (Cortesía del Museo Thyssen Bornemisza)

A lo largo del presente siglo XXI, Madrid, con el Museo Thyssen-Bornemisza como buque insignia, se ha convertido en la capital del Impresionismo. Y precisamente esta pinacoteca acoge desde el pasado 4 de junio la primera exposición monográfica en España de Camille Pissarro. La importancia de este artista dentro de la Historia del Arte es doble: profesor e introductor a la pintura de grandes genios como Gaugin o Cézanne, en cuyas obras dejó impresa su técnica, y pintor con innovadoras características propias.

Jacob Abraham Camille Pissarro nació en Saint Thomas el 10 de julio de 1830. Hijo de  un judío sefardí portugués de Braganza que años antes había emigrado junto a su familia a las cercanías de Burdeos. Su madre, Rachel Manzano-Pomié, era dominicana lo que le aportó al joven Camille una gran pasión por el color. La férrea oposición de sus padres a que se convirtiese en artista, provocó que  abandonara su hogar y viajara a Venezuela en 1852, acompañando a su maestro, el pintor danés Fritz Melbye. En Caracas se dedicó plenamente a la pintura, realizando paisajes y escenas de costumbres, que posteriormente aportaron un tono de colorismo latinoamericano al conjunto de su obra. En 1855 se trasladó a París, donde asistió a la Escuela de Bellas Artes en la que años después impartiría clases. Estudió con el paisajista francés Camille Corot y trabó profunda amistad con Cézanne y especialmente  con  Monet, con quien coincidió en Londres. Junto con Pisarro, aquéllos se consideran los padres putativos del Impresionismo al proceder de la Escuela de Barbizon germen del estilo pictórico. Se le considera, junto a Monet y Alfred Sisley, uno de los impresionistas puros, diferenciándose del grupo de los "problemáticos" (Renoir, Degas, Cezanne).

Próximo al anarquismo radical, plasmó en su obra  el trabajo del campesino y la silueta de fábricas y chimeneas, lo que llevaría a interpretar en términos políticos y sociales algunas de sus composiciones. Pero Pissarro no realizó alegatos políticos a través de sus pinturas, que no están contaminadas por ningún fanatismo fuera del propio servicio al Arte con mayúsculas. Sí podemos afirmar con rotundidad que pintó e introdujo en la obra de muchos de sus colegas, la vida rural francesa. Al escapar de la Guerra Franco-prusiana, (1870-1871) residió en Inglaterra, donde estudió las técnicas paisajísticas de William Turner.

Próximo al anarquismo radical, plasmó en su obra  el trabajo del campesino y la silueta de fábricas y chimeneas

Al volver a Francia, participó activamente en la creación del grupo impresionista. La gran precisión del dibujo, la serenidad escénica, su armoniosa composición y el dominio de la luz, el color y las sombras, son apreciables en sus cuadros. Al plasmar el paisaje, su trasgresión respecto a estructuras románticas de naturaleza panteísta o salvaje, le llevaron a ser demonizado artísticamente, al mostrar el territorio bajo formas antropomórficas provocada por el trabajo. Así, el paisaje real adquiere sesgos antinaturales producto de la intervención de la mano del hombre. 

Con más de 70 obras, esta exposición busca restaurar la reputación artística de Pissarro, presentándolo como uno de los grandes pioneros del arte moderno. El paisaje, género que domina su producción, centra el recorrido por lugares donde residió y pintó: pueblos como Éragny, Pontoise  o Louveciennes; pero también ciudades como París, Londres o La Haya.  La pincelada, los matices de la luz  y los cambios cromáticos nos hacen apreciar un entorno estéticamente distinto. Por eso, no diga paisaje, diga Pissarro.

Museo Thyssen-Bornemisza
Pissarro
Del 4 de junio al 15 de septiembre de 2013