La rebelión de las maquinas

MOTOR

Maximino González Barfaluy
Miembro de la ACEF.- UDIMA

La rebelión de las máquinas
Hong LI. 123rf

Bienvenidos al nuevo curso escolar, que comenzamos en este septiembre. Y lo empezamos con un tema nuevo, aunque relacionado con otros temas tratados anteriormente: los vehículos autónomos, que paulatinamente van ocupando sitio en el mercado.

Estos vehículos van de la mano de otras tecnologías en constante desarrollo como láseres, radares o la navegación GPS. El funcionamiento dentro de la complejidad tecnológica es muy simple: marcamos un destino y el vehículo hace absolutamente todo. Elige la ruta mejor según el tráfico, frena, acelera, y se ocupa de todo relacionado con la conducción.

Como todo, es un proceso lento que nos van implantando gradualmente; hace años que los vehículos nos aportan tecnologías para hacernos la vida más cómoda. Limpiaparabrisas que se conectan solos, luces automáticas, sensores de aparcamiento, control de velocidad de crucero y una larga lista de ayudas.

Como es lógico, toda ayuda a la conducción está bien mirada, pero tiene un lado oscuro, y de ello quiero tratar, aunque ya anteriormente he expresado mis reticencias a algunos de estos sistemas. Creo que todos estos medios nos hacen más vulnerables al riesgo implícito que tiene circular con un vehículo, ya que en mi humilde opinión nos atontan, despreocupándonos de cosas y generando distracciones contrarias a la conducción, al dar por hecho que el vehículo responderá por nosotros hagamos lo que hagamos.

Es uno de los factores que provoca que cada vez más gente circule consultando el móvil, leyendo, o simplemente con las luces diurnas en plena noche, al olvidarse de poner las luces al caer el sol. Ahora todo esto según unos estará completamente solucionado y según otros (entre ellos me incluyo) aumentará la desidia del conductor.

El concepto de vehículo autónomo va aún más allá de estas menudencias. En estos coches sí que no existe voluntad del conductor, con lo cual podríamos ir literalmente durmiendo y el vehículo seguiría hasta destino de igual manera.

La ayuda a la conducción está bien mirada, pero tiene un lado oscuro

El caso es que estos vehículos ya se han estrenado en el casillero de fallecimientos; ha sido un gran fan de estos coches, estadounidense; y como todo va unido, no le faltaba tener un canal en YouTube para su promoción. Según parece el 7 de mayo murió al estrellarse con un camión mientras veía Harry Potter, algo que debe ser imprescindible para ser un buen conductor. Esto genera grandes problemas morales: ¿a quién se responsabilizar del accidente? Igualmente, en caso de  inevitabilidad de un accidente, ¿quién decide cómo responder?

Supongamos que un vehículo autónomo atraviesa un cruce, en el que va a impactar con otro vehículo. Tiene varias opciones: una impactar contra el vehículo y otra esquivarlo, pero al evitarlo ha de decidir si subir a una acera con peatones o caer por un terraplén. La decisión debería tomarla el conductor, y en caso de elegir una poco acertada será el responsable de la decisión. En este tipo de vehículos ¿a quién se da prioridad? A un niño, a un perro, a una farola. Es más, probablemente estemos viendo nuestra serie favorita mientras se produzca el incidente, con lo cual con suerte sabremos qué ha pasado a posteriori, sin poder argumentar nada.

¿De verdad somos tan vagos, tan negligentes e indiferentes a todo lo que nos rodea que necesitamos abstenernos de toda responsabilidad y capacidad de decisión? Sin duda esta tecnología llegará, pero la verdad espero que lo más tarde posible, y aunque sea una tarea fatigosa (incluso piensen en la cantidad de puestos de trabajo que se perderían, taxistas, camioneros, choferes…) creo que cada uno tiene que asumir su responsabilidad en esta vida para intentar salvar las vidas de otros.

Un saludo conductores.