Y si... La relevancia del gestor de riesgos

Fichas de madera en efecto dominó

Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.

Economía

El refranero español está repleto de advertencias. Múltiples son las llamadas a la prudencia que encierran los dichos populares. La economía, micro y macro, es un campo especialmente fértil para sembrar y ver crecer la aplicación práctica de aquellos. Durante las primeras semanas de cada ejercicio los medios de comunicación especializados reparten sus espacios entre previsiones para el año recién inaugurado y análisis sobre el balance del recién clausurado. O incluso combinan ambos objetivos. Con el paso de los meses, el catastrofismo admonitorio no se materializa, ni tampoco algunos optimismos desaforados.

A principios del pasado 2022, pocos advertían sobre una guerra que hizo su brutal aparición antes de llegar la primavera. A partir de ahí, los miedos se desataron y algunos se materializaron: desabastecimiento energético, subida de precios de materias primas, etc. A lo largo de la historia económica estas situaciones imprevistas, o casi, han generado suculentos negocios al hilo de especulaciones más o menos encubiertas y quienes han sufrido el devastador efecto multiplicador de las desigualdades. Resulta obsceno comprobar que la gran tragedia humana que supone una confrontación bélica abona ingentes beneficios y multiplica fortunas.

Cuando volatilidad e incertidumbre aparecen y desaparecen, el futuro es impredecible. En muchos casos es el preludio de pérdidas y hace que se pospongan sine die decisiones fundamentales para el país o la empresa.

En el entorno empresarial adquiere especial relevancia el ejecutivo responsable del control de riesgos. El mismo debe conocer en profundidad los factores que afectan al negocio de la compañía, ordenarlos según la gravedad de su impacto y establecer planes de contingencia a ponerse en marcha a medida que aumente la probabilidad de ocurrencia de dichos factores.

Semánticamente la palabra riesgo se define como “posibilidad de pérdida”. En la actualidad, y más en la actual coyuntura, son muchos los factores de riesgo que inciden en la estrategia global del negocio. Aspectos coyunturales y estructurales se enlazan y dan lugar a situaciones sin precedentes. Cada empresa debería elaborar su propio mapa de riesgos, foto fija que debe revisarse frecuentemente. Establecido el mapa se derivarán las primeras decisiones a tomar, entre otras, la necesidad de contratar expertos cuyos perfiles encierran no solo aspectos técnicos, legales e incluso emocionales. Son necesarios niveles específicos de formación y experiencia a la hora de evitar que la empresa caiga en imprevistos terrenos pantanosos derivados de circunstancias ajenas.

La alta dirección de la compañía debe ser consciente de los nuevos riesgos que hasta hace relativamente poco no existían o caían en la economía-ficción. La actual coyuntura va más allá de la incertidumbre geopolítica y de un inestable crecimiento económico, cuya consecuencia directa es la desigualdad. Esta se manifiesta inicialmente en modificaciones de las tendencias de consumo, pero puede desembocar en procesos de inestabilidad social.

En España, los análisis se centran en gravar las rentas más altas, condición necesaria pero no suficiente para el equilibrio distributivo. A este, más que políticas impositivas a escala de Estado a lo Robin Hood, dar a los pobres lo que se quita a los ricos, contribuyen eficazmente políticas retributivas empresariales como la vía suiza, por ley ningún directivo puede ganar más de doce veces el salario más bajo.

Otros nuevos riesgos han aparecido como el robo de datos y la ciberdelincuencia, apalancadas en haberse convertido la red en herramienta indispensable en nuestras vidas. Combatir aquellos ha pasado de necesidad a obligación, ya seamos particulares, empresas, instituciones o gobiernos. Cada ámbito requiere inversiones en protección, colaboración público-privada y formación para acrecentar nuestra protección pues todos estamos expuestos. La transformación digital de la sociedad ha multiplicado los fraudes y estafas financieros. Las empresas deben organizarse internamente para tratar de cuantificar los riesgos de ocurrencia y contar con especialistas cuya coordinación es vital a la hora de anticipar, prevenir, gestionar o evitar cualquier factor que le afecte.

El análisis coste-beneficio resulta de especial trascendencia. Las grandes empresas conocen en mayor medida que las medianas y pequeñas lo que cuesta la información necesaria para evitar pérdidas, además de las coberturas de seguros que pudieran aliviar situaciones extremas.

Los comités de dirección y los empresarios en muchas ocasiones no han concedido importancia a “las pérdidas evitadas”, como otra forma de beneficios. De ahí la conveniencia, como indica la legislación correspondiente, de reflejar a través de informaciones adicionales a los balances todas las características. Una primera aproximación a la trascendencia de los riesgos sería plantearse “Y si...”.