Trump y la economía
Juan José Pintado
Profesor de Economía del CEF.- UDIMA
Rwlinder. Rgbstock
Parece claro que lo que escribe Trump en sus tuits hay que tomarlo en serio. No caben esperanzas de que abandone su extremismo. Algunos han comenzado a tener miedo de elevar sus voces, ante la amenaza de lo que les podría ocurrir a ellos, o a la cotización de sus acciones, si se convirtieran en el blanco de un tuit del presidente.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su informe de enero Perspectivas Económicas Mundiales, ha revisado al alza sus previsiones de crecimiento de Estados Unidos en una y cuatro décimas para 2017 (2,3%) y 2018 (2,5) por las políticas que implantará el presidente electo.
El FMI prevé estímulos fiscales a corto plazo, y una aceleración en la normalización de la política monetaria, por lo que vaticina que el incremento de la demanda por el lado público “agudice” las presiones inflacionistas, obligando a la Reserva Federal a acelerar el ritmo de subidas de tipos de interés.
Se vislumbra un elemento que podría generar “un tirón” de la demanda en USA, que no es en absoluto innovador, y que históricamente ha sido empleado por la administración republicana: y es que parece que suenan “tambores militares”.
A la voz de “tenemos que empezar a ganar guerras”, Trump ha pedido a su administración la preparación de un presupuesto con un aumento de 54.000 millones de dólares (9,3%) en los gastos de defensa. Esta subida récord sería compensada con un plan de recortes general, muy duro con el capítulo de ayudas exteriores. Eso sí, intentando evitar disminuir los gastos políticamente más sensibles: pensiones y asistencia sanitaria.
Según el nuevo presidente, “antes decíamos que Estados Unidos jamás perdía una guerra, ahora no ganamos ninguna. Es inaceptable”. Quiere fortalecer la primacía militar, dando un salto en defensa que no se veía desde 2008, al final de la era Bush, con el conflicto de Irak y Afganistán.
Trump ha despreciado públicamente el tratado de limitación de armas nucleares con Rusia y ha anunciado que desea ampliar el arsenal atómico: “soy el primero que querría ver al mundo sin armas, pero no podemos quedarnos por detrás de ningún país, aunque sea amigo. Nosotros tenemos que estar a la cabeza de la manada”.
En sus promesas electorales incluía aumentar un 10% las tropas de tierra y un 25% los navíos y submarinos, y no es sólo una forma de patriotismo. El multimillonario republicano siempre la ha vinculado a la prosperidad económica: “reforzar el sector militar es barato. Estamos comprando paz y afianzando nuestra seguridad nacional. Además es un buen negocio. ¿Quién construirá los aviones y barcos? Trabajadores americanos”.
Las medidas proteccionistas son una amenaza muy grave que afectará, sobre todo a corto plazo, a algunas economías emergentes
La propuesta no estará lista hasta mediados de marzo y se iniciará la batalla legislativa. La oferta del presidente es atractiva para los conservadores. Al aumento del presupuesto militar quiere añadir una bajada general de impuestos, el desmantelamiento de la reforma sanitaria (Obamacare) y una desregulación financiera intensa.
Realmente, la articulación de estas medidas puede ser explosiva. La promesa de eliminar la reforma sanitaria ha quedado congelada. La constatación de que suprimirla afectaría a 22 millones de personas y dispararía el déficit fiscal en 353.000 millones de dólares en 10 años, ha dado paso a la necesidad de otras alternativas racionales.
Sus medidas proteccionistas son una amenaza muy grave que afectará, sobre todo a corto plazo, a algunas economías emergentes, especialmente a México, que ve reducirse en seis décimas sus previsiones de crecimiento para 2017 y 2018.
Según el Banco Mundial los estímulos fiscales prometidos por Trump podrían acelerar el crecimiento económico en 2017, pero la implantación de esas políticas proteccionistas podría provocar el efecto contrario a medio y largo plazo.