La Humanidades, necesarias
Álvaro de Diego González
Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad a Distancia de Madrid-UDIMA
Lusi. Rgbstock
El debate sobre las Humanidades tiene en nuestro país algo de catastrofista y mucho de recurrente. Sin embargo, gozan de buena salud si consideramos el peso de su presencia en los distintos planes de Grado. Incluso en instituciones on-line como la UDIMA se hacen aún más necesarias. Como saberes interdisciplinares articulan un concepto necesario de la dignidad del ser humano y un relato consecuente del conocimiento científico. De hecho, el propio Ortega y Gasset, tras su primer contacto con la universidad alemana, se decantó por estudiar filosofía. Le movía la reflexión sobre los conceptos básicos de la ciencia, el acercamiento a una visión sistemática de la realidad, la ordenación que engendra el saber auténtico. A despecho de quienes desprecian las “letras”, el maestro de Ortega en Marburgo, Hermann Cohen, había fijado como ciencia modelo de estas la física matemática. Física, por hacer de la realidad su objeto de estudio; matemática, por concitar el mayor rigor metodológico.
Asumiendo la debacle derivada del desastre del 98, el filósofo salta a la palestra con una consigna: la europeización. Su primer empeño es el de definir Europa, que se eleva a categoría ideal. Europa es nada menos que la ciencia y el programa reformador que el país demanda es, en esencia, de corte educativo. La solución para España vendrá de la mano de la cultura, de una tarea exigente de fijar principios éticos ideales y renunciar a siglos de espontaneidad, que Ortega sintetiza en una expresión hoy políticamente incorrecta: "africanismo".
Quizá, por ello, uno de los conceptos más importantes del filósofo sea el de "razón histórica", que alude a una nueva sistemática de indagación en la realidad. Ese nuevo método, que es humanístico, lo expondrá definitivamente en Historia como sistema (1935), donde afirmará que "(...) el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene... historia". Ortega se atreve a rebatir al maestro Cohen: "La razón histórica es, pues, ratio, logos, rigoroso concepto. Conviene que sobre esto no se suscite la menor duda. Al oponerla a la razón físico-matemática no se trata de conceder permisos de irracionalismo. Al contrario, la razón histórica es aún más racional que la física, más rigorosa, más exigente que ésta".
Las Humanidades se hacen precisas, pues, como base para el cultivo de cualquier disciplina específica. Es probable que Bolonia haya puesto el acento en la reforma de los títulos, antes que en el impulso a la investigación, que es lo que verdaderamente los sustenta. Ahora bien, no es menos cierto que hasta en las más prestigiosas escuelas de negocio se ha introducido la formación humanística. Resulta indisociable de claves como el liderazgo y el emprendimiento.
Las Humanidades representan el verdadero amor intelectual a la realidad
Ese era el objetivo que movió al filósofo británico Anthony C. Grayling a fundar, en 2012, el elitista New College of Humanities. A este ateo confeso le sorprendía que la apuesta radical por las materias STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) y el management olvidara que la educación, ante todo, debe proporcionar alimento para la configuración del ser humano. A fin de cuentas, cualquier científico o directivo de empresa debieran ser conscientes de la influencia que sus decisiones tendrán en la sociedad y las personas.
Muchos empleadores, además, buscan hoy mentes creativas, con espíritu crítico y competencia para realizar análisis globales. Como ha señalado Antonio Alvar, catedrático de Filología y ex presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, la universidad no ha de formar tanto profesionales, cuanto “gente capacitada para resolver problemas abstractos y con hábito de trabajo intelectual”. En un mundo tan cambiante, la especialización puede (y debe) fortalecerse en el postgrado, sin olvidar que transformaciones como la tecnológica hacen ya de la vida laboral una capacitación continua.
De ahí que junto a la formación técnica, las Humanidades recuperen su importancia en lo académico. Laín Entralgo, en su Universidad como empresa, destacó que ha de caracterizar a esta, en primer lugar, el amor intelectual a la realidad. La curiosidad comporta la transversalidad de los saberes, que fue el gran ideal del hombre renacentista. ¿Y qué son las Humanidades sino una tentativa de comprensión completa del cosmos? En la misma línea había alertado Ortega contra una “deplorable” tendencia del hombre de ciencia de su tiempo: “Un bárbaro que sabe mucho de una cosa”. Muy por el contrario, reivindicaba una “especialización” distinta, la del “talento integrador” capaz de concentrarse precisamente “en la construcción de una totalidad”, en aportar una perspectiva de conjunto.
En una democracia avanzada la educación superior ha de atender a las habilidades técnicas. Pero solo un acercamiento interdisciplinar permite el esclarecimiento de la potencialidad de la persona y la comprensión del mundo globalizado en el que esta se desenvuelve. Las Humanidades representan el verdadero amor intelectual a la realidad. Sin ellas nos encontraríamos tan desvalidos como el historiador Apiano describió a la Roma que se enfrentaba con los piratas: en una "guerra sin reglas y entre la niebla".
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