AMAZÔNIA. Un compromiso con la Humanidad

Sebastiäo Salgado

Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.

Ocio y cultura

Cerca de cumplir ochenta años, Sebastiäo Salgado nos coloca ante el espejo del compromiso medioambiental, con la exposición AMAZÔNIA. Hasta el 14 de enero se puede contemplar en la Sala de Exposiciones del Centro Cultural de la Villa de Madrid. Comisariada por su esposa Lélia Wanick, muestra la sublime belleza del pulmón del planeta y su frágil situación y necesidad de defenderla ante la amenazadora devastación. Salgado no lamenta el 18 % de la superficie perdida, “por el bien de la humanidad el 82 % de la mayor concentración mundial de agua dulce debe preservarse”, afirma.

A lo largo de siete años, el fotógrafo recorrió la inmensidad de la selva amazónica, “una vasta alfombra verde decorada con las líneas serpenteantes y rizadas de los ríos que se mueven lentamente”, señala entusiasmado en la presentación. Añade que allí uno se encuentra con la prehistoria de la humanidad, con el Homo sapiens que habita este lugar desde hace 40.000 años, o con descendientes de los incas primitivos empujados hacia la selva por la colonización de sus asentamientos originales. Más de 310.000 indígenas se agrupan en 1.800 comunidades diseminadas por todo el área y sufren la ambiciosa presión de intereses comerciales y financieros centrados en su explotación.

Nacido en el seno de una acaudalada familia de terratenientes, trabajó como economista en la Organización Internacional del Café. Pero la vocación de fotógrafo corría por sus venas. Primero en solitario y más tarde integrado en las agencias Magnum y Gamma, sus retratos de los más bellos parajes de la Tierra, pero también de las mayores atrocidades realizadas por el hombre contra sus semejantes y contra el entorno, le han convertido en leyenda viva del periodismo gráfico. En sus trabajos ha denunciado las barbaridades y los atropellos cometidos. Su activismo social justifica los múltiples premios y reconocimientos logrados a lo largo de las últimas cinco décadas. Conservo desde hace un cuarto de siglo unos reportajes publicados en El País Semanal bajo el título “Arqueología industrial”. Las impactantes fotos en blanco y negro recogen la dura existencia de miles de personas, desde los cincuenta mil garimpeiros (buscadores de oro) de Sierra Pelada, los héroes de la caña en Cuba, o los labradores del mar, hombres y mujeres de las rías gallegas que sacan con enorme sacrificio los frutos del mar.

En las diferentes secciones de la exposición que hasta el 14 de enero se puede ver, ya contemplada por dos millones de personas en diversas capitales, observamos la inmensidad de la selva desde el aire; los gigantes arbóreos cuyas ramificaciones evitan el paso de la luz; extraordinarios fenómenos naturales como los “ríos voladores”, producto de la evaporación del agua por el medio millón de árboles de la región; o las impresionantes formaciones de nubes que generan espectaculares tormentas, produciéndose así el ciclo vital de la transformación natural. Pero lo que atrapa en mayor medida nuestra atención son los retratos de la población indígena. Ojos que nos interpelan en la distancia y nos colocan ante un espejo que refleja miles de años entre luces y sombras, profundidades que únicamente sensibles ojos fotográficos como los de Salgado pueden captar, con dedicación y determinación, con su compromiso.

Cautivantes imágenes en blanco y negro, con infinitos tonos grises, permiten al visitante adentrarse en la exuberante vegetación y poco a poco descubrir y empaparse del espíritu de la Amazonía y de sus habitantes. En las salas en penumbra, los sonidos y la música apelan a los sentidos. La banda sonora de la exposición ha sido creada por el músico Jean-Michel Jarre, cuyas notas se mezclan armoniosamente con el canto de los pájaros, el zumbido de los insectos, el susurro del viento entre los árboles y el dulce sonido de los arroyos. De la contemplación extasiada pasamos al estremecimiento y temblamos ante los truenos, el rugido de los felinos o los desgarradores aullidos de los monos.

Cercanos y afables, Lélia y Sebastiäo, ambos se complementan y su testimonio es conjunto, nos cuentan que detrás de cada foto hay una historia. Miles de historias plagadas de sentimientos y emociones, de las cuales han sido testigos. Humildemente señalan que todo cuanto han realizado estos años se debe al alma viajera del fotógrafo, “tal vez alguno de los premios sean consecuencia de ser una de las personas del planeta que más ha caminado”, comenta divertido. Se considera invadido por un espíritu medieval, propio de aquellos seres que iban de aldea en aldea movidos por la curiosidad, con ganas de apreciar y sentir cosas nuevas. “Ese es el secreto de los reporteros: descubrir, conocer y transmitir”. Muy serio, resalta que las imágenes captadas con nuestros móviles no son fotografías, “estas se pueden tocar, guardar y disfrutar, amar en suma, lo del móvil es efímero y superficial”. Asume que sus obras gráficas son barrocas, tal vez por haber nacido en el estado de Minas Gerais, el más barroco del Brasil federal.

AMAZÔNIA es mucho más que una exposición, es una declaración de amor a la humanidad. Salgado quiere contribuir a una mayor conciencia y preocupación por el cuidado del planeta, “una foto no cambia las perversas inclinaciones del mundo, eso solo lo puede hacer el trabajo conjunto de personas y organizaciones concienciadas por hacer un planeta mejor”. Este debería ser nuestro compromiso como seres humanos.