Con Berlanga a través del imperio austrohúngaro

Rollo de película

Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.

Lo+social

Un 12 de junio de 1921, en el seno de una familia campesino-burguesa, nació en Valencia Luis García Berlanga. José, su padre, fundó el partido de centro izquierda Unión Republicana, de la que fue diputado. Al iniciarse la guerra civil, amenazado por los anarquistas, se exilió en Tánger, donde fue detenido por espías franquistas y más tarde condenado a muerte. Luis se alistó en la División Azul con el fin de salvar a su padre, a quien años después conmutaron la pena por cadena perpetua. En su decisión, según comentó, también influyeron su deseo de aventuras e impresionar a una chica. De Rusia se trajo el frío, el hambre y el miedo a la muerte, recuerdos que le acompañarían a lo largo de su vida, así como una entrañable amistad con el actor Luis Ciges.

Al regresar, se matriculó en Filosofía y Letras pero ya tenía el gusanillo de la escritura y el cine. La película Don Quijote (1933) de Pabst le señaló su futuro. En el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC) conoció y entabló amistad con Juan Antonio Bardem. Ambos, junto a otros compañeros, crearon Altamira, productora que quería realizar un cine poético con ribetes sociales influenciado por Rosellini y de Sica. Aunque reconocía no saber nada de lentes, innovó la industria cinematográfica con sus famosos “planos secuencia” que justificaba por su pereza y pura vaguería.

Esa pareja feliz (1951), codirigida con Bardem, su primer largometraje, plantea la amarga realidad social de posguerra. En 1960 se encontró con el guionista Rafael Azcona, vital en su carrera, con quien trabajó en diez de sus diecisiete películas. La primera fue Plácido (1961), candidata al Óscar a la mejor película de habla no inglesa. El humor disparatado de Berlanga se combinó con la mirada ácida de Azcona en unas tragedias grotescas, mezcla de costumbrismo y humor negro. Aunque parece sencillo, resulta muy difícil convertir relatos en obras maestras.

Con estilo único, inesperado e insólito, pero verosímil, enlazó las tradiciones culturales hispanas con lo mejor del cine mundial. Influenciado por Valle-Inclán, Arniches y los populares sainetes, retrató la historia española reciente y reflejó la idiosincrasia española y de nuestros gobernantes, sus miserias y grandezas. Por contar las penurias de sus habitantes con guasa e ironía se le tachó de subversivo. Su carácter transgresor le hizo chocar a menudo con una censura a la que trató de esquivar con situaciones y diálogos de inteligente contralectura. Así, sacó adelante proyectos tan atrevidos como Los jueves, milagro (1957), “las restricciones me impedían desarrollar una profesión de la que vivía”, dificultades acrecentadas con una escasa financiación e imposiciones por parte de los productores.

Reconocido erotómano, su obra está impregnada por un velado y sutil erotismo, género narrativo núcleo de la colección La sonrisa vertical que dirigió. Supersticioso y maniático se refugiaba en una soledad a la que, contradictoriamente, amaba tanto como a la conversación, “me psicoanalicé por tímido y me ha quedado una verborrea inagotable que actúa como barrera para evitar que otros penetren en mi espacio más íntimo”. Con el tiempo, esa verborrea se volvió enmarañada y perdió memoria de forma acelerada, “esto sí que es una censura, pero a lo bestia” decía. El cansancio era evidente en su último film París Tombuctú (1999). Su salud se deterioró y el 13 de noviembre de 2010 falleció el cineasta que retrató nuestras luces y sombras sociológicas.

La inclusión del término “berlanguiano” en el Diccionario de la RAE significa reconocer a una figura irrepetible en nuestra cultura, su especial manera de ver la vida, mucho humor, profunda humanidad y jocoso pesimismo. Con insólitos planteamientos atrapó al espectador. Con talento, Berlanga invitaba a reflexionar de modo divertido pero sereno, cómico pero irónico, grato pero amargo. En sus producciones siempre había alguien que mencionaba al Imperio austrohúngaro, “me di cuenta que aparecía en mis dos primeras películas y como funcionaron bien decidí convertirlo en un fetiche”.

En septiembre se pudo visitar en Madrid la exposición “Berlanguiano. Luis García Berlanga (1921-2021)”, organizada por la Academia de Cine, que desde el 8 de febrero, coincidiendo con la entrega de los Premios Goya 2022 y hasta el 12 de junio del próximo año se podrá contemplar en Valencia. Esta enciclopedia audiovisual a través de la obra del director cinematográfico que narró con brillante e inteligente humor el esperpento nacional, será posible gracias a la colaboración de la Fundació Per Amor A l'Art y se celebrará en Bombas Gens, antigua fábrica de bombas hidráulicas. Si pueden, no se la pierdan.