El cambio del huso horario en España

Reloj y hojas otoñales

Uxío Prego Montón
Escala Superior de Informática de la Universidad de La Rioja.

Ciencia

Al principio estaba la oscuridad, y de la oscuridad nacieron los cielos. De los cielos nacieron primero las tierras y después los mares. Las plantas y los animales prosperaron.

Apareció la humanidad y se armó para combatir a los cielos y a los mares, victoriosa sobre los cielos y las bestias, y siempre derrotada por los mares, pudo reclamar para sí las tierras y comerciar con ellas y con sus frutos.

El día y la noche gobernaban el ritmo de las personas. Grandes civilizaciones aparecieron y las personas pudieron comenzar a dedicarse a observar el cielo y escribir sus observaciones.

El sol fue venerado por todas las civilizaciones por ser una de las necesidades para que los cultivos prosperasen.

El descubrimiento de los hidrocarburos marginalizó la veneración por el sol. La necesidad de coordinar el ferrocarril y las diferentes ciudades llevó a que el estado nación dictase que todos los lugares tuvieran la misma hora, la hora oficial, con la única excepción del establecimiento de diferentes zonas horarias que corrigen la curvatura de la esfera terrestre.

Usted quizá no se acuerde, pero cuando no había actividad volcánica en España, ni guerra en Europa, ni pandemia en el mundo, ciertos grupos de presión hacían progresos hacia su objetivo de hacer permanente el horario de verano en España, tanto en verano como en invierno.

La decisión correcta no es hacer permanente el horario de verano, sino el de invierno, como paso previo a la supresión de la hora oficial en el futuro lejano para regresar al uso de la hora civil del lugar, que ha sido la que se había usado siempre hasta la invención del ferrocarril pero que ya no es esencialmente necesaria desde la revolución digital.

Con pocas excepciones, la civilización occidental registra sistemáticamente la posición de todas las personas y autómatas en todas las tierras, en determinados casos con precisión decimétrica. La astronomía local está, afortunadamente para todos, lo suficientemente estable como para que cualquier persona pueda saber a través de un sencillo cálculo cuál es la hora civil del lugar, esto es, la hora en los términos en que a mediodía el sol está en el cenit, su máxima altura, en un lugar cualquiera.

Lo importante no es a qué hora ocurren las cosas, eso no interesa a nadie, solo parece importante por una ilusión, por costumbre. A la gente lo que le importa es cuándo y dónde ocurren las cosas: a los que les gusta llegar pronto, para llegar pronto; a los que les gusta llegar tarde, para llegar tarde; y a los pocos locos que piensan que es posible llegar en el momento exacto, para seguir llegando tarde.

¿Tiene sentido, cuando tanta tecnología de geoposicionamiento está disponible, seguir utilizando un sistema para gestionar el tiempo basado en la convención en vez de en la posición?

Tarde o temprano los cielos, las tierras y los mares estarán pobladas por grandes flotas de agentes artificiales. Esto es un proceso que ya ha comenzado, y de hecho en los tres elementos. Es previsible que durante mucho tiempo su principal fuente de energía vaya a seguir siendo el sol. Mientras eso sea así, seguramente muchos de ellos tengan que vigilar mucho la energía que gastan durante la noche. Aunque funcionarán programados con un reloj que vuelve a cero y pasa al día siguiente más o menos cuando el sol está en la máxima altura en Labasa (Fiji), estarán programados también para saber perfectamente en todo momento, para cualquier lugar, cuáles serán la altura y el acimut del sol, y en qué momento del día estará en el cenit. Quizás para perseguirlo, desde luego para maximizar recarga energética, y con veneración por sus creadores, que sin embargo utilizan la hora que decidieron sus antepasados para solucionar un problema que ahora tiene nuevas soluciones.

Naturalmente, nadie espera que usted, con la cabeza bien amueblada y sus conexiones neuronales ya perfectamente cristalizadas, se descargue en su dispositivo móvil una aplicación que reemplace la hora oficial por la hora civil del lugar.

Sin embargo, usted debe estar preparado para que, en la sociedad siempre individualista (y cada vez más, y ahora aceleradamente) en la que vivimos, jóvenes le pregunten cómo es posible que haya que usar obligatoriamente la hora oficial en todas partes, cuando la complejidad de coordinar personas a grandes distancias puede ser ahora gestionada por dispositivos tecnológicos cuando además tal cosa trastocaría menos los ritmos circadianos de las personas.

Usted le podrá decir muchas cosas, que para el joven se resumirán en dos palabras: “viejas tradiciones”.

Llegará un día en que todo el mundo, hasta los más mayores, será nativo digital. Espere usted con preparación este momento, porque entonces muchas cosas cambiarán.