El día que (pensábamos) nunca llegaría
Patricia López Escudero
Preparación de la oposición a Técnico de Hacienda en el CEF.
Miembro de la ACEF.
El pasado día 1 de octubre fue uno de esos días que los opositores muchas veces habíamos idealizado e imaginado alguna vez, con más o menos optimismo. El escenario fue el Teatro Amaya, junto a la sede del CEF, donde se entregaron los diplomas de másteres y oposiciones a los alumnos del CEF.
Como digo, seguro que muchos opositores como yo, en momentos de estudio, cuando nuestro estado de “desesperación” era más o menos elevado, nos permitíamos ponernos a pensar durante unos minutos, a modo de automotivación, y visualizábamos ese momento en que recibiríamos la noticia de nuestro aprobado. Visualizábamos, quizás, llantos de emoción, reconocimientos, felicitaciones, celebraciones… Todo lo cual podría producirse en un instante incierto en el tiempo y que -por qué no decir- era estadísticamente improbable.
En estas líneas voy a intentar expresar lo que supuso para nosotros los opositores esta ceremonia de entrega de diplomas.
El acto dio comienzo a las 19 horas y contó con intervenciones especialmente dirigidas a los alumnos de másteres y de oposiciones. Además de los discursos de Arturo de las Heras y Puy Abril, que presentó el evento, participaron también una alumna del Máster de Tributación y Luis Bravo Casado, socio del despacho Cuatrecasas. En nuestro caso, nos representó nuestra compañera opositora -y ahora inspectora de seguros- Patricia Diez Busto, que pronunció un discurso muy emotivo con el que todos nos sentíamos identificados de un modo u otro.
Sentados en las butacas del teatro nos encontrábamos alumnos que hemos preparado en el CEF oposiciones tan duras como Inspección de Hacienda, Técnicos de Hacienda, Inspectores de Trabajo, Subinspectores de Empleo, Interventores de la Seguridad Social, Interventores y Auditores del Estado, Inspectores de Entidades de Crédito, Gestión Procesal y Administrativa etc.
Mi sentimiento personal en esos instantes (y me atrevo a decir, semejante en todos nosotros) fue de felicidad, satisfacción y recuerdo de todos y cada uno de los días de mi vida como opositora. Para todos han sido años muy difíciles en los que ha habido altibajos, porque no hay triunfo sin sufrimiento, ni éxito sin esfuerzo… Y todos nosotros lo sabemos.
Durante varios años nos propusimos luchar… y luchamos, sobre todo, contra nosotros mismos. Nos pusimos a prueba intentando memorizar textos legales, comprender supuestos, analizar casos… todo ello a cambio de renunciar a otras muchas cosas que hubieran sido más apetecibles. Porque la mayoría de nosotros somos gente joven, con innumerables alternativas de ocio en nuestro entorno. Y sin embargo, un buen día nos pusimos una meta: aprobar una oposición y alcanzar el puesto de trabajo con el que soñábamos.
Para todos han sido años muy difíciles en los que ha habido altibajos, porque no hay triunfo sin sufrimiento, ni éxito sin esfuerzo.
A mí personalmente una de las primeras cosas que se me pasó por la cabeza fue el día en el que fui a hacer la matrícula para la preparación de la oposición. Después, la primera vez que entré en el CEF, en sus aulas, y conocí a los demás compañeros que habían elegido la misma opción que yo. También, por supuesto, las miles de horas de estudio empleadas, los momentos de desilusión, de “bajón”, de esperar las notas, de desmotivación ante el suspenso, de esperanza ante el aprobado en una de las fases de la oposición, los días de clase, los simulacros, las horas con los preparadores, los días enteros en la biblioteca…
Sin olvidar todos los viajes hasta la academia realizados por algunos de mis compañeros que residían fuera de Madrid en otras ciudades. Un sacrificio de tiempo y dinero, entendido como una inversión a medio-largo plazo que todos nos atrevimos valientemente a realizar.
Todos estos recuerdos pasaron por mi mente fugazmente en una fracción de segundo, tal y como dicen que sucede en el momento previo a nuestra muerte. Pero en nuestro caso el resultado final ha sido justamente el contrario: el pase a una mejor vida.
Finalizado el acto, en la entrada del teatro se sirvió un cóctel en el que tuvimos tiempo para charlar entre compañeros, hacernos fotos, recordar los momentos vividos en clase, en los exámenes e intercambiar opiniones sobre nuestro futuro profesional.
A nosotros se nos unieron los profesores, preparadores y jefes de estudios, de los que recibimos felicitaciones y con los que compartimos la alegría del éxito que habíamos conseguido. También recibimos muchos consejos de ellos, que en su día pasaron por lo mismo que nosotros.
A pesar de que allí estábamos solo los “ganadores” que hemos superado la oposición, todos recordábamos a compañeros que no tuvieron la misma suerte, aunque, como comentábamos, se esforzaron igual o más que nosotros. Muchos de ellos sabemos que no se han rendido, que siguen estudiando y estamos seguros que algún día estarán en nuestro lugar.
Para mí personalmente pensar en mis dos años de mi oposición supone recordar momentos muy duros de mi vida. Sin embargo, a pesar de ello, si alguien me preguntara si volvería a opositar respondería sin ninguna duda que volvería a hacerlo.
Y esto lo digo porque francamente el esfuerzo es ínfimo si lo comparamos con el resultado obtenido a posteriori. Porque desde que recibimos la noticia del aprobado se suceden muchísimos momentos de reconocimiento. Empezando por la alegría inicial cuando ves tu nombre en la lista de aprobados, y posteriormente la publicación en el BOE (que no es menos emocionante) pasando por las felicitaciones recibidas de familiares, amigos, conocidos… Momentos inolvidables que se repiten a lo largo de los meses posteriores a la oposición y que, puedo asegurar, recompensan sobradamente todo el esfuerzo realizado. Por no hablar de los que están por llegar: el trabajo en el lugar que soñábamos, con las responsabilidades y condiciones que deseábamos.
A pesar de que el trabajo en el sector público está constantemente siendo atacado en los tiempos que corren, sigue siendo el más valorado por sus ventajas conocidas por todos, y con la que está cayendo en España, ser funcionario es motivo de alegría.
La frase “no es tiempo perdido, sino tiempo invertido” que tantas veces escuchamos los opositores, es completamente cierta. Por ello me gustaría animar a todos los valientes opositores que siguen luchando con todo en su contra, muchas veces sin que ni siquiera haya todavía convocatoria. Lo imposible se puede conseguir. El momento que pensábamos que nunca llegará, algún día llega y hace que olvidemos todo lo anterior y que los malos momentos vividos no tengan importancia.
En mi caso, mi sufrimiento fue conocido por mis compañeros de la editorial del CEF, donde estuve trabajando durante mi segundo año de oposición, compaginándolo con el estudio.
Desde aquí me gustaría a agradecer a Roque de las Heras la oportunidad que me brindó de poder formar parte de esta gran familia CEF, y a mis compañeros del departamento por soportar mis ojeras durante los meses de exámenes y alegrarse tanto o más que yo con mis aprobados, que compartieron conmigo en vivo y en directo.
La consecución de un objetivo, un sueño cumplido, una meta alcanzada... La ceremonia de entrega de diplomas fue una noche que jamás olvidaremos, por todo lo que significó para nosotros. El final de una etapa y el comienzo de otra, con el futuro tan prometedor que nos espera, porque ya hemos demostrado que podemos llegar a donde nosotros queramos.
Cuanto más dura es la batalla, mejor sabe el triunfo, y de ese merecido triunfo vamos a disfrutar (con permiso de los gobiernos) el resto de nuestras vidas.