Los dictados en las escuelas ¿cómo usarlos?
Verónica Nistal
Psicóloga Educativa. Profesora en los Grados de Educación en las Menciones de Audición y Lenguaje y Pedagogía Terapéutica en la UDIMA.
Víctor Cerrudo
Maestro de Educación Infantil en el Colegio Virgen de Peña Sacra en Manzanares del Real (Madrid). Logopeda y experto universitario en intervención educativa y lectura y escritura.
Lo+Social
El dictado constituye una de las herramientas con mayor calado evaluativo de la escuela. Se usa desde hace décadas y constituye por sí solo un dogma educativo de primer nivel. Sin embargo, algunos autores como Carratalá, Rufete, Barberá y Cerrudo, hawn criticado esta actividad como herramienta evaluativa. De hecho, Carratalá afirma que el dictado fomenta la “pedagogía del error” debido a que busca el fallo para después corregirlo.
El dictado tradicional busca la escritura de un texto con palabras que, en ocasiones, pueden ser desconocidas y en el que no podemos dar ningún tipo de ayuda. El problema radica en que si el niño comete un error, verá una imagen ortográfica errónea y comenzará a ser almacenada en el lexicón o almacén ortográfico. Desde nuestra opinión, la ortografía debe tener una naturaleza preventiva y que debe comenzar desde las primeras etapas. Otro dogma afirma que la lectura es el principal facilitador del desarrollo ortográfico. Pese a que tiene un peso enorme, la lectura no es la estrategia primordial sino que es la escritura. En el proceso de escribir una palabra, somos conscientes y presentamos una atención plena a todas las letras. La principal manera de reducir las faltas del sistema educativo es evitando que los niños en las primeras etapas del aprendizaje lectoescritor escriban mal las palabras.
Se puede lograr, pero debemos comenzar en el segundo curso de educación infantil (cuatro años), porque a esa edad pueden comenzar a segmentar sonidos al entrar en la etapa de la conciencia fonémica. En este momento podemos entrenarles a que pregunten qué letra es, cuando suene un fonema conflictivo: /b/, /0/, /y/, /k/ /j/. Cuando oigan ese sonido, preguntarán al adulto: ¿cuál es? Si logramos automatizarlo, un alto porcentaje de palabras serán bien escritas y, por extensión, memorizadas en la memoria visual.
Según Cuetos, seis presentaciones visuales bastan para formar una imagen ortográfica. En un estudio descriptivo de Cerrudo del año 2014, al final del segundo curso de infantil, un 87 % del alumnado preguntaba al adulto qué letra debían escribir.
Podemos usar otras estrategias evaluativas de la ortografía en la que no tengan que escribir la palabra para no obligarles a tomar una decisión ortográfica. Os proponemos una que podáis usar en vuestras aulas: el dictado de los dos colores. El niño escribe el dictado con bolígrafo azul pero si no conoce una letra, deja un hueco. Al finalizar el dictado, cogen un bolígrafo rojo y completan los huecos. De esta manera, el profesor puede contabilizar los errores pero sin que estén mal presentadas las palabras.
Pero ¿qué pasa con el alumnado con dificultades de aprendizaje? ¿Son efectivos los dictados? Hasta ahora nos hemos centrado en la prevención y en la importancia que tiene enseñar la ortografía a edades tempranas. Igual de importante es reforzar la ortografía a alumnado con disortografía dentro del aula. La disortografía es la dificultad en escribir correctamente una palabra. Se transponen letras, se reemplazan letras que tienen una configuración fonética similar. No solo debemos centrarnos en la ortografía arbitraria (las reglas ortográficas) sino también en la ortografía natural (segmentación, unión, omisión, sustitución y adición de letras o palabras), que es igual de importante que la arbitraria. El dictado es útil para realizar una evaluación inicial, para conocer el nivel ortográfico de los estudiantes. No es una técnica útil para trabajar errores ortográficos porque, como se ha comentado, los niños aprenden los errores al escribirlos. Es importante trabajar las habilidades perceptivas, como la discriminación visual, la memoria y la orientación espacial.
También es importante que el profesorado se centre en las habilidades lingüísticas y siempre derivar al especialista adecuado a aquellos alumnos que presentan trastornos fonológicos, ya que está demostrado que los niños que no pronuncian correctamente suelen cometer errores ortográficos.
Del mismo modo, es aconsejable trabajar los aspectos emocionales. Un niño que no esté motivado no podrá trabajar ciertos contenidos. Pero, lo más importante, hay que tener en cuenta el método de enseñanza del profesorado. Un método basado en la funcionalidad, que aumente la autoestima y que sea motivante, son las claves para el aprendizaje. Por lo tanto, ¿qué técnicas serían las indicadas? la elaboración de ficheros cacográficos de errores habituales que suelen cometer los niños, por ejemplo, escribir la palabra “beber” y dibujarle a las letras “b” una pajita, de esa forma se favorece el recuerdo de la palabra correcta; el empleo de gestos de apoyo para reforzar los fonemas que transcribe; ejercicios de ritmos musicales, útiles para que les ayude a la segmentación de palabras; y ejercicios de percepción, discriminación y memoria visual, por ejemplo, memorizar una serie de palabras de igual o diferente campo semántico, tachar una letra un grupo de ellas que se escriba similar (“p” y “q”) o ejercicios de percepción figura-fondo.