La historia de las mujeres. ¿historia o reivindicación?
Carlos Bonilla García
Graduado en Historia. Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria en la Especialidad de Geografía e Historia por la UDIMA.
Lo+Social
Cuando hablamos de historia, de acontecimientos bélicos, revoluciones, modos de vida o comportamientos sociales es mucho más productivo para las deducciones que podamos extraer despojarnos de los valores que pertenecen solo y exclusivamente al tiempo actual. Es decir, mantener una distancia prudencial con el concepto del pretérito, de lo contrario caeríamos en el error de considerar pasado y presente bajo un mismo prisma. Atender al cómo y al por qué nos conducirá al acierto, a la causa, al entendimiento. El historiador no puede convertirse en juez, no está para juzgar lo acontecido, sino para recrear lo ocurrido en la medida de sus capacidades y de sus recursos. En reiteradas ocasiones comprobamos cómo la historia es utilizada deliberadamente para hacerla coincidir con idearios, propósitos políticos o acomodación de corrientes y conductas moralizantes de vanguardia.
Todo ello no significa que, en ocasiones, el sujeto de estudio no sea un tanto controvertido y, en consecuencia, pretender corregir lo que ocurrió desde el presente al amparo de un revisionismo exagerado o por medio de tergiversaciones alejadas de toda cientificidad. Entre algunos ejemplos temáticos se encuentran las guerras civiles, nacionalismos, descubrimiento de nuevos espacios geográficos e incluso algo tan necesario como pesquisar el papel que las mujeres tuvieron desde el principio de los tiempos.
En los años setenta del anterior siglo, la historiografía consideró al género un problema que debía ser planteado y resuelto. Pero es de vital importancia reparar en aquellos elementos que motivaron el cambio de tendencia hacia esta nueva vía de investigación. El feminismo estuvo directamente relacionado con la aparición de los primeros textos en este campo e, incluso, incitó a distintos eruditos a resolver sobre el papel el fruto de sus descubrimientos.
Así pues, el movimiento feminista se relaciona con el surgimiento de la historia de las mujeres. Empero, resulta ser un binomio a veces polémico en donde la necesidad de abrir nuevos enfoques sobre materias que aún quedan por tratar es superada, al menos estéticamente, por la demanda de derechos de género. La influencia ideológica de la protesta, a todas luces legítima, podría enturbiar, no obstante, el razonamiento positivo del análisis elaborado sobre el pasado, por la carga subjetiva que conlleva, entre otras cosas. ¿Ha sido voluntaria o involuntaria la exclusión de la mujer como sujeto de estudio?, ¿deberíamos partir de la naturaleza de cada contexto para aclarar el anterior interrogante?
Llegados a este punto, es conveniente considerar que con la Revolución Industrial la emancipación de la mujer abrió otro problema que ha sido y sigue siendo escudriñado en numerosas publicaciones.
Otro de los elementos que confluyen en el último tercio del siglo XX, junto con la historia de las mujeres y el feminismo y que además puede estar directamente relacionado, es el posmodernismo y los pilares en los que se sostiene.
Este movimiento nace de una cierta decepción en cuanto a los resultados de los avances conseguidos hasta entonces en diferentes ramas del saber. La humanidad llega al horizonte de todos sus logros y, casi sin esperarlo, encuentra en esa línea divisoria, entre las bondades del cristianismo, el capitalismo, el marxismo e incluso la Ilustración su propia crisis existencial. Los efectos negativos de los tiempos modernos comenzaron a ser evidentes entre el humo de las chimeneas y las condiciones laborales precarias que ofrecían las grandes compañías. Por otra parte, el relato histórico quedó subyugado al propio lenguaje, que es incapaz de representar la realidad y adquiere autonomía propia frente a la ciencia social en cuestión. En definitiva, tras la desilusión se hizo necesaria la búsqueda de nuevas respuestas para un tiempo nuevo que se desconectaba de los relatos considerados obsoletos y de problemas que no habían sido satisfechos.
La historia de las mujeres, en mi opinión, debería ser contemplada como parte fundamental de un todo. Pero ese todo no es únicamente el gran suceso. La historia política y militar dejó de ser suficiente para las teorías historiográficas que emanaron desde la revolución de los Annales durante la primera mitad del siglo XX. Así pues, al margen del peso del poder de las grandes esferas y de su tradicional divulgación, la historia de las mujeres aporta un valor no menos importante observado desde perfiles antropológicos, culturales y mentales y sin estas perspectivas la evolución historiográfica y su método no hubiese sido posible.
En conclusión, tan interesante resulta conocer el cargo de gobernanta que ocupó Isabel Cristina de Brunskwic en Barcelona, la compleja regencia de Mariana de Austria, tal y como describo en el libro El fin de los Austrias y el enfoque histórico catalán, como el indispensable trabajo de las enfermeras en los hospitales de contienda, el papel que acometieron en la enseñanza de tantas generaciones o el registro prolijo que se deriva de obras literarias y ensayísticas.