La inteligencia artificial se hace eurofán
Manuel Redondo Hiruelo
Doctor en Comunicación. Profesor investigador de la UDIMA.
Leticia Santana Negrín
Profesora de Lingüística Aplicada e Investigadora de la UDIMA.
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Desde el visionario Nostradamus hasta la innovadora herramienta Midjourney, pasando por la acaudalada voz de Ruth Lorenzo y la pequeña pero “peleona” república de San Marino, todos ellos convergen en la historia de un concurso del que, para bien o para mal, todo el mundo habla: Eurovisión.
Este festival, que el año pasado cautivó a una audiencia récord de 162 millones de espectadores, es un escaparate que apuesta constantemente por la innovación tecnológica. La incorporación de la inteligencia artificial (IA) supone un paso más en la evolución de este evento cultural icónico y en la excusa perfecta para ilustrar la diversidad de influencias y tecnologías que se dan cita en este singular espectáculo europeo. Esta nueva “eurointeligencia” influye no solo en la manera que se percibe y se disfruta el festival, sino también en cómo se concibe la música y el entretenimiento en la era digital. En esta nueva edición, la IA más eurofán se ha puesto su traje de lentejuelas, ha cogido el micrófono y se ha colocado bajo los focos.
El ser humano ha tratado de predecir el futuro desde sus orígenes: desde el milenario libro de adivinación chino I Ching, pasando por el oráculo griego, Nostradamus y sus profecías, o la mística invidente Baba Vanga. Y así hasta la actualidad, donde muchas personas dejan en manos de una todopoderosa IA respuestas tan tétricas como el tiempo que les queda de vida.
Pero no todas las preguntas que se formulan a la IA son tan trascendentales como aquellas que consultaban los antiguos. Entre tantas incógnitas que se han intentado desvelar, hay otros usos más mundanos y sorprendentes, como cuál será la candidatura en ganar Eurovisión. Y un buen ejemplo de ello es el de Gracenote, una empresa de Nielsen que es líder en metadatos de entretenimiento y servicios de contenidos. Esta compañía utilizó su algoritmo para prever quién ganaría el festival de la canción en 2023. La investigación “automatizada” manejó un gran volumen de datos, analizando todas las canciones que se habían llevado a casa el micrófono de cristal desde 1988. Y, spoiler, la IA se equivocó. Según este estudio, la energía y la pasión son los elementos clave de las canciones ganadoras frente a otros como el romanticismo, la melancolía o su carácter pegadizo, por lo que dejó fuera a la que resultó vencedora: Tattoo de Loreen (Suecia).
Sin embargo, para la “inteligencia humana” la ganadora era previsible. El jefe de televisión del periódico El Español, Juanma Moreno, afirma que el año pasado “estaba muy claro desde que salió la apuesta de Suecia. Es similar a lo que ocurrió en 2022 con la victoria de Ucrania, pues se sabía que iba a ganar. Vamos a ver este año si se acierta. A día de hoy no hay un ganador claro”, concluye Moreno. De momento, en este primer asalto inteligencia humana 1 - inteligencia artificial 0.
Como era de esperar, una herramienta tan potente como la IA generativa (aquella que es capaz de crear productos como textos, imágenes o canciones) resulta muy jugosa, tanto para las personas espectadoras del festival como para quienes están involucradas en el proceso creativo. Grandes escenografistas como Claus Zier, responsable del inolvidable escenario de la edición 2011 (en el que Ruth Lorenzo hizo “bailar bajo la lluvia” a Europa), o Florian Wieder y Fredrik Stormby, autores de la propuesta de este año en Suecia, corren el riesgo de ver peligrar su trabajo, ya que en las redes se han realizado diferentes modelos de escenario valiéndose de la inteligencia artificial para crearlas.
Un ejemplo notable es Midjourney, una IA que emplea la ingeniería de prompts para convertir en imágenes lo que describimos textualmente, todo ello con un nivel de precisión en muchas ocasiones comparable a la realidad. Esta tecnología se ha aplicado para concebir potenciales escenarios para Eurovisión, fácilmente localizables si los buscamos en la red, para los que ha tenido en cuenta la música y los artistas representantes de cada país. Pero, parafraseando a don Quijote: “Con la IA hemos topado, Sancho”. Y es que a pesar de la calidad de las sugerencias de coreografías, iluminación y vestuario, las imágenes generadas artificialmente están plagadas de tópicos, lo que pone el foco en los sesgos que el uso de los algoritmos puede generar y subraya el valor de la mano humana.
El próximo 11 de mayo tendrá lugar en Malmö una nueva edición del certamen musical más importante de Europa. Como cada año, millones de eurofans de todo el mundo realizan sus pronósticos y apuestas desde que empiezan a sonar las canciones candidatas de cada país. Y, como buena eurofán, la IA no se conforma únicamente con realizar predicciones, sino que también ha empezado a participar activamente. La IA ha estado muy presente en ediciones recientes de Eurovisión en las que se han incluido algunos elementos generados artificialmente. De hecho, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) se está planteando prohibir o limitar los contenidos producidos por este tipo de herramientas en el festival. Esta cuestión podría cambiar sustancialmente el proceso creativo de las candidaturas y la esencia misma del formato. De momento el debate sigue abierto.
Imagen de creación propia generada a través de Microsoft Copilot, un asistente virtual de IA desarrollado por Microsoft, a partir del prompt “España en Eurovisión”.
Sin embargo, mientras el mundo decide qué hacer y cómo regular este tema en diversos ámbitos, ya se han presentado canciones compuestas con ayuda de la IA que han aspirado a representar a algunos países, como el caso de San Marino. Este año la serenísima república ha incluido cuatro temas compuestos con la ayuda de la IA en su preselección, abrazando el avance tecnológico y dejando en jaque a Europa. La cadena pública de este país llegó a un acuerdo con Casperaki,
una startup de tecnología musical de Londres, con el objetivo de generar canciones creadas por su algoritmo. Quizás pudiera ser una oportunidad para superar el estrepitoso fracaso del año anterior, en el que Piqued Jacks, representantes en el 2023, no solo no lograron clasificarse para la gran final de Eurovisión, sino que terminaron en el último lugar con cero puntos.
Con o sin IA, si algo ha caracterizado a Eurovisión desde sus orígenes, es su liderazgo en la incorporación de los últimos adelantos técnicos como un modo de supervivencia. Así lo describe Borja Terán, periodista especializado en comunicación: “Eurovisión ha sido capaz de crecer con las técnicas en las que se ha hecho más grande el espectáculo, incorporando la última tecnología televisiva y también incorporando las redes sociales como elemento de amplificación de la conversación social del festival”. Terán defiende los adelantos técnicos, si bien subraya la importancia de mantener presente la esencia del festival: “Si dejamos que las creaciones sean fruto de la IA, se va a perder la esencia de
Eurovisión, que es la imperfección de las emociones y de la cultura autóctona y regional como ese intercambio de ideas”, concluye.
Aunque la IA no haya conseguido aún el ansiado micrófono de cristal, ya tiene su propio festival musical al estilo eurovisivo desde 2020. Se trata del AI Song Contest, que se define como “an international competition exploring how humans can make music in collaboration with artificial intelligence”, y cuya cuarta edición tuvo lugar recientemente en La Coruña. Este concurso se ha posicionado como un gran escaparate de la música generada por algoritmos, fomentando la colaboración entre artistas y equipos científicos en todas las etapas del proceso de composición.
Con este panorama y acompañados de la IA más eurofán, solo queda dejarnos sorprender por uno de los eventos anuales más comentados de la historia de la humanidad (y ahora también de la historia de la IA). Como dijo el neurocientífico Abhijit Nascar, lo único que la IA no puede hacer, pero una persona sí, es ser original. Y si de originalidad va esta historia, nuevo punto para la inteligencia humana; pero con un marcador definitivo en el que la única victoria pasa por la colaboración entre lo humano y los algoritmos. ¡12 points para un formato que año tras año consigue reinventarse!