¿Inteligencia heredada, amor emocional?

Gráfico de ADN, ilustración de cerebro y fondo de código binario, simbolizando genética, neurociencia y tecnología

Joaquín Guerrero Trujillo
Psicólogo clínico.

Lo+Social

Svante Paabo, genetista, Premio Nobel de Medicina 2022, es hijo del galardonado con esa distinción, hace 40 años, el bioquímico Sue Bergstrom.

Esto no pasaría de anécdota si no escudriñáramos en la historia, ocho premios nobeles tienen hijos que también han obtenido este galardón. El más reciente, el químico Rogers Kornberg, cuyo padre obtuvo el Nobel de Medicina en 1959.

Pero quisiera referirme a la inteligencia emocional, ¿nos persigue tanto como la inteligencia heredada?¿Dónde se encuentra la inteligencia emocional que muchas veces obviamos?

Determinados estudios de nuestro cerebro sí se heredan, pero solo influyen en el desarrollo de la inteligencia del hombre entre el 15 y el 20 %.

¿Podrá estar la clave de la inteligencia emocional en la educación? La inteligencia emocional tiene que ver con los procesos cognitivos y está afectada por las emociones.

En el caso de Svante Paavo, ¿le “persiguió” la inteligencia heredada?, pero ¿y la emocional?

Svante y sus colegas en 2008, gracias a un fragmento de un dedo meñique descubierto en la cueva de Denisova en Siberia que contenía ADN muy bien conservado, identifican a una nueva especie de homínido, “el hombre de Denisova”, y Svante atesora un descubrimiento de una nueva disciplina, la paleogenómica. A raíz de este descubrimiento Svante tuvo que ser hospitalizado a finales de la década del 2000 a causa de una embolia pulmonar.

Al investigar su problema de salud descubrió que su padre investigó en 1943 sobre la heparina, un anticoagulante que le salvó la vida.

Sin embargo, Svante no disfrutó, por parte de su padre, lo que nos ocupa en este artículo, de una inteligencia emocional paterna, de un amor emocional paterno.

Mientras que en Svante la inteligencia heredada brotó con el descubrimiento de la paleogenómica y la secuencia del genoma de Neandertal, la gestión emocional de su padre no se correspondió con la inteligencia intrínseca o heredada.

Svante fue fruto de una relación extraconyugal de su padre, el bioquímico Sue Bergstrom (Nobel de Fisiología y Medicina en 1982) con la química estonia y colaboradora Karin Paabo.

Solo lo visitaba de manera esporádica y clandestinamente, Svante era un niño secreto, oculto, en la que la inteligencia emocional, o mejor dicho, el “amor emocional” de su padre no se correspondía con la inteligencia que ambos atesoraban, la heredada.

Svante manifestó en su libro Neandertal a la búsqueda de los genomas perdidos en (2014): “Nací bajo un secreto sobre mi origen”.

Watson y Crick revelaron mediante un código molecular de tan solo cuatro letras que la vida se inscribe en la cadena de ADN: A de adenina, C de citosina, G de guanina y T de timina, código en el que van intrínsecos nuestros rasgos, personalidad, enfermedades que podemos padecer en el futuro…

Pero estas cuatro bases no nos describen comportamientos que a día de hoy se encuentran en el campo de la ética y de la moral, por lo tanto, desarrollemos ese amor “emocional” hacia nuestros hijos, hacia nuestros padres, démosles una buena base para el desarrollo de la inteligencia emocional.

¿Nos persigue nuestra inteligencia heredada?

Que más da, desarrollemos nuestro “amor emocional” y todo vendrá por añadidura.