Libres

Playa solitaria con unas pisadas en la arena

María Jesús Ros Benavides
Profesora de Laboral y Seguridad Social en el Grupo CEF.- UDIMA.

Lo+Social

“...no nacemos para morir, sino para transitar por esta vida que desemboca en la real, la eterna, la que merece ser vivida”

Libres es una película española de género documental, que se estrenó en los cines el 21 de abril de 2023. Está dirigida por Santos Blanco, con guion de Javier Lorenzo, música de Oscar M. Leanizbarrutia y con una espectacular fotografía de Carlos de la Rosa.

La sinopsis de la misma reza (nunca mejor dicho):

“El ser humano es un perfecto equilibrio entre cuerpo, mente y alma. Desde hace siglos España ha sido cuna de la contemplación. En este viaje al interior del hombre se ha logrado el permiso para entrar y hablar con personas que rara vez pronuncian palabra y lugares que permanecen cerrados para el mundo: los monasterios”.

Fui a verla a los Renoir de Plaza España y me iluminó bastante sobre la existencia y entidad del espíritu o el alma del ser humano, que es lo mismo, aunque la primera acepción sea de uso más mundano y la segunda tenga connotaciones más divinas y, por tanto, más religiosas.

Al cuerpo y a la mente siempre supe distinguirlos, van intrínsecamente unidos, nacen juntos y mueren juntos, no pueden ser el uno sin el otro, aunque paradójicamente se pasan gran parte de la vida en pugna. Lo que quiere el cuerpo, por ejemplo, comer, muchas veces a la razón le parece excesivo e innecesario; lo que necesita el cuerpo, por ejemplo, descansar, es frecuente que la mente lo cicatee para dedicar ese tiempo a tareas más productivas; la dosis de concentración que la mente necesita se ve continuamente boicoteada por cualquiera de los cinco sentidos corpóreos, un olor, una visión, una música o una conversación. No obstante, cuando son capaces de sintonizarse en un mismo deseo u objetivo, sentimos que podemos lograr todo aquello que nos propongamos, nuestra autoestima se dispara y nos sentimos orgullosos de nuestro yo, de nuestro equipo.

En cambio el espíritu siempre me falló, nunca lo encontré, llegué a negar su existencia confundiéndole a veces con la inteligencia, con la belleza, la energía o incluso con los fantasmas, hasta el día en que vi Libres. Esa película me enseñó que el más desconocido componente del hombre, el espíritu, aflora cuando vives tu vida sin ser tú su referente. La clave está en entregarse a los demás o a una causa lo suficiente para que tu mente y cuerpo queden en un segundo plano. Esa entrega puede ser beneficiosa o nociva, pero dada su generosa naturaleza suele ser más benéfica que dañina.

El cuerpo y la mente de estos frailes y monjas de clausura lo ponen en manos de Dios, se lo dan a Él, y ellos se quedan solo con su alma y lo justo para subsistir. Viven en conventos sitos en plena naturaleza para que el brillo mundano no les distraiga su vida; se levantan y acuestan a la misma hora que los animales porque se funden con la creación; tienen que ver salir la hierba, viajar las nubes, sentir la tierra, oír el viento y la lluvia para trabajar, rezar y meditar, que es en lo que consiste su vida, además de cuidar al resto de miembros de la comunidad, claro.

Lo curioso es que el hecho de que su existencia transcurra al margen del mundo ello no les implica su desconocimiento, al contrario, están al día de los avances y cambios sociales, políticos, económicos y tecnológicos como si de experimentados vividores se tratara.

Una monja decía convencida que son parásitos sociales, porque no hacen nada, no aportan nada al mundo, a la ciencia o al género humano a pesar de que muchos de ellos son cultísimos, y tienen padres, hijos y nietos. Simplemente somos farolillos que señalizan el camino que lleva a Dios, seguía comentando la religiosa. Si alguien me ve barrer la puerta del convento pensará ¿qué hacen esas locas mujeres ahí metidas todo el día?, pues bien, ese primitivo interés por nosotras ya justifica nuestra existencia.

Sin llegar al extremo de la espiritualidad absoluta que emana de la vida contemplativa, comprendí que el espíritu emerge cuando salimos de nuestro egocentrismo para darnos al prójimo en cualquier vertiente de la vida. Una pequeña dosis de espiritualidad, en esta vertiginosa y vanidosa existencia mundana, puede estar en parar de vez en cuando para mirar pausada y tranquilamente a nuestro alrededor. Se puede encontrar la paz monacal en la estación de metro de Sol de Madrid, decía uno de los padres, si no hay ruido en el corazón. Detenernos en la cara del próximo, contagiar una sonrisa, o un simple favor, ya es “vivir sin vivir en mí”, como decía Santa Teresa.

El espíritu en lego, o el alma en cristiano, es la esencia de la persona, lo que queda cuando ella muere, así que ojalá tengan razón estos filósofos de Dios cuando afirman con alegría que no nacemos para morir, si no para transitar por esta vida que desemboca en la real, la eterna, la que merece ser vivida.