Madrid es literatura: Larra en nuestro recorrido

Efigie de Mariano José de Larra

Jorge Rejón Díez
Máster en Edición por la UCM

Lo+social

Para conocer una ciudad son muchos los resortes que podemos activar: visitar sus museos, recorrer sus calles más emblemáticas, disfrutar de su hostelería…, si bien siempre es aconsejable ir de la mano de un autóctono que nos haga descubrir aspectos menos visibles para el visitante habitual. Puestos a elegir cicerone, qué mejor que hacerlo con el primero de nuestros periodistas modernos: don Mariano José de Larra. Un recorrido por los lugares más significativos relacionados con su vida es una buena manera de adentrarse en la historia y cultura de la capital madrileña.

El primero de nuestros escritores románticos nació en un tiempo convulso: las tropas napoleónicas se habían adueñado de la ciudad y el hermano del emperador era el nuevo inquilino del Palacio Real. No muy lejos de tan distinguido emplazamiento tuvo lugar su alumbramiento, en las casas de la Moneda, ubicadas por aquel entonces en la calle de Segovia.

Terminada la ocupación francesa, la familia Larra tuvo que exiliarse al país galo por su condición de afrancesados, pero la amnistía de Fernando VII les permitió volver al suelo patrio. Su nuevo asentamiento se ubicó junto al actual Teatro Real, en el número 3 de la calle de Santa Clara. En la esquina de esta calle con la de la Amnistía (sugerente denominación para nuestro protagonista) una placa conmemorativa nos señala el edificio donde vivió, y murió, Larra.

Después de una breve estancia en la Universidad de Valladolid, y de intentos infructuosos de seguir el ejemplo paterno y convertirse en médico, Larra contrajo nupcias con tan solo 20 años (algo de lo que pronto se arrepentiría), en la singular iglesia de san Sebastián, sita en la calle de Atocha. La singularidad de este templo no estriba en su belleza monumental, o siquiera artística. De hecho la reconstrucción llevada a cabo tras la guerra civil (fue casi destruida tanto por los revolucionarios afines a la República, primero, que la quemaron, como por los insurgentes contrarios a ella, después, que la bombardearon) le ha hecho perder el eje de simetría que siempre se espera encontrar en cualquier templo que se precie. Su interés se centra en la amplísima nómina de personajes históricos que han pasado por ella para ser bautizados, casarse o simplemente rendir cuentas con el Altísimo. Por poner algún ejemplo, Cervantes aparece en su repertorio de defunciones y Lope de Vega fue enterrado en su cementerio.

Y si seguimos la senda de un escritor romántico, es obligado hacer una referencia al lugar donde de natural se reunía con sus contemporáneos, otros jóvenes inquietos como él, que establecieron su cuartel general en un café de la calle del Príncipe, en el que no ha mucho tiempo fue conocido como el barrio de las Musas, hoy de las Letras, donde formaron una tertulia bautizada como el Parnasillo. Hoy en día es posible revivir esos encuentros en un local que ha recuperado ese nombre tan poético, si bien no encontraremos en él ningún poeta, al menos ninguno que verdaderamente pueda recibir esa denominación.

Terminamos nuestro recorrido, que empezó con el nacimiento de nuestro literato y cerramos con su muerte. Con tan solo 27 años, Larra acabó con su vida en la escalera del edificio de su propia casa familiar, disparándose en el pecho con una pistola de las que por entonces se usaban para los duelos. El desdén de la que había sido su amante (que antes lo fue de su padre) más un seguro desencanto existencial desencadenaron el drama.

Durante tres días su cuerpo recibió cobijo bajo la cúpula de la iglesia de Santiago y san Juan Bautista, de factura neoclásica y erigida donde anteriormente otras dos iglesias ocupaban ese mismo solar. Iglesias que, por cierto, desaparecieron cuando el hermano de Napoleón Bonaparte, de nombre José, puso en práctica su política de apertura de espacios en Madrid, sobre todo en torno al Palacio Real (es mejor ver acercarse al enemigo desde lejos…). En una de ellas, la de san Juan Bautista, reposaba el más insigne de nuestros pintores, Diego de Velázquez. La tumba de Larra, por contra, ha sobrevivido, a pesar de los numerosos traslados: la Sacramental de san Justo es su actual emplazamiento.

Como epílogo de este breve paseo por las calles madrileñas, podemos despedirnos de nuestro afamado guía haciendo una visita a una recoleta habitación que atesora recuerdos relacionados con su persona, presididos por su retrato, entre los que sin duda el más llamativo son unas pistolas de duelo que la tradición ha querido relacionarlas con el disparo fatídico de su supuesto propietario. El lugar en cuestión se halla en la calle de san Mateo, en lo que siempre fue Museo Romántico y ahora, con denominación más académica y menos poética, es del Romanticismo.