La movida. Un hito cultural de nuestra historia reciente
Carlos Bonilla García
Graduado en Historia. Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria en la Especialidad de Geografía e Historia por la UDIMA
Lo+social
El ejercicio de definir el término Movida puede dar, en ocasiones, un resultado inconcreto en torno al cual suelen orbitar palabras como música pop, años ochenta, Madrid, Rockola o Pentagrama. So pena de no acabar satisfaciendo a todos los testigos y partícipes de aquella década, ni de dilucidar la cuestión a las generaciones que, por suerte o no, nacieron más tarde.
Tampoco parece haber consenso entre historiadores a la hora de concretar la fecha de inicio. La muerte de Francisco Franco o el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 son para algunos los acontecimientos que marcaron el comienzo. Sin embargo, parece ser que el concierto homenaje al baterista Canito en 1980 es lo más aceptado.
En mi opinión, hablar de fechas exactas tratándose de una corriente cultural es arriesgado. Me atrevería a decir que se trató de una transformación que venía gestándose desde la segunda mitad de los setenta con la llegada de la Transición, sin entender necesariamente que lo uno tuvo que ser consecuencia de lo otro, sino más bien que el momento político favoreció su coyuntura.
A riesgo de yerro, y dado que trabajar la historia reciente supone un margen limitado para una perspectiva amplia, entendemos por Movida un movimiento cultural urbano que se desarrolló en la España de hace aproximadamente unas cuatro décadas. La obra material que se produjo provino de un elenco disciplinar en donde la música alcanzó una mayor figuración, no obstante, la pintura, la fotografía o la moda no dejaron de formar parte esencial de aquella época.
Madrid se convirtió en la villa protagonista, en el epicentro de la efervescencia creativa de todo el país. Anfitriona de autores e intérpretes que provenían de otras urbes de nuestra geografía como Barcelona, Bilbao, Sevilla, Valencia o Vigo en donde también se estaba viviendo este fenómeno.
Desde la capital se transformó toda esa luz en un escaparate internacional. Algunas publicaciones europeas se hicieron eco de ello y no es casualidad, por tanto, que populares grupos musicales, fundamentalmente ingleses, vinieran a tocar aquí.
El pintor Andy Warhol se dio a conocer en persona mientras exponía sus obras en Madrid en el año 1983. Su presencia, haya sido esta más comercial que por curiosidad o por ocio, no dejó indiferente a otros que, como él, trataban de captar las tonalidades que mejor describieran la imagen renovada que se respiraba y se vivía en las calles. Los pinceles de Guillermo Pérez Villalta, Ceesepe, el Hortelano, Javier de Juan, así como las cámaras de Miguel Trillo, Ouka Leele y de otros tantos que supieron detener en un negativo el instante imperecedero y testimonial de entonces, han quedado bajo el registro archivístico.
La música urbana conformaba un cuerpo abigarrado en donde el rock, el pop, el heavy metal o el tecno se beneficiaron de la repercusión de los medios para darse a conocer en todo el país.
Algunos de estos grupos musicales sabían tocar, cantar, componer y el talento era incuestionable. Otros, por el contrario, no se acabaron de desprender del sonido estridente ni de una creatividad discutible. Pero todos ellos, de eso no hay duda, supieron transmitir entusiasmo, renovación, ilusión y, por qué no, ganas de juerga. Las composiciones que representaron el universo musical de aquella década acabaron fijando sus melodías y acordes al recuerdo de quien hoy puede, siquiera por un momento, reconocerse en algún instante y lugar de aquel entonces. Las letras de muchas canciones reflejaban las inquietudes, necesidades y realidades de la mayoría de los jóvenes.
El doctor en Filosofía Santiago Auserón, cantante de Radio Futura y músico con una trayectoria artística majestuosa, fue junto con Manolo García, Teo Cardalda, Alaska, los hermanos Urquijo, etc., nombres destacados que han quedado sobradamente reconocidos. Artífices sonoros de la Movida y que en la mayoría de los casos siguen activos. Desgraciadamente, algunos como Germán Coppini, Enrique Urquijo o Antonio Vega nos dejaron demasiado pronto. Este último es considerado uno de esos genios que logró, con fantásticas composiciones, perpetuarse en el pedestal que alcanzan solo los que poseen el don de reunir y mezclar de manera magistral los elementos adecuados. Se convirtió en uno de los líderes de Nacha Pop, formación que sigue dirigiendo Nacho García Vega, otro de los artistas con personalidad propia al que fácilmente se le puede reconocer por su sello personal y buen hacer en cada una de sus notas.
A modo de conclusión, tal vez haya pasado el tiempo conveniente para reflexionar sobre cómo ha sido tratado el tema. Es decir, ¿contamos con una monografía suficiente?, ¿se adolece de una carencia divulgativa ya sea desde los centros de enseñanza, en exposiciones públicas o en los medios de comunicación?