El wolframio español y la Segunda Guerra Mundial

Manos curtidas del trabajo

Eduardo Laplaza
Graduado en Historia por la UDIMA.

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El wolframio (o tungsteno) español fue utilizado por la Alemania nazi para la fabricación del blindaje de sus carros de combate y para la creación de las cabezas de sus proyectiles, aumentando de forma considerable su capacidad de penetración. El wolframio posee unas características únicas al ser uno de los metales con el punto de fusión más alto, 3422 grados, y con unas cualidades muy particulares, como, por ejemplo, su densidad. El hecho de que conserve intactas sus propiedades a muy altas temperaturas lo hace especialmente interesante para aplicarlo en usos militares.

Así pues, conseguir este preciado metal se convirtió en una labor indispensable para el III Reich. Las buenas relaciones existentes entre Franco y Hitler garantizaron un suministro constante del wolframio español. De este modo, su exportación de materias primas acabó formando parte del pago de España a Alemania por la deuda contraída. Se estima que en 1940 la deuda por la ayuda en la guerra civil ascendía a 212 millones.

Hasta 1939 Alemania se proveía en la India, China y Birmania, pero el bloqueo marítimo realizado por los británicos obligó al III Reich a buscar otros yacimientos. Los únicos puntos de suministro al alcance de los alemanes se encontraban en la Península Ibérica, cuya importancia hizo que el gobierno de Franco autorizase la creación de empresas bajo dirección alemana para el control de la extracción del mineral.

Los aliados desconocían qué tipo de blindaje tenían los carros de combate alemanes, que ofrecía una seria resistencia para ser penetrado por su armamento. Del mismo modo, tampoco conocían de qué estaba compuesta su munición, ya que, desde gran distancia, podía inutilizar sus tanques Sherman. Finalmente, descubren que todo se basa en las propiedades del wolframio. Por consiguiente, los estadounidenses se dieron cuenta de la necesidad que tenía Alemania de conseguir el wolframio. Por esta razón, se interpusieron en los planes del III Reich al adquirir todo el producto que les fue posible, fuese cual fuese su precio.

La necesidad de abastecimiento que tenían ambos bandos multiplicó su producción por cien en una década. Este conflicto, en 1941, cuadriplicó las 8.000 pesetas que se pagaba en el inicio de la Segunda Guerra Mundial, multiplicándose por 20 en el siguiente año, para finalmente, en 1943, llegar a 262.112 pesetas por tonelada. Esta situación favoreció el entorno de las minas españolas, donde la economía ascendió de forma exagerada. En un tiempo de hambruna, las familias que encontraron un filón en sus tierras podían enriquecerse de la noche a la mañana.

De todos modos, entre el 50 % y el 70 % de la producción quedaba fuera del control estatal, ya que en España el importe se mantenía sujeto a unos precios de tasa que no se podían superar, pero en Portugal la venta del mineral gozaba de un mercado libre, lo que provocaba un flujo masivo de contrabando entre estos dos países. Se crea el Consejo Ordenador de Minerales Especiales de Interés Militar, que desarrolla un sistema para controlar las producciones. De esta manera, se fue reduciendo de forma paulatina la extracción incontrolada. La importación de wolframio fue un negocio muy rentable para el Estado, ya que, aparte de generar ochenta mil puestos de trabajo, incrementó notablemente las arcas del gobierno.

Muchos de los trabajadores de las minas, fuertemente custodiadas por el Ejército y la Guardia Civil, eran presos republicanos que buscaban reducir sus penas a través del trabajo. Además, el valor del producto era tan alto que los propios trabajadores sucumbían a la tentación de robarlo, escondiéndolo en una doble suela de los zapatos o en el interior de los mangos de las piquetas o los candiles. Hay que tener en cuenta que el salario medio de un trabajador era de 19 pesetas cuando la venta de un kilo de wolframio en el mercado negro podía ascender a 200 pesetas. Galicia no tardó en convertirse en un centro de espionaje internacional por los intereses de ambos bandos. El III Reich se esforzaba en conseguir más wolframio y los aliados trataban de impedirlo.

El suministro de wolframio español a la Alemania nazi derivó en una grave crisis diplomática entre España y los aliados que se extendió entre los años 1943 y 1944. Al final, esta se solventó con el compromiso del gobierno de Franco de reducir las exportaciones. A mediados de 1943 la guerra económica llegó a su fin, con los aliados como vencedores, pero se necesitó un periodo de seis meses para que la carencia de mineral repercutiera sobre la industria armamentística del eje, tiempo que los aliados se tomarían para el desembarco de Normandía.

En resumen, cabe destacar la gran importancia de la minería española en un periodo tan convulso como fue la Segunda Guerra Mundial.