Camarada Mijaíl
Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.
Lo+Social
En el curso 1989-1990 realicé un Máster de Relaciones Internacionales con Saint Anthony Collage, de Oxford. Eran momentos en los que el status quo mantenido desde el fin de la II Guerra Mundial saltaba por los aires. Entre entusiasmado e incrédulo, el planeta contemplaba atónito la mayor y más pacífica revolución política de la Historia.
Siete décadas después de la Revolución Bolchevique, el bloque integrado tras el llamado Telón de Acero se diluía a marchas forzadas. La gestión de los gobiernos era nefasta aunque la contestación interna era imposible frente a una coacción autoritaria que anulaba todo tipo de libertades. La falta de incentivos para generar valor agregado fue la causa principal de la crisis económica del comunismo soviético. Otra cosa son los mecanismos reguladores de la distorsión que el mercado genera al distribuir la riqueza.
Ante el desastre, en marzo 1986, Mijaíl Gorbachov, Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), anunció reformas radicales. Fue la llamada “Perestroika” (reestructuración económica), acompañada por la “Glasnost” (apertura política).
Gorbachov quería reorganizar el sistema, reformar sin destruir, transición sociopolítica no exenta de alta tensión. Centré mi tesis en una situación, fantástica para el analista. Mijaíl Serguéyevich Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931 en Privólnoie, en el seno de una familia campesina del Cáucaso. Trabajó como operador de una cosechadora de cereales antes de ingresar en la Universidad Estatal de Moscú en 1950. En 1953 se casó con Raísa Maksímovna Titarenko, estudiante de Filosofía, con quien tuvo una hija, Irina. Licenciado en Derecho, fue el primer titulado universitario que alcanzó el puesto de Secretario General del PCUS, en 1985, siendo además el miembro más joven (49 años) del Politburó del Comité Central.
De forma cautelosa, Gorbachov renovó la cúpula de altos cargos y dio entrada a nuevos dirigentes que compartían su visión y apoyaban su programa. La primera fue la reforma del alcohol de 1985, diseñada para luchar contra sus consecuencias sociales. En diciembre de 1986 liberó al físico Andréi Sájarov. Personas ajenas al PCUS fueron nombradas altos cargos y reorganizó la cúpula militar. La puesta de largo de las reformas económicas se produjo en 1987.
En junio otorgó una parcial autonomía a las empresas y en noviembre se publicó Perestroika: New Thinking for Our Country and the World, libro que recogía sus líneas reformistas, criticadas ácidamente por algunos como Boris Yeltsin, Primer Secretario del Partido en Moscú. Una mayor libertad de expresión y de religión sacó de prisión a miles de presos políticos y disidentes. A través de mayor debate y participación intentaba conseguir el apoyo ciudadano a las reformas.
Elegido presidente de la Unión Soviética el 15 de marzo de 1990, partidarios de rápidas y profundas reformas se enfrentaban a los conservadores pro-soviéticos. Las cuestiones nacionales se agravaban, en especial en Chechenia.
La URSS se retiró de la guerra de Afganistán y se abrió una etapa de distensión con Estados Unidos. La nueva política exterior facilitó la caída del Muro de Berlín y la reunificación germana. El presidente alemán Frank-Walter Steinmeier, tres décadas más tarde, en carta al último dirigente de la Unión Soviética manifestaba “no olvidamos, y nunca lo haremos, que el milagro de la reunificación pacífica de mi país y el fin de una Europa dividida no serían posibles sin las decisiones valientes y humanas que tomó usted personalmente entonces”.
“Por la mayor apertura que permitió en la sociedad soviética, promover la confianza internacional y abrir nuevas posibilidades para la comunidad internacional”, recibió en 1990 el Premio Nobel de la Paz. Meses después, el 17 marzo 1991, el 78 % de los votantes aprobó en referéndum continuar con el caduco esquema de la URSS.
El 19 de agosto de 1991, la vieja guardia del PCUS, del gobierno y de la KGB intentaron un involucionista golpe de Estado, que fracasó en gran medida por la acción contraria de Boris Yeltsin, presidente de la Federación Rusa. El 8 de diciembre, Boris Yeltsin, Leonid Kravchuk y Stanislav Shushkévich, presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, respectivamente, firmaron el Tratado de Belavezha, acta de defunción política de la URSS. Solo eran tres repúblicas, pero eran las más importantes. Semanas más tarde, el Protocolo de Almá-Atá disolvió la antigua Unión y creó la Comunidad de Estados Independientes (CEI).
El 25 de diciembre, debilitado políticamente y presionado por Yeltsin, Gorbachov dimitió como Presidente de la Unión Soviética: “No puedo aceptar la desmembración del país. Esta resolución se ha de tomar basándose en la voluntad expresa del pueblo mediante referéndum. Cuando me vi al frente del Estado ya estaba claro que nuestro país estaba enfermo. Estoy convencido de la razón de los cambios iniciados en 1985. Hemos acabado con la Guerra Fría, detenido la carrera armamentista y la militarización del país que había deformado nuestra economía, conciencia social y moral. Nos abrimos al mundo y este nos ha respondido con confianza, solidaridad y respeto”.
En medio de fuertes turbulencias, internas y externas, Perestroika y Glasnost debían ir de la mano, pues la reconstrucción económica solo funcionaría combinada con una liberalización política. La primera no consiguió sacar a la economía soviética del caos en el cual estaba sumida y parte de la población le culpó de la corrupción, delincuencia y privaciones socioeconómicas vividas en la etapa postsoviética.
Para Putin, “la caída de la URSS fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX y Gorbachov el líder traidor que liquidó el imperio soviético y dejó a Rusia humillada frente a occidente”. El actual presidente ha vuelto al autoritarismo para reforzar la seguridad interna y aislar a Rusia. Gorbachov trató de reformar a la URSS para competir pacíficamente con el resto del mundo. No supo cómo alcanzar sus amplios y claros objetivos y su salto al vacío desembocó en una posterior autocracia criminal y mafiosa de corte imperialista. Como muchas veces a lo largo de la Historia, la transición devora a sus propios protagonistas.
El pasado 30 de agosto, Mijaíl Serguéyevich Gorbachov falleció en el Hospital clínico central de Moscú por una “grave y prolongada enfermedad". El 3 de septiembre fue enterrado en el cementerio Novodévichi de Moscú junto a su esposa Raisa.