Cela y Alberti: historia de una amistad
Lourdes Regueiro Fernández
Coordinadora en la Fundación Camilo José Cela. Licenciada en Filología Hispánica. Doctoranda en la Universidad de Santiago de Compostela y Estudiante de Periodismo en la UDIMA.
Lo+Social
Cuando Camilo José Cela fijó su residencia en Palma de Mallorca a mediados de los años cincuenta, tenía claro cuál era su tarea:
“Por la Cultura he hecho lo que juzgo deber de todo intelectual: anteponerla a todo, absolutamente a todo en esta vida; defenderla, cuando ante mí se ha atacado, laborar por ella y para ella siempre que la ocasión se ha presentado”.
Para ello, para trabajar por y para la Cultura, fundó en 1956 la revista literaria Papeles de Son Armadans, con la primigenia idea de crear “una revista que sea, en lo posible, donde encuentren una mano abierta los escritores que en estos momentos les resulte difícil publicar en España”. Cela tendió, así, puentes con el exilio republicano, con la finalidad de que sus voces volvieran a oírse en su tierra.
Una de las recuperadas fue la de Rafael Alberti. Gracias a las gestiones realizadas por el hijo del pintor Rafael de Penagos, Camilo José Cela se puso en contacto con el gaditano en 1956 para pedirle una colaboración:
“La llegada a Palma de Rafaelito Penagos ha sido providencial para mí. Buscaba, desde que se me ocurrieron los Papeles de Son Armadans, la forma de comunicar con usted, y él, con su presencia, vino a dármela. […] ¿Quiere enviarme una colección (su extensión es cosa que debe ser marcada por usted) de su poesía inédita? No he de encarecerle la emoción con que la publicaría y el mimo con el que habría de corregir las pruebas”.
Está dado el primer paso. Empero no será hasta 1958 cuando Alberti colabore en Papeles de Son Armadans, pese a las múltiples peticiones que se le hacen:
“Preparo un número dedicado a Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso, que este año llegan a sus sesenta; también habrá un amplio recuerdo, claro es, para Federico, que ahora habría de cumplirlos de no haber sido por lo que fue. Mucho me agradaría que usted quisiera sumarse a este triple homenaje. […] En España tiene usted más amigos de los que piensa y en Papeles de Son Armadans, una honesta y liberal tribuna a su disposición. Su voz es de las pocas que faltan en mi lista, Alberti, y es también una de las pocas que no debieran faltar”.
En este caso Alberti sí responde, y lo hace para unirse a este homenaje en el que colabora con dos poemas:
“Querido Cela, Como siempre, llegaré tarde. Ahí van los dos poemas para el homenaje […] Escribo a Vicente [Aleixandre] y a Dámaso [Alonso], enviándoles copia. Son los primeros poemas que por propia voluntad publicó en España después de 20 años”.
A partir de ahí serán varios los trabajos del poeta publicados en Papeles de Son Armadans, lo que da pie a una relación de amistad que se mantendrá a lo largo de los años y que alcanza su cénit en el número monográfico que Papeles dedica al poeta cuando cumple 60 años. En dicho número Alberti colabora no solo con varios poemas, sino también con el dibujo de la cubierta y con las viñetas que lo ilustran. Escritores glosan su arte literario, críticos analizan su pintura y el poeta queda entusiasmado con el resultado:
“Todo me gustó -Crespo, Zardoya, Aleixandre, G. Prieto…-, la composición, mis dibujos, la cubierta, las fotos y, más que nada, su valentía, su gran gesto amistoso”.
Y al final de esta carta Alberti recoge en un párrafo el sentir de los exiliados españoles para con Papeles de Son Armadans:
“Necesito leer este homenaje con el detenimiento que merece para escribirle a usted de nuevo y agradecerle una vez más el bien que ha hecho a este casi ya viejo poeta español al recordarle dentro de su perdida patria”.
Este homenaje fue objeto de diversas zancadillas, hasta el punto de que estuvo a punto de naufragar. El problema lo plantearon los capitostes del Régimen, que no dejaban pasar la ocasión para entorpecer los proyectos celianos. Por otra parte, llovía sobre mojado: el nombre de Rafael Alberti los puso en pie de guerra. Sin embargo, no contaban con el lema de Cela: “El que resiste, gana”, y la revista se publicó finalmente en julio de 1963. Cela desveló en una carta a Leopoldo de Luis las soluciones que tuvo que encontrar para que el monográfico de Alberti fuera prevaleciera:
“Dentro de muy breves días aparecerá el número homenaje a Rafael Alberti. Fue bastante laboriosa su salvación, pero, en fin, ahí está. La censura me exigió que la revista hiciera constar su disconformidad con la actitud política de Rafael; procuré hacerlo de la manera menos molesta y engorrosa posible”.
Pero esa disconformidad obligada la acompañó Cela de unos significativos versos de Quevedo:
“No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, ya la frente,
me representes o silencio o miedo” [sic].
Y ese Cela, que había creado su revista para que las voces del exilio pudieran volver a sonar en España, finaliza su editorial con una frase que conjuga las dos principales características de Papeles de Son Armadans, su libertad y su independencia:
“Los Papeles de Son Armadans, ni silenciosos ni miedosos, luchan por la literatura y su libertad”.