Hemos perdido la confianza en la razón; solo creemos en el poder

Entrevista a Juan Padilla

Alberto Orellana
Redactor de Comunicación del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.

Lo+Social

Entrevista a Juan Padilla

El profesor Juan Padilla (doctor en filosofía y profesor adjunto en la UDIMA en los Grados de Historia y Psicología) atiende a “Conectados” para hablar, no solo de la reciente publicación de su libro Aventuras y desventuras de la razón. Historia del pensamiento occidental; también de las reflexiones en sí que se desprenden de él. De lo que implica la revisión filosófica y su relación con la historia, y cómo su texto puede ayudar a mantener la necesaria tradición e ilusión por la filosofía.

Aunque ya en su presentación dijo que no pretende, o no está preparado aún para dilucidar con precisión la tendencia actual de la filosofía, ¿la obra no es, en el fondo, un intento de sentar al menos esas bases para tratar de plasmar una posible teoría? ¿Cuál es si no la intención, el motivo, por el que nace este libro?

El libro nace por una necesidad personal de ponerme en claro con la historia del pensamiento. Aunque la ocasión o excusa de escribirlo ha sido en cierto modo la docencia, porque me dedico a enseñar la historia del pensamiento. La razón profunda es que yo, llegada a cierta altura de mi evolución intelectual, he tenido la necesidad de contarme a mí mismo la historia del pensamiento, en particular la historia de la filosofía. Y eso significaba explicársela a los demás. Porque uno de verdad entiende las cosas cuando las explica, cuando intenta transmitirlas. Se puede decir, forzando un poco la expresión, que he aprendido historia del pensamiento, y de la filosofía, escribiendo este libro.

Por supuesto he leído muchas cosas antes de ponerme a escribir el libro, que me llevó aproximadamente tres años, pero nunca me había puesto a construir una historia desde el principio hasta el final. Al construir te das cuenta de los materiales de que dispones, de los que te faltan, y la construcción misma es una manera de aprendizaje.

Respecto a si se llega a la actualidad en la historia y en qué punto se deja, y si puede servir como base... no he querido traer la historia del pensamiento hasta la actualidad más reciente. Me parece que es muy difícil y arriesgado. Y es imposible en el sentido de que el presente es como un campo sembrado de todo lo que ha dejado la historia anterior, pero en el que no sabemos exactamente lo que va a brotar. Para escribir la historia del presente habría que esperar unas cuantas generaciones a ver, no solo qué brota de lo que hay sembrado, sino qué es lo que prospera. Todo ello no era posible hacerlo.

Lo cual no significa evidentemente que no yo haya escrito la historia a partir de determinadas corrientes a las que soy más afín. No por simpatía subjetiva, sino porque encierran un potencial mayor. Podría nombrar alguna, pero de la lectura misma del libro se desprende cuál es mi posición filosófica.

En la presentación del libro comentaba que la filosofía atraviesa una época deslucida. ¿Por qué necesitamos, como decía, “un poco más de ventura” para la filosofía?

La filosofía está en un momento de vacas flacas. Es una impresión general de los que seguimos creyendo en ella. Hay como un cierto cansancio, no hay propuestas potentes, ya casi nadie aspira a crear un sistema ambicioso de pensamiento. Se ha instalado la llamada posmodernidad, que es la convicción de que no se puede alcanzar certeza acerca de casi nada. Uno abraza sus propias convicciones, su propia verdad. Incluso el concepto de verdad parece un poco pasado de moda, como si fuera una cosa retrógrada, y se prefiere hablar de posverdad, ese neologismo que es en el fondo bastante absurdo: la posverdad es la inexistencia de la verdad, en definitiva.

En ese sentido hay como cierto desaliento, pocas expectativas. Entonces hay dos vías: aceptar esta situación o tratar de salir de ella. La historia de la filosofía, se puede ver en la lectura del libro, justamente ha sido (en gran medida) una historia de cómo el pensamiento ha ido sembrando dudas acerca de todas las cosas. Es decir, haciendo preguntas, que es sembrar la duda. Así, podría parecer normal la situación como de inseguridad en que estamos. Lo que ocurre es que, de esas dudas, como ocurrió con la duda metódica de Descartes, se pretende llegar a nuevas certezas. No es una instalación en la duda por la duda, no es el escepticismo. La filosofía ha ido alcanzando certezas.

Creo que ahora mismo la sociedad siente la falta de filosofía (faltan iniciativas, quizá las fuerzas, los planteamientos) y, lo que es más grave, falta algo absolutamente necesario para que haya filosofía: la confianza en la razón. La filosofía empieza cuando los griegos empiezan a creer en que pueden alcanzar el ser de las cosas, el conocimiento, por medio de la razón; no a través de los oráculos u otros medios. Y eso, aunque pueda parecer extraño, en buena medida se está perdiendo o se ha perdido ya.

Se ha creído durante mucho tiempo en la ciencia. Ahora se sigue creyendo, pero con más moderación diría. Porque nos hemos dado cuenta, al cabo del último siglo o siglo y medio, de que la ciencia no puede dar respuesta a los problemas éticos, por ejemplo. Hoy me temo que la creencia en la razón -aquello con lo que nos podemos entender argumentando y con lo que se puede llegar a certezas en las que todos coincidamos- está muy deteriorada. Aunque de boquilla se reconozca esa autoridad de la razón, en el fondo en lo que creemos es en el poder. Y la razón nos sirve en la medida en que está al servicio de nuestras posiciones, ya adoptadas y, casi siempre, por desgracia, inamovibles.

Y otro de los motivos por los que la filosofía está un poco en decadencia es que se quiere que la razón sirva casi siempre para promover una causa o atacar a un adversario. Porque en el fondo, y como consecuencia también de la posmodernidad a la que antes me refería, cada uno está convencido de que la única manera de imponer lo que uno cree no es convenciendo al otro, sino a través de adquirir el poder e imponer su voluntad.

¿Qué papel tiene o debería tener el estudio de la historia en este momento y en la filosofía más concretamente?

El estudio de la historia no es un tema que se considere anticuado (otra cosa es cómo se habla de ella y para qué se quiere), y es fundamental. Siempre lo ha sido. El estudio de la historia no ha estado desprestigiado por lo menos en los últimos dos siglos, dos siglos y medio, casi nunca. Ahora se habla mucho de una especie de sustituto de la historia (o se pretende que lo sea) que es la memoria histórica: “recuperar la memoria”. Habría que estudiar exactamente el desplazamiento semántico que se produce ahí, para ver si es exactamente lo mismo la memoria (o la memoria histórica) que la historia sin más.

Sin entrar en mucha profundidad, sí subrayaría que el estudio de la historia, y por eso es absolutamente irrenunciable, no es el estudio del pasado sin más, de algo que ya no existe y que no nos afecta (como un complemento cultural más o menos bien visto). La historia es fundamental para entender lo que somos, el presente. No se trata de salir de nuestra situación, sino de entender de verdad dónde estamos.

Porque la historia, bien entendida (que no es aprender unas cuantas fechas y nombres, sino entender cómo hemos llegado a la situación en que estamos, a pensar cómo pensamos), es una dimensión completamente vigente. Además, si no sabemos dónde estamos no podemos ir a ningún sitio. Es decir, en realidad no vivimos en el presente, vivimos en el futuro: estamos siempre pensando en lo que vamos a hacer en el futuro más inmediato. No estamos mirándonos los pies, sino mirando al frente. Para pensar y hacer ese futuro hay que saber dónde se está y de dónde se viene. Y eso lo da la perspectiva histórica del presente.

¿Cree que se debería potenciar el estudio de la historia y la filosofía en las nuevas generaciones, aunque sea adaptado a una metodología más... actual (o no tanto), en centros educativos superiores y universidades? ¿Es este el terreno de juego o público objetivo del libro o no solo?

Sí, he escrito el libro pensando ante todo en un público universitario, que no tiene por qué ser de estudiantes de filosofía. Más bien al contrario. Está escrito para gente que no se quiere dedicar profesionalmente a la filosofía; ni siquiera a la historia. Es verdad que el lector tipo que he tenido presente al escribirlo han sido estudiantes de historia porque doy clase. Pero he planteado el libro para que pueda ser útil para un profesor de instituto, por ejemplo. Para cualquier profesional de cualquier materia que quiera, de verdad, conocer y acercarse a la historia del pensamiento, y a la historia en general, porque el libro habla de muchas cosas que no son los sistemas filosóficos o científicos.

Busco, de una manera inteligible y sin muchos conceptos previos que consultar, que el libro se autoexplique, se autoabastezca. He pensado en alumnos que estudian a distancia, por su cuenta y sin un profesor que esté en todo momento explicando. En ese sentido he hecho un esfuerzo enorme por ser claro y creo de verdad que lo puede entender... casi todo el mundo. Es verdad que hay páginas que no se entienden tan fácilmente, porque la materia tiene su dificultad y tampoco he querido que pierda rigor. He intentado que si lo lee un filósofo profesional no se le caiga de las manos, al contrario: que incluso pueda aprender cosas. Pero en lo que he puesto el máximo interés ha sido en ser claro y entretenido; es decir, en mantener también la tensión narrativa o dramática.

¿Qué papel tiene la esfera del individuo y las historias paralelas de la fe y la ciencia en la historia filosófica hasta, casi, nuestros días? ¿Por qué es necesario este enfoque para entender la historia de la filosofía?

Lo que señalas son, hasta cierto punto, aportaciones originales del libro. Una de ellas es el estar jugando con los rasgos generales, la mentalidad de las épocas, y la intervención de los individuos, los grandes pensadores, los grandes filósofos. Lo más frecuente es que las historias de la filosofía se dediquen a exponer sucesivamente los sistemas de pensamiento; se empieza con los llamados presocráticos, Platón, Aristóteles, San Agustín, etc., como si fuera un rosario de perlas que se ensartan sin saber muy bien por qué. Simplemente porque unas vienen detrás de las otras.

Este libro habla de los sistemas personales, de las aportaciones de cada uno de los filósofos, pero también de la situación en la que viven: la mentalidad, las creencias (no solo religiosas, sociales en general). Por eso se entiende muchas veces mejor lo que dicen los propios filósofos, y en ese sentido creo que el libro aporta. No es una sucesión de sistemas, de viñetas; es una narración de cómo se van sucediendo modos de pensar. Y en esos modos de pensar hay personas que han pensado dentro de ese contexto, que ayudan a entenderlo y que han aportado muchísimo: Platón, Aristóteles...; luego, en la época moderna, Descartes, Galileo...; no digamos Darwin y otros más recientes.

Luego está la vertiente de la historia del pensamiento religioso (que llamas “fe”, aunque habría que hablar de pensamiento religioso, pues la fe tiene connotaciones más específicas) y la del pensamiento científico, que no son historias paralelas sin relación mutua. En realidad, es una misma historia; y la de la filosofía va de la mano literalmente; a veces se abrazan, a veces se empujan, pero siempre caminan una junto a otra: filosofía, ciencia, religión... Incluso cuando parece, ya en la época moderna, que la religión se retira y queda en segundo plano, es interesante comprobar cómo el primer plano, que lo ocupa la filosofía quizá, y luego la ciencia, trata de llenar justamente ese vacío que deja la religión.

¿Servirá este libro para que sus lectores (y potenciales pensadores, dedicados a la filosofía) vean que, haya éxito o fracaso, es necesario hacerse más preguntas, embarcarse en una aventura que parte del entendimiento del pasado de la razón, la religión y la ciencia, para escudriñar el devenir de la humanidad o cómo mejorar su entendimiento?

No sé para qué servirá el libro, pero puede hacer la función de un mapa, para situarse e introducirse en la filosofía. No hemos ahondado en ese tema, pero una parte de la necesaria introducción a la filosofía es la historia de la filosofía. Así como la mayoría de ciencias se pueden estudiar sin conocer su historia, en la filosofía no es así. Este libro puede servir como mapa para orientarse a todo el que quiera adentrarse en el terreno más o menos conocido o cartografiado de la filosofía. Creo que llena un vacío editorial, porque en este estrato de público no existe mucha literatura, no hay muchas historias del pensamiento y la filosofía que puedan llegar al público al que quiere llegar este libro. Y espero que mantenga, transmita y anime a seguir con la ilusión de hacer filosofía.

No creo haber hecho aportaciones en absoluto geniales con el libro, pero sí contribuir con él a mantener viva la fe en la filosofía, en la razón (que, como digo, creo que escasea), en las posibilidades de futuro del pensamiento; animar a seguir emprendiendo nuevas aventuras en el pensamiento (que hace falta) y, en cierto modo, a transmitir una tradición. Porque creo que cunde cierto desaliento en el estudio de las Humanidades en general y la filosofía en particular. En ese sentido creo que el libro puede ser útil.