La tecnología y el futuro profesional
Juan Luis Rubio Sánchez
Vicerrector Universidad Empresa en la UDIMA. Profesor de la Escuela de Ciencias e Ingeniería de UDIMA.
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Son numerosos y notables los organismos que, a través de informes y estudios, nos están dando la voz de alarma acerca del desequilibrio que se está produciendo entre oferta y demanda en el mercado laboral en cuanto disponibilidad y perfiles requeridos.
El problema se debe abordar desde una doble óptica: por una parte, el incremento de demanda de puestos científico-técnicos y tecnológicos y, por otra, la disminución de la oferta de perfiles de este tipo.
Si nos fijamos en la parte de la demanda, las empresas están experimentando un proceso de digitalización obligadas por la necesidad de competir en internet. La globalización de los mercados ha acarreado mejores oportunidades para los clientes, pero ello ha obligado a las empresas a mejorar su oferta y a eliminar barreras geográficas a la hora de vender. Evidentemente todo ello mediante procesos productivos más eficientes, una logística muy mejorada y unos sistemas de información extremadamente eficientes. Es evidente que este proceso requiere de la incorporación de recursos altamente cualificados y no siempre fáciles de encontrar.
En segundo lugar, si atendemos a la oferta de mano de obra observamos un lento y, a su vez, constante declive en el número de estudiantes en occidente, cuestión esta fácil de explicar por motivos demográficos. Sin embargo, y aun siendo preocupante este hecho, es más relevante el cambio que se está produciendo en cuanto a la formación de los jóvenes: cada vez menos estudiantes optan por titulaciones (ya sean de formación profesional o universitarias) de las ramas técnicas.
A estos dos factores hemos de sumar otro de gran calado y es el incremento del teletrabajo el cual es cada vez más solicitado por los empleados de cualquier empresa (más acentuado aún en la reciente pandemia que estamos sufriendo). Cambios de paradigma como el trabajo a distancia están incrementando la necesidad de perfiles tecnológicos.
De las ideas anteriores debemos prestar especial atención a la disminución de interés de los jóvenes por las ramas científico-tecnológicas.
En muchas ocasiones se indica que la generación estudiante que se incorporará al mercado laboral en los próximos años son expertos en el manejo de dispositivos electrónicos. Pero esto no debe llevarnos a engaño: la facilidad con que se desenvuelven en el entorno digital es tan abrumadora como la carencia de conocimientos acerca de la técnica y la tecnología subyacente. Es decir, en lugar de adoptar un rol de innovación, de aprendizaje, de curiosidad, de descubrimiento o de mejora de la tecnología existente, la tendencia actual es a ser un consumidor/usuario dejando que “otros” sean los que lideren el cambio.
Esta falta de motivación por desarrollar su carrera profesional y laboral como tecnólogos tiene su origen en edades tempranas. La desconexión existente entre la formación en materias tales como matemáticas, física o dibujo -entre otras- y su aplicación real, así como el desconocimiento de que los nichos de empleo del futuro están en estos ámbitos, lleva a muchos jóvenes a optar por formarse en disciplinas a priori más atractivas.
Sin embargo, estos mismos estudiantes son los que posteriormente descubren que las oportunidades laborales están -de forma predominante- en torno a los campos científico-técnicos y es cuando constatan la necesidad de reenfocar su vida profesional. Siendo así, todos los esfuerzos que hagamos por hacer ver a los estudiantes actuales dónde están y, sobre todo, dónde estarán las bolsas de empleo del futuro, serán pocos.
Es obvio que no podemos cambiar el futuro, en el cual, sin duda, la influencia de la tecnología es cada vez mayor; es obvio que a corto y medio plazo no podemos cambiar la deriva demográfica en la que estamos inmersos; sin embargo, a corto plazo, sí podemos y debemos insistir en programas de concienciación sobre dónde estarán las mejores oportunidades en el futuro.
Son múltiples las opciones que dentro de este futuro tienen estos jóvenes estudiantes: ramas como la biotecnología, la nanotecnología, la microrobótica, la inteligencia artificial (aplicada a campos tan diversos como el derecho, la ética o el espacio), la telemedicina, las energías renovables, la eficiencia energética, la logística, la ciberseguridad o el ciberocio, por citar solo algunas, marcan el futuro próximo. Dentro de estas disciplinas hacen falta perfiles de todo tipo, eso sí, que sepan trabajar en equipo y que incorporen un marcado carácter científico-técnico o tecnológico: filosofía, ética, derecho, arte, filología y otras tantas serán ramas necesarias siempre y cuando incoporen ese aspecto “técnico” en su desempeño.
Sirva este artículo como reflexión de qué estamos haciendo cada uno de nosotros desde nuestros pequeños ámbitos de actuación para asesorar correctamente a nuestros jóvenes en materia formativa. No debemos perder de vista que, como padres y como adultos, desempeñamos nuestra actividad en el campo de la formación, la mejor ayuda que les podemos dar a los jóvenes es precisamente una formación, una preparación y unas herramientas para decidir correctamente en un futuro complejo, pero siempre dominado por la tecnología.