Nasrin Sotoudeh. La abogada más valiente de Irán
María Jesús Ros Benavides
Profesora de Laboral y Seguridad Social en el Grupo CEF.- UDIMA.
Ocio y cultura
Tras la revolución iraní de 1979 y el triunfo de los islamistas, al tiempo que se legaliza la poligamia las mujeres son destituidas de sus cargos públicos, pierden el derecho a divorciarse y a tener la custodia de los hijos, no pueden viajar sin el consentimiento del marido y son obligadas a observar en público la vestimenta islámica. Las mujeres pierden los derechos a votar, educarse y trabajar que desde hacía 60 años ejercían. En ese contexto Nasrin tenía 16 años.
Los islamistas, aunque practicantes del islam, no son musulmanes al uso, es decir, practicantes de una religión monoteísta que se rige por el Corán y que su mayor profeta es Mahoma. Los islamistas reivindican la religión musulmana como eje central de la vida política y social, siendo partidarios del integrismo o fundamentalismo musulmán.
Nasrin es una destacada abogada de Irán, casada y madre de dos hijos, que lucha por los derechos de la infancia, de la mujer y los derechos humanos. Defiende a menores sentenciados a muerte, a niños que sufren violencia de género y a multitud de mujeres. Entre sus representados se encuentra Shirin Ebadi, abogada, activista de derechos humanos y primera mujer musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz. Nasrim la defendió en su litigio contra el gobierno cuando este la cerró el despacho y confiscó sus propiedades. Shirin Ebadi fue encarcelada por criticar a la República Islámica. También podemos citar al director de cine iraní Jafar Panahi, que fue detenido y condenado a prisión por su película no autorizada Taxi, que obtuvo el primer premio en el festival de cine de Berlín. Tras su liberación se le prohibió hacer películas, escribir guiones, hablar con los medios de comunicación y salir del país.
En irán el hiyab es obligatorio en público. Las mujeres deben cubrir sus cabezas con esos centímetros de tela y disimular su cuerpo porque las leyes de la República Islámica de Irán así lo exigen; Nasrin va en contra de ellas. Si logran imponernos el hiyab, podrán hacer con nosotras lo que quieran, dice. Esas leyes están violando los derechos de la mitad de la sociedad porque no están basadas en la igualdad. En el Corán Dios no distingue entre hombres y mujeres.
El marido de Nasrin, Reza Khandau, periodista, es su mayor apoyo en esta lucha. La ama, la respeta, la admira y es su mejor amigo. En el año 2010, cuando sus hijos tenían 3 y 9 años, la detuvieron por propagandista y atentar contra la seguridad del estado. La encarcelaron y los primeros dos meses estuvo en absoluto aislamiento, la peor forma de tortura. Al poco tiempo, como presentaron cargos también contra su marido e hija, Nasrin se puso en huelga de hambre. Transcurridos dos años la dejaron en libertad pero el colegio de abogados intentó privarle de la licencia para ejercer la abogacía, cosa que no logró, porque tras ocho meses de sentadas delante del colegio de abogados y el apoyo popular, tanto nacional como internacional, logró que se la devolvieran.
Los jóvenes, hombres y mujeres, son los que más la secundan en la lucha, por eso ahora son los más oprimidos. Es frecuente ver a chicas que quitándose el hiyab en la calle lo atan en una estaca y, encaramándose a un alto del mobiliario urbano, lo agitan a modo de bandera. Luego suben los vídeos y fotos a las redes sociales. Enseguida son detenidas y conducidas al complejo judicial de disciplina moral. La acusación es por desviación moral, y este cargo conlleva hasta 10 años de prisión. A Nasrim le cuesta mucho lograr la libertad bajo fianza de estas jóvenes, porque los jueces, presionados por el régimen, se desentienden durante semanas de estas detenciones. Jurídicamente no existe base legal para estas condenas, es un derecho de la mujer decidir lo que quiere o no ponerse, y los tribunales lo saben, pero no tienen el valor suficiente para enfrentarse al poder político.
En el 2018 Nasrin fue detenida de nuevo por rebeldía y la condenaron a 38 años y medio de prisión y a 148 latigazos. Esta pena se rebajó a 12 años de prisión y 74 latigazos. El estado físico de Nasrim no es el de antes y su marido está realmente preocupado por ella. Sus intentos de liberarla también le han conllevado una pena de prisión de 6 años, que está cumpliendo en su domicilio.
Nasrin abandonó una vida exitosa y cómoda por una vida dedicada al activismo político y social, pero no piensa que esté desperdiciando su vida por los demás, es el precio que tiene que pagar por luchar en lo que cree y sentir felicidad en su corazón. Hay que vivir libres del miedo y los hijos no deben heredar nuestro silencio, dice, por ello hay que seguir reivindicando los derechos con métodos no violentos, esperanza y tenacidad.