El ídolo de Tara y la cosmovisión feminista

Paisaje de una montaña

José Ángel Martínez Talavera
Estudiante del Grado en Derecho de la UDIMA.

Ocio y cultura

En el corazón de Gran Canaria, bajo la cálida tierra de Telde, en concreto el barrio que lleva su nombre, se hallaba enterrado un misterio que durante siglos había sido olvidado, hasta que un grupo de arqueólogos, a finales del siglo XIX, lo desenterró: el ídolo de Tara.

Esta figura de terracota, antropomorfa y delicadamente decorada con almagre, emergió del suelo como un testimonio tangible de la rica cosmovisión femenina que los antiguos pobladores de las islas habían tejido en torno a la vida, la fertilidad

El ídolo, con su forma robusta y serena, representa una figura femenina. Su diseño meticulosamente trabajado refleja no solo la destreza artística de los aborígenes canarios, sino también el profundo respeto y la centralidad que otorgaban a la mujer en su sociedad. En muchas de las culturas antiguas, la mujer era vista como el pilar de la vida misma, simbolizando la fertilidad y la perpetuación del linaje.

En Gran Canaria, este simbolismo se encarnó en el ídolo de Tara, una representación sagrada vinculada a los ritos de la fertilidad y a las funciones sociales que las mujeres desempeñaban. Además, el nivel mágico místico de la implicación de ciertas mujeres, llamadas guayarminas, que representaban los designios y augurios del presente y futuro, algo similar a las sacerdotisas del oráculo de Delfos, como Pitia o Enheduanna, en este caso de la cultura sumeria, dominaban el aspecto religioso.

Para los antiguos habitantes de la isla, la figura de la mujer no solo estaba vinculada a la maternidad y la reproducción, sino también al orden social y a la cohesión de la comunidad. Las mujeres de Gran Canaria jugaban un papel esencial en la toma de decisiones, en la transmisión del saber y en el mantenimiento del equilibrio dentro de sus sociedades. A través de sus manos y su sabiduría, se sostenía la vida, tanto en los hogares como en los campos y en los espacios sagrados.

Con la colonización y la llegada de influencias externas, la figura de la mujer, que había sido tan central en la cultura aborigen, se vio relegada a un segundo plano, sometida a las estructuras patriarcales de la época. Sin embargo, aquel tótem, símbolo dormido de una perspectiva del mundo, con el paso de los siglos volvería a resonar en la lucha feminista de la era moderna, como una serendipia singular.

El siglo XX trajo consigo un resurgir de los movimientos feministas en todo el mundo, y Canarias no fue la excepción. La lucha por los derechos de las mujeres, por la igualdad de género y por el reconocimiento del papel fundamental de la mujer en todas las esferas de la sociedad comenzó a cobrar fuerza, y en ese contexto, la figura del ídolo de Tara recuperó un significado especial. Lo que antaño representaba la fertilidad física, ahora se reinterpretaba como la fertilidad de ideas, la capacidad de las mujeres para cambiar y transformar el mundo con su fuerza, inteligencia y creatividad.

Las mujeres de Canarias, inspiradas por el pasado y el simbolismo que el ídolo representaba, comenzaron a forjar una nueva narrativa de poder femenino. El ídolo, redescubierto y restaurado, se convirtió en un emblema de esta nueva lucha. Ya no solo era un objeto arqueológico, sino un símbolo de la conexión ancestral con la tierra, con la vida y con el poder inherente de las mujeres para dar forma a su propio destino.

Las mujeres de hoy, igual que las mujeres de ayer, luchan por mantener su lugar en la historia, por transformar el mundo en uno más justo y equilibrado, y por superar los obstáculos que el patriarcado sigue imponiendo.

Los movimientos feministas en Canarias han encontrado en el ídolo de Tara un símbolo de la resistencia femenina y de la importancia del rol de la mujer a lo largo del tiempo. Las mujeres canarias han hecho de este ídolo una figura de empoderamiento, conectando su lucha actual con una larga tradición de poder femenino que se remonta a los tiempos antiguos.

Hoy, mientras el mundo cambia, el mensaje de las mujeres, al igual que la tierra fértil, tienen dentro de ellas el poder para transformar la realidad. La figura de terracota sigue recordándonos que, aunque los tiempos y las formas cambien, la esencia del poder femenino sigue siendo la misma: crear, sostener y, cuando es necesario, luchar por un mundo mejor, a pesar de las dificultades.

En este contexto, la lucha feminista contemporánea no es más que una extensión de la sabiduría de las mujeres aborígenes de Gran Canaria, que hace siglos entendieron que el verdadero poder reside en la capacidad de dar vida, en todas sus formas, de construir un futuro donde la igualdad, la justicia y el respeto sean las piedras angulares de la sociedad, y de tomar sus propias decisiones sobre su cuerpo y su forma de pensar.