Sobre los nombres
Rody Polonyi
Guionista. Profesor. Doctorando en Filología.
Lo+social
En los bosques del norte de California viven los titanes Hiperión, General Sherman y Presidente, los seres más longevos del planeta. Su edad se calcula entre dos y tres mil años. También son los más altos; todos superan los cien metros.
Estos colosos han sido testigos del nacimiento de nuestra cultura y de su difusión mediante la escritura. Por eso, quizá, sea tan interesante saber de dónde nace su nombre: Secuoya.
Viajemos a Mesopotamia, civilización sumeria, más o menos 3500 a.C., momento en el que oficialmente se inicia la escritura.
Antes de eso, durante doscientos mil años, los seres humanos poblaron la tierra y no dejaron un solo documento escrito, así que sabemos nada de sus historias, sus poetas, sus héroes.
Tras sumeria aparece la escritura en Egipto, después en China y a continuación alrededor del Mediterráneo. Ninguna de estas lenguas es una evolución del sumerio, nacen como lenguas nuevas aunque están inspiradas en él, inspiradas en un concepto revolucionario: la escritura como idea.
Para entender el concepto del préstamo de la idea de la escritura hay que saltar hasta el año 1820, cuando un indio cheroqui observó cómo los hombres blancos podían repetir historias sin memorizar información mediante una tecnología dibujada sobre el papel.
A pesar de que el indio no entendía lo que estaba escrito, sí entendía su propósito, la idea. Entonces se le ocurrió desarrollar un alfabeto propio en el que cada palabra iba a estar representada por un dibujo. Pero se encontró con dos problemas; el primero era el altísimo número de imágenes diferentes que se necesitaban, el segundo la dificultad de representar conceptos abstractos como por ejemplo “amor” o “muerte”.
El indio detectó que las palabras estaban formadas por sonidos distintos que se repetían (sílabas). Así que asignó a cada sonido un símbolo y para hacerlo tomó un libro de ortografía inglesa y asoció aleatoriamente los sonidos con las figuras. Tras 12 años de trabajo consiguió 85 sílabas con las que creó una gramática nueva.
La presentación oficial fue frente a los ancianos de su pueblo. El indio se retiró a distancia mientras su hija escribía lo que los ancianos le dictaban. Cuando el indio regresó leyó lo que su hija había escrito y los ancianos se quedaron maravillados. Más tarde compraron una imprenta con la que comenzaron a imprimir libros y periódicos escritos en su propio idioma.
A pesar de tomar la idea prestada, la tarea fue de un ingenio titánico, tan titánico como los seres más longevos, que habían sido testigos y guardianes de la historia de la escritura y por eso les dieron el nombre del indio cheroqui: Secuoya.