Stendhal y el señor de Orgaz

Caudro de El Entierro de Orgaz de El Greco

María Jesús Ros Benavides
Profesora de Laboral y Seguridad Social en el Grupo Educativo CEF.- UDIMA.

Ocio y cultura

¡Pues va a ser verdad que cualquier “cosa” en exceso perturba la salud y que en la moderación está el secreto de la longevidad¡ Da igual que “esa cosa” nutra el físico, la psique o el intelecto, y que “la cosa” pueda ser en sí misma positiva o negativa.

Por ejemplo, fumar es malo y fumar en exceso es peor, claro; pero descubrí que admirar una obra pictórica, arquitectónica, musical, o un paisaje, que en sí mismo es un acto bueno, incluso sublime, puede ser perjudicial si el impacto emocional es excesivo o si las obras dignas de fascinación se acumulan, pudiendo provocar el popular pasmo que, según el diccionario, deja en suspenso la razón y el discurso.

A mí la emoción me ha sobrepasado en muchas ocasiones, como a casi todos, supongo. No hay más que ir al cine o al teatro y comprobar, si el argumento lo requiere, cómo al finalizar la función e iluminarse la sala los espectadores miramos al suelo intentando ocultar las lágrimas que corren por nuestras mejillas mientras desplegamos azarosamente el clínex que las hará desaparecer lo más rápidamente posible. Pero he de reconocer que esa emotividad se me desbocó totalmente ante el cuadro de El entierro del señor o conde de Orgaz.

Esa inmensa pintura del Greco, sita en la iglesia de Santo Tomé, en Toledo, con sus dos planos, el terrenal y el celestial, y todos los personajes que en los mismos habitan, me conmocionó y turbó hasta el punto de percibir, después de contemplarla un rato, cómo mis ojos se paseaban por esa multitud de imágenes sin que mi cabeza fuera capaz ni de registrarlas ni de enjuiciarlas.

Cada diferente rostro, cada gesto, cada mirada de los enlutados amigos del fallecido -que lo eran del pintor en realidad, además de él mismo- sus trajes, el estampado y pliegues de las telas, la delicadeza con la que un atractivo san Esteban junto con un anciano san Agustín, levantan el inerte y bello cuerpo del conde, sin ninguna huella del rigor mortis en él, para depositarlo en el sepulcro de piedra que le espera fuera de la pintura, justo a sus pies; y el niño de negro, hijo del pintor, que con gesto cariacontecido nos anima con su índice a no perdernos nada de la fulgurante escena central; me abrumó de tal manera que incapaz de moverme, no podía cerrar la boca, me comenzaron a pitar los oídos y noté como una gran bola me impedía digerir tanta grandiosidad. ¡Y todavía me quedaba el cielo!

Ante mi rara reacción me interesé por el conocido “síndrome de Stendhal”, también llamado el “síndrome del viajero” o el “síndrome de Florencia”. Este mal se caracteriza por hacernos experimentar emociones muy intensas ante algo que cognitivamente percibimos como desmesuradamente bello o excesivamente sorprendente, pudiendo provocar alteraciones de la salud como ansiedad, taquicardias, mareo o incluso desfallecimientos.

Su nombre se debe al novelista francés del siglo XIX Stendhal, pseudónimo de Henri Beyle, un autor de gran sensibilidad que sufrió mareos y palpitaciones al pasear por la basílica de la Santa Cruz en Florencia, describiendo en su libro Roma, Napolés y Florencia los síntomas de su curiosa reacción sin saber que estaba creando el síndrome que llevaría su nombre. Así, relató:

“Absorto en la contemplación de la belleza sublime… Había llegado a aquel punto de emoción en el que uno experimenta sensaciones celestiales… Todo le hablaba tan vívidamente a mi alma. El corazón me palpitaba… Mi vida se drenaba. Caminaba con miedo de caerme”.

Este síndrome no solo está ligado a Florencia, aunque es en esta ciudad italiana donde se presenta mayoritariamente. También se han dado varios casos en ciudades culturalmente relevantes como París; se habla del impacto de Versalles; Jerusalén, con abundantes delirios religiosos por parte de los viajeros, y España, fundamentalmente visitando la Alhambra de Granada, la mezquita de Córdoba y ante varios escenarios de su diversidad paisajística.

¿Enfermedad psicosomática o reacción romántica propia de personalidades excesivamente perceptivas y sensibles?

El síndrome fue descrito clínicamente como un trastorno psiquiátrico en 1989 por Graziella Magherini, psiquiatra del hospital Santa María Nuova de Florencia, después de reconocer a varios visitantes, pero la mayoría de neurólogos afirman que hay más de anormalidad ocasional que de patología en él, dado que es transitorio y desaparece sin necesidad de tratamiento médico. Además, no se ha registrado ningún caso entre los oriundos de la localidad.

Espaciar la intensidad de visitas y la acumulación de información, que para breves periodos de tiempo la mayoría de destinos turísticos ofrecen, disminuiría probablemente la fatiga del viajero y los casos del síndrome de Stendhal.