Stolpersteine (piedras que te hacen tropezar)

Stolpersteine conmemorativo

Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.

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En 1990, el escultor alemán Gunter Demnig quiso conmemorar los 50 años de la deportación en Colonia de mil personas de etnia gitana hacia campos de concentración, de trabajo según denominación del régimen nazi. Este hecho preparó las posteriores deportaciones masivas.

Tras entrevistarse con supervivientes e investigar en archivos, para Demnig el mejor homenaje no era un gran monumento a las víctimas, como el construido en Berlín cerca de la Puerta de Brandeburgo, el escultor quería recordar a las personas masacradas allí donde llevaron una vida normal. Delante de sus hogares o puestos de trabajo, desde los cuales fueron llevados a los campos de exterminio, colocó a ras de suelo pequeños cubos de cemento (96 × 96 × 100 mm) con una fina placa de bronce o latón dorado donde están grabados los datos de la persona. Estos adoquines son los Stolpersteine (piedras de tropiezo), los cuales llaman la atención del caminante y generan un gesto de respeto y recuerdo hacia las víctimas.

El 16 de diciembre de 1992, sin permiso, Demnig colocó el primer adoquín frente al histórico edificio del Ayuntamiento de Colonia, medio siglo después de la orden de Heinrich Himmler para la deportación de “gitanos”. Este fue el primer hito del proyecto Stolpersteine, para construir y colocar seis millones de piedras, homenaje a las seis millones de víctimas (judíos, homosexuales, presos políticos o miembros de brigadas internacionales) del régimen nazi. En 1996, participó en la exposición Künstler forschen nach Auschwitz (Artistas investigan sobre Auschwitz) en Kreuzberg y, sin autorización, colocó 51 piedras en aquel barrio, actual centro de la bohemia berlinesa. Fue el 19 de julio de 1997, en el barrio de St. Georgen en Salzburgo (Austria), a propuesta de la iniciativa “Knie” y del Servicio Austriaco de la Memoria, cuando la municipalidad permitió ubicar sus dos primeras piedras dedicadas a testigos de Jehová allí represaliados.

Hasta el año 2000 el Ayuntamiento de Colonia no concedió permiso para colocar las piedras solicitadas. Desde entonces, el proyecto tomó fuerza, adquirió relevancia y se difundió ampliamente, convirtiéndose en el monumento recordatorio más descentralizado del mundo. El pasado año se colocó en Núremberg el adoquín número cien mil, en recuerdo a Johann Wild, ejecutado en 1941 por denunciar los crímenes nazis.

Existe una alta demanda para instalar nuevos adoquines, la lista de espera supera el año. Demnig cuenta con varios colaboradores, pero mantiene construir manualmente, una a una, las piedras, en su taller. El artista en persona coloca las primeras en cada localidad solicitante. Tras la guerra, al destruirse muchas casas, calles completas se convirtieron en espacios públicos, como parques o polideportivos, y las piedras se sitúan lo más cerca posible de la última residencia. Cada cubo cuesta 132 euros, financiado por donativos. Una vez instalados pasan a ser propiedad del municipio.

Con la inscripción: “Aquí residió, Aquí vivió, Aquí enseñó”, el nombre de la víctima, año de nacimiento, destino final y fecha de deportación o muerte, los Stolpersteine han sido situados ya en distintos países. También en España se han colocado en memoria de españoles asesinados, deportados, expulsados o llevados al suicidio por el nazismo. Tras la victoria de Franco, muchos republicanos españoles huyeron a Francia. Durante la Segunda Guerra Mundial, más de siete mil fueron allí detenidos y llevados a campos de exterminio, principalmente a Mauthausen. Más de la mitad pereció allí. Las primeras piedras de la memoria se colocaron el 9 de abril de 2015 en Navàs y El Palà de Torroella, ambas de la provincia de Barcelona. Hasta junio de 2021 se habían instalado 480 en 79 municipios. En Madrid, Günter Demnig colocó las ocho primeras el 26 de abril de 2019 y está previsto colocar nuevos adoquines durante los próximos meses. La petición puede ser individual, por una asociación o a instancias del propio ayuntamiento.

“Las Stolpersteine son mi obra de vida”, dice el escultor germano de 75 años, que reside con su esposa Katja en Alsfeld-Elbenrod, estado de Hesse. Con un característico sombrero de ala ancha, Demnig da imagen a una forma personal del recuerdo más allá de la memoria oficial. Son las piedras que te hacen tropezar y recordar lo que nunca debió producirse.