Una visión de Gaza y Palestina a través del cómic

Tanques de combate

Félix Acero Prieto
Socio de Islaw Abogados Las Palmas

Lo+Social

Claude Lanzmann, el director de Shoah (1985), el inabarcable documental de más de nueve horas de duración sobre el Holocausto, entendía que la única forma de abordar el horror y la barbarie era a través del testimonio directo de las víctimas. Según esto, la ficción estaba de sobra para transmitir a las generaciones futuras la memoria de aquello que no debería volver a repetirse, especialmente si tomaba la forma de un medio como el cómic, tan poco considerado entonces, confinado al mero entretenimiento de adolescentes. Contrariando esa postura, Art Spiegelman, ganó el premio Pulitzer de 1992 con la obra canónica del comic sobre el tema: Maus.

Aunque ha habido una evolución notable desde entonces, aún sigue existiendo bastante reticencia entre muchos lectores a tomar en serio el cómic como un modo de expresión válido para contar cosas de una cierta trascendencia. Sin llegar al menosprecio de quienes no entendieron la creación de un Premio Nacional del Cómic para galardonar a alguien por “dibujar monigotes”, en la mayor parte de los casos lo que sucede es que sigue existiendo un gran desconocimiento de lo que puede hacerse a través del cómic, o novela gráfica o como se quiera llamar. Pero lo cierto es que hoy existen cómics de muy alto nivel que tratan toda clase de temas, por dramáticos que sean, y un buen ejemplo de ello es el conflicto palestino-israelí, del que vamos a ver algunas muestras.

Alfonso Zapico nos acerca al origen del conflicto en Café Budapest (2008), contando, con el trasfondo histórico de la creación del Estado de Israel, la crónica un judío de centroeuropa que junto con su madre, superviviente de Auschwitz, emigra a Jerusalén para hacerse cargo de un café donde conviven, más o menos en armonía, judíos, árabes y cristianos, hasta que todo salta por los aires precisamente el 18 de mayo de 1948, con la aprobación por parte de la recién creada ONU de la partición de Palestina.

Otra aproximación para intentar comprender la difícil convivencia en aquella parte del mundo la ofrece el canadiense Guy Delisle en Crónicas de Jerusalén, premio al mejor álbum del Festival de Angulema de 2012. El autor acompañó a su mujer, miembro de Médicos sin Fronteras, entre agosto de 2008 y julio de 2009, y el choque cultural que le supuso la intransigencia e incomunicación, no ya entre cristianos, musulmanes y judíos, sino entre las facciones más integristas y ultraortodoxas de cada una de esas religiones, lo resumió con un surrealista y genial “Gracias, Dios mío, por haberme hecho ateo”.

En Vals con Bashir (2009), Aris Folman y David Polonsky exploran la memoria del propio Aris, incapaz de recordar nada de su participación como soldado en la invasión del sur del Líbano en 1982, y de la omisión del ejército israelí para evitar la masacre que los cristianos maronitas cometieron en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, asesinando a cientos de palestinos, incluyendo mujeres, niños y ancianos. Una de las planchas de esta obra es un ejemplo perfecto de la potencia narrativa del arte secuencial para transmitir sin palabras el horror de la guerra. En las primeras viñetas, un vehículo rojo se aproxima a un grupo de soldados israelíes que descansan frente a un burger y los asesina. En las siguientes viñetas, otro grupo de soldados israelíes dispara indiscriminadamente sobre el vehículo y los edificios que tiene detrás. Al final, el vehículo al que iba dirigido el fuego emerge ileso entre el humo y los escombros de los edificios.

He dejado para el final al autor que más se ha ocupado de Gaza, el maltés Joe Sacco. Palestina, ganadora del American Book Award de 1996, le lanzó a la fama por su testimonio de la intifada en la franja de Gaza durante los meses de diciembre de 1991 y enero de 1992. Yo prefiero, sin embargo, Notas al pie de Gaza, más compleja a nivel narrativo, donde relata su nueva visita a Gaza en el año 2002 para investigar dos matanzas de civiles en las ciudades palestinas de Khan Younis y Rafah ocurridas en 1956, en el contexto de la crisis del canal de Suez.

Si las dos obra anteriores se pueden considerar en términos periodísticos como grandes reportajes informativos, La guerra de Gaza (2023) sería el equivalente a una columna editorial en la que Sacco desmonta de un modo contundente el argumento de quienes contemporizan con Israel por ser la única democracia en la región, con la referencia histórica de cómo entendía la democracia la antigua Atenas: en el siglo V a.C., después de que la isla-estado de Milo rechazara el ultimátum ateniense para aliarse con ellos, Atenas mató a todos sus hombres, vendió al resto como esclavos y envió colonos a ocupar las casas de la isla que habían quedado vacías.