Antonio Gala, el bastón y la palabra

Foto de Antonio Gala

Doctora María Lara Martínez
Profesora de Ciencia Histórica y Antropología de la UDIMA. Embajadora Marca Ejército del Ejército de Tierra. Historiadora miembro del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire y del Espacio.

Doctora Laura Lara Martínez
Profesora de El mundo actual de la UDIMA. Embajadora Marca Ejército del Ejército de Tierra. Historiadora miembro del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire y del Espacio.

Ocio y cultura

Es quizás uno de los escritores españoles que más llegó al gran público, él mismo confesaba con sarcasmo que era el autor más vendido y menos leído. El bastón fue un accidente en su vida, que llegó para quedarse como recurso retórico, pues le facilitaba qué hacer con las manos en las conferencias y entrevistas. Su voz inundaba las letras de melodías de palabras de otro tiempo disfrazado de actualidad porque los sentimientos son la dimensión más universal del ser humano. Y su cadencia, las pausas y la risa, dentro de la solemne distancia con acento andaluz habiendo sido alumbrado en La Mancha, conferían un halo de misterio a sus declaraciones.

Tras un incidente en la mili hizo prácticas de monje en la Cartuja de Jerez leyendo obras de Historia de las civilizaciones. Poeta, dramaturgo, escritor de narrativa, Licenciado en Derecho, en Filosofía y Letras y en Ciencias Políticas y Económicas, llegó a iniciar las oposiciones de Abogado del Estado.

La mitología de lo cotidiano fue su verdadera carrera, por recoger el palpitar directo del pulso de la calle revestido de apariencia clásica. Fueron sus compañeros de camino los pensamientos de Carmen, de Petra o de Inés. Todas las mujeres de sus libros decía que se identificaban con ciudades y, en paralelo, cantó a las urbes, como Bagdad. En 1982 recitó en Irak ante Saddam Hussein, relató luego que lo llamó Manolo porque le parecía una mezcla “de albañil y camionero”, salvando las distancias con la bondad de estas profesiones. A cada verso el sátrapa decía vítores, pero Gala creía que lo iba a gasear. En el poema Bagdad evocó a las princesas sumerias, de quien decía que sus collares pervivieron más que sus cráneos.

Nunca escribió su autobiografía, mas aparece dibujado su yo en los diálogos entre Tobías y el Ángel, la soledad sonora de un joven que viajó por el mundo, que se instaló en Córdoba y que murió en un convento, sede de la Fundación que creó para patrocinar el talento.

Sus letras de tinta llegaron al cine, desde películas precoces en las que era colaborador en la elaboración de la escaleta como Digan lo que digan (1968) y Esa mujer (1969), de Raphael y Sara Montiel, respectivamente, hasta adaptaciones de sus novelas La pasión turca (1994) y Más allá del jardín (1996), con Ana Belén y Concha Velasco en uno y otro film.

Fue crítico con las plasmaciones de los libros en la pantalla, hasta el punto de manifestar que no le gustaba la versión de La pasión turca, dirigida por Vicente Aranda. En cambio, de Más allá del jardín, con los actores a las órdenes de Pedro Olea, afirmó que no sabía si era su novela pero que era una magnífica película. Afirman que al salir de España se desprendía de su personaje, dejaba en la frontera esa elegante parsimonia que lo distinguía y aumentaba la velocidad al andar y al hablar.

Impresiona escuchar en televisión sus confidencias sobre el desengaño o acerca de la muerte en los programas de Jesús Quintero. No os molestéis, conozco la salida aseveró que sería el título de esa autobiografía que, como referíamos, se quedaría en su cabeza. Le gustaría ser enterrado con “sus perrillos”, con los que formó una familia, y de la autoescuela se acordaba con humor, exponiendo al “Loco de la Colina” la conducción calificada de “temeraria” que llevó por la calle Vitruvio de Madrid y “el extraño” que le hizo el coche cerca del Museo de Ciencias Naturales.

Entre su prolífica producción, de teatro, poesía y narrativa, aquella mañana de domingo de elecciones municipales y autonómicas de 2023 rescatamos en nuestras redes sociales su libro Si las piedras hablaran. Lo publicó Espasa Calpe en 1995, al modo de compendio de los guiones sobre parajes históricos que redactó para los capítulos del programa de televisión del mismo nombre en 1972.

Como Profesoras de la UDIMA, a lo largo de estos cursos Gala está presente en nuestras aulas virtuales, pues analizamos episodios de sus libros en las asignaturas de Ciencia histórica y de Historia de la educación. De la misma manera, en los talleres de novela histórica que impartimos, por ejemplo, en la Biblioteca Pública del Estado en Cuenca, trabajamos el texto de El pedestal de las estatuas, ambientado en el destierro de Antonio Pérez, en tiempos de Felipe II.

En las clases como Profesoras Visitantes en Georgia en la Universidad Ivane Javakhishvili y en la Georgian American University comentamos pasajes de sus Troneras, columnas de opinión publicadas en El Mundo, donde apuntaba con puntería sin ser visto por la abertura del barco o de la muralla.

Y también tenemos que citar Anillos para una dama, la obra de teatro sobre Jimena, la esposa del Cid, que Gala compuso cuando agonizaba el franquismo. En la serie Españolas para el Recuerdo que realizamos en Las Mañanas de Radio Nacional glosamos esta pieza de 1973 ambientada en Valencia en el siglo XII, dos años después de la defunción de don Rodrigo. Jimena encarna a una España que, a la muerte del “Generalísimo”, querría caminar sola, desligándose de la sombra. Se fue Antonio Gala en la primavera con numerosos premios, como el Planeta por El manuscrito carmesí (1990), ambientado en la etapa de Boabdil, y distinciones como la consideración de Hijo Predilecto de Andalucía (1985) y la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha (1999). A pesar de su deslumbrante trayectoria, no se le dieron ni el Premio Príncipe de Asturias, ni el Reina Sofía de Poesía, ni el Cervantes ni el Premio Nacional de las Letras Españolas (del que María ha sido Jurado en el Ministerio de Cultura).

Tampoco se le brindó el sillón en la Real Academia de la Lengua que sí merecía. Pesaron en su contra ciertas manifestaciones suyas sobre los judíos, impresiones que en nada compartimos. Pero fue un intelectual gigantesco en cuanto a reflexión y profundidad, el Diccionario de la RAE define “gala” como “gracia, garbo y bizarría en hacer o decir algo”... La acepción parece su espejo.

Como compañeros de editorial en Espasa y el Grupo Planeta, resulta triste decir adiós. Sit tibi terra levis.  

Es hora ya de levantar el vuelo

Es hora ya de levantar el vuelo,

corazón, dócil ave migratoria.

Se ha terminado tu presente historia,

y otra escribe sus trazos por el cielo.

No hay tiempo de sentir el desconsuelo;

sigue la vida, urgente y transitoria.

Muda la meta de tu trayectoria,

y rasga del mañana el hondo velo.

Si el sentimiento, más desobediente,

se niega al natural imperativo,

álzate tú, versátil y valiente.

Tu oficio es cotidiano y decisivo:

mientras alumbre el sol, serás ardiente;

mientras dure la vida, estarás vivo.