Asimov y la robolución
Javier de la Nava
Profesor de Macroeconomía y Gestión de Riesgos del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.
Tecnología
El pasado 2 de enero, parece que han transcurrido varias generaciones desde entonces, se conmemoró el centenario del nacimiento de Isaac Asimov. Nacido en la aldea de Petróvichi, en la Rusia central, sus padres, Judah y Anna Rachel, de origen judío, se trasladaron a Nueva York cuando Isaac contaba con tres años de edad. En Brooklyn, la familia regentaba un quiosco de prensa en el que Isaac trabajaba por las tardes, a la par que devoraba las publicaciones de ciencia ficción. Su extraordinaria inteligencia contrastaba con unas pésimas cualidades físico-deportivas y escasas habilidades sociales por lo que carecía de amigos y era rechazado por las chicas. Estudió Ingeniería Química y se doctoró en Bioquímica por la Universidad de Columbia, tras superar fuertes restricciones a la presencia de judíos en sus aulas, “Si eras judío y pobre, eras un marginado por partida doble”, afirmó años después. Su alto cociente intelectual (160 puntos) le permitió pertenecer a la plataforma de superdotados MENSA. Fue profesor de Bioquímica de la Universidad de Boston, ocupación que abandonó para dedicarse íntegramente a escribir. En 1942 se casó con Gertrude Blugerman, de la que se divorció años más tarde. Aprovechaba la admiración que provocaban su fama y éxito para sistemáticamente propasarse con las mujeres hasta bordear el acoso y acumular infidelidades. Janet Jeppson, su segunda esposa, solo le pedía que fuera discreto.
Desde muy joven su obsesión fue publicar más de un centenar de libros, aunque la calidad de parte de sus narraciones no era excesiva. En 1939, la prestigiosa revista Astounding Science Fiction -dirigida por John W. Campbell- publicó su primer cuento. Ello le permitió acceder a las asociaciones de fans de la ciencia-ficción, en especial a los Futurians, promotores del radicalismo científico.
En su obra Asimov anticipa y refleja los miedos que moldearon el siglo XX. La Serie de la Fundación, relatos iniciados en 1942, tiene que ver con la II Guerra Mundial, la ideología nazi y el colapso de la civilización europea. Hari Seldon, su protagonista, es un matemático que mediante la psicohistoria prevé la caída de un imperio, cuándo aparecerá otro y preservar valores de una civilización antigua al borde de la extinción. Las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki materializaron que la destrucción de la Tierra no era una remota posibilidad. En el relato Callejón sin salida Asimov planteó la destrucción del planeta en una guerra nuclear.
Otras narraciones suyas presentan la convivencia con robots cada vez más inteligentes: algunos de aquellos intentaron ser aceptados como humanos (El hombre bicentenario), fueran tratados como inferiores (Bóvedas de acero), elegidos por los votantes si ocultaban su verdadera identidad (Evidencia) o corrieran el peligro de ser asesinados por fanáticos. Su más emblemática novela fue Yo, Robot, aparecida en 1950 y llevada al cine en 2004. Reitera las tres leyes de la robótica, aparecidas por primera vez en el relato Círculo vicioso, y que tanto Cambell como Asimov atribuyen mutuamente al otro. Aquellas establecen: un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño; un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entrasen en conflicto con la primera ley; y un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con las otras leyes. Asimov plantea interrogantes: ¿qué diferencia hay entre un robot inteligente y un ser humano?, ¿puede el creador de un robot predecir su comportamiento?, ¿debe la lógica determinar lo que es mejor para la humanidad?
Yo, Robot resultó visionaria y ha tenido gran influencia en el desarrollo de la robótica como ciencia. Palabra acuñada por Asimov, en ella convergen la física, la mecánica, la electrónica, la informática y las matemáticas, a las que se suma la biología, al ya haberse creado robots con células dirigidas por señales luminosas. Hay que estudiarla también desde el punto de vista de la economía, la sociología, la política y la geopolítica, sin olvidar la filosofía y la ética. Igual que un cerebro no se puede entender sin el cuerpo al que controla y está unido, tampoco un robot se puede entender sin sus sensores, análisis de datos, algoritmos e inteligencia artificial. Los bots o sistemas expertos son programas que actúan a través de información, con funciones específicas. La revolución de los robots o “robolución”, afecta a todos y a todo: empleo, trabajo, clases medias y trabajadoras, sanidad, finanzas, guerras e incluso a las emociones. Su alcance puede ser tan fascinante como devastador.
El escritor de ciencia-ficción Isaac Asimov murió el 6 de abril de 1992 de sida, tras haber contraído el virus durante una transfusión de sangre en 1983.