La automatización y sus efectos en el empleo

Operario/trabajador con brazo articulado

José Armando Hernández
Asesor Fiscal.

Laboral

A lo largo de la historia el miedo al de­sempleo causado por la tecnología ha estado unido al desarrollo industrial de las economías de mercado. Desde los movimientos de los artesanos ingleses en el siglo XIX contra la mecanización de la industria textil durante la primera Revolución Industrial, pasando por los miedos en la década de los 70 a las llamadas «fábricas automáticas» sin trabajadores, hasta la llegada actual de la industria 4.0 y la digitalización.

Keynes (1930) predijo que las capacidades de las innovaciones tecnológicas de «eliminar» el trabajo humano serían superiores a las posibilidades de buscar nuevos trabajos por las personas, por lo que el desempleo causado por la tecnología era inevitable. En definitiva, la sustitución de la mano de obra humana por el capital.

Pero han pasado más de 80 años de este vaticinio y la población que se encuentra trabajando no solo no ha disminuido, sino que ha aumentado. De hecho, en los países de la OCDE en el año 1980 existían 280 millones de ocupados, en el año 2000 más de 503 millones y en 2018 creció hasta los 635 millones, y esto teniendo en cuenta que la revolución tecnológica más importante de la historia está sucediendo en las últimas décadas.

Es por este temor por lo que vemos actualmente la difusión mediática de la idea de que la automatización y la robotización nos lleva al desempleo, lo que Autor, D. (2015) llama la automation anxiety (ansiedad por la automatización).

Podemos señalar dos modelos principales que estudian el problema:

La sustitución por la robotización

Es este el modelo más difundido, seguramente por ser el más pesimista, pues señala cómo la máquina ganará frente al trabajador. El estudio de Frey y Osborne (2013) estima que 702 ocupaciones en EE. UU. están en un riesgo elevado de desempleo por causa de la tecnología. Un 47 % del total del empleo de EE. UU. estaría en peligro de ser automatizado en las siguientes dos décadas. La certeza de este diagnóstico dependerá de dos circunstancias: la resistencia activa que puedan hacer los trabajadores, lo que retrasaría sus efectos, y la posible competencia «máquina-trabajador», que puede hacer que el trabajo humano sea más rentable en costes que la propia tecnología.

Este modelo se ha visto reforzado por el Banco Mundial (2016) que predice que el 57 % de los empleos de la OCDE son susceptibles de ser automatizados. En España hablaríamos de un 36 % de los trabajos según un estudio de Doménech (2018).

La automatización sería mucho más intensa en los trabajos con tareas rutinarias, con baja cualificación, con menor grado de responsabilidad y preferentemente en ramas del sector industrial y de servicios. Aquellas ocupaciones con tareas más cognitivas, como las creativas, emocionales o sociales, serán más difíciles de automatizar.

La automatización de las tareas

Este modelo pone en cuestión el desempleo tecnológico de una forma global y propone la necesidad de evaluar los distintos sectores y puestos de trabajo en términos relativos. Frente a la automatización de todo tipo de oficios y trabajos, se plantea que la verdadera automatización solo se produce en algunas tareas, solo en parte de las ocupaciones, las rutinarias y con escasa cualificación. Los críticos a los estudios de Frey y Osborne señalan que estos se centran en los riesgos en los trabajos y no en sus tareas, cuando en verdad la automatización se centrará en cambiar los puestos de trabajo y no en eliminarlos.

En esta línea, Arntz, Gregory y Zierahn (2016) analizan 21 economías, entre ellas la española, y estiman que solo el 9 % de los empleos serán susceptibles de una elevada automatización (en España sería de un 12 %). Más que un desempleo masivo, se estaría produciendo una reconfiguración de las tareas dentro de cada tipo de ocupación.

Además, las tareas en un puesto de trabajo no son necesariamente iguales en todas las economías, pues pueden ser diferentes según el contexto de cada país, según sea cada modelo productivo y según sea la formación recibida. Esto se traduciría en distintos fenómenos:

  • El incremento de productividad por la automatización implica una reducción de costes, aumento de la demanda, generación de inversión y finalmente aumento del empleo.
  • La competencia máquina-trabajador puede producir una bajada de los salarios del trabajador aumentando su competitividad en costes frente a la máquina.
  • La automatización implica que aparezcan nuevos trabajos relacionados con dichas tecnologías.

Los cambios tecnológicos dan lugar a procesos de destrucción schumpeteriana en el mercado laboral donde la tecnología desplaza algunos trabajadores en profesiones e industrias anticuadas para luego crear mano de obra diferente. En números absolutos nunca se ha producido desempleo masivo por la tecnología, aunque sí la desaparición de oficios y profesiones por la aparición de otros en nuevos sectores o en la fabricación de nuevos productos.

En resumen, la automatización es una carrera de ganadores y perdedores donde la mano de obra está compitiendo con la máquina en lugar de contra ella. Luego resulta fundamental que las políticas privadas y públicas se anticipen y desarrollen los requisitos de cualificación profesional necesarios en los puestos de trabajo que permitan transformar trabajos perdedores en ganadores.