Cádiz, en medio de todo

Vista panorámica de Cádiz

Luis Miguel Belda García
Director de Comunicación del Grupo Educativo CEF.- UDIMA

Ocio y cultura

Qué vértigo cruzar el puente atirantado de la Constitución de 1812 que enlaza por la vía rápida la península con la medio isla de Cádiz. Se amansa uno cuando el vehículo se asienta sobre sus calles urbanas planas, sin cuestas, por que si no la llaman la isla plana es porque alguien se adelantaría con Tabarca (Alicante).

Cádiz, ese primer asentamiento de los fenicios en la Europa Occidental y escenario de la de 1812, la primera Constitución española que puede llamarse así, y que se rebautizó como la Pepa, porque se firmó el 19 de marzo, San José (o Josefa): ya saben, chirigota hasta para soñar.

Sus playas son lo de menos, porque en España, y en esa misma provincia, hay playas para aburrir, y algunas de infarto por su belleza. Lo que llama a este viajero, que es periodista, es callejear por sus escurridizas, pero cuadriculadamente diseñadas, calles, en busca de señales del otrora periodista José María "Blanco White", ese intelectual al que España aún le debe disculpas. Por su doble condición de sacerdote, parece guiarme hacia la catedral gaditana, una joya del barroco y el neoclásico, machacada por dentro por la humedad, por eso luce redes que protegen al fiel y al visitante de la caída de un malhadado cascote.

No deje de subir la torre visitable: no perderá el resuello, palabra de quien ya dejó de ser atleta hace un tiempo. Es catedral tan blanca que parece insultar los funerales. Es tan evocadora que, si entras sin creer, al menos sales preguntándote por qué tantos creen. Es sede de la diócesis de Cádiz y de Ceuta, la que reclaman, y en sus entrañas aloja los cuerpos de ilustres como José María Pemán o Manuel de Falla.

Solo la catedral daría para un reportaje, pero este es solo el testimonio parcial de un viaje que, una vez alimentado su espíritu, busca la mejor tortillita de camarones, que por eso allí se inventó. Saciados alma y estómago, el viajero se promete volver cada año, porque en cada ocasión podrá tematizar el viaje, siempre habrá una historia que buscar y otra que contar a la vuelta.