Teología para principiantes (3). Canon o Canonicidad. Antiguo Testamento

Teología para principiantes (III)

Unquiles

Canon o canonicidad
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El término canon, del griego Kanwvn, tiene literalmente el significado de regla, medida, metro, caña, junco (cf. hebrero hnq). De este significado más bien material se desprende el sentido de regla de fe o norma de comportamiento, si bien en un momento concreto de la Iglesia dicha palabra comienza a adquirir el significado de lista o elenco normativo o, lo que es lo mismo, los libros inspirados que forman la Biblia cristiana. En este sentido, el Concilio de Laodicea de Frigia, hacía el año 360, señala: “En la asamblea no deben recitarse salmos privados o libros no canónicos, sino solamente los libros canónicos tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento".

¿Por qué la Iglesia reconoce unos libros y otros no? Algo que a los ojos del lector actual podría parecer caprichoso y no exento de subjetividad. Pues bien, el canon se fue formando o puliendo a lo largo de los siglos y aunque en el siglo XVI, durante la celebración del Concilio de Trento, en polémica con los protestantes, se cierra definitivamente la lista de los libros canónicos, ello no significa que el canon no existiera antes de este Concilio, pues desde los  comienzos del cristianismo se utilizaban textos sin que se plantease ningún tipo de controversia. Por tanto, el Concilio no inventó, sino que cerró lo que ya existía, es decir, la versión de la Vulgata.

En 1569, Sixto de Siena acuñó los términos protocanónicos y deuterocanónicos, distinguiendo así, en el primer caso, los libros que habían entrado a formar parte del canon y, en segundo lugar, los que lo habían hecho posteriormente no sin problemas.

Para que un texto fuese considerado canónico debía tenerse en cuenta la regla de fe, el origen apostólico, la fecha de la composición, la aceptación general y lectura pública, de ahí que los apócrifos no entraran a formar parte del canon, debido al carácter privado o secreto de los mismos.

Respecto al canon del Antiguo Testamento, hay que distinguir: Judíos, versión griega denominada de los Setenta (LXX), cristianos y protestantes.

Entre los Padres de la Iglesia se utilizó el canon amplio -versión griega- y el canon restringido, este último usado posteriormente por los protestantes, dando lugar a no pocas polémicas

Los primeros no reconocían nada más que aquellos libros escritos en la lengua santa, hebreo o arameo, por tanto no admitían la versión griega. El canon de la Biblia hebrea era la Ley o Pentateuco, Torah: la Palabra de Dios, comunicación de Dios, revelación de Dios. Se supone que Moisés la escribió y dio la orden a los levitas para que fuese depositada junto al Arca de la Alianza de Yahveh. Fue el primer libro. Algunos de los textos se dice que provienen del siglo XI o XII ac, aunque en el siglo IV ac es cuando se fija o redacta totalmente el Pentateuco.

Se distinguen tres categorías de libros que se denominan Tanak, son libros  reconocidos por los judíos y usados como lectura sagrada: Torah (el Pentateuco o Ley), Nebiim (los profetas) y Ketubim (otros libros, como por ejemplo los sapienciales).

Durante mucho tiempo se intentó explicar la diferencia del canon judío y del cristiano respecto del Antiguo Testamento, aduciendo que en el judaísmo existía el canon reducido o estricto de Palestina y que los cristianos empleaban la traducción griega, versión de los LXX, más amplia. Esta afirmación no es cierta al cien por cien, pero sí en gran medida es la causa de que los cristianos introdujesen mayor número de libros en el seno de la Iglesia, aquellos que los judíos no reconocían.

A partir del año 70 dc y destruida la ciudad de Jerusalén por Tito, los judíos discuten sobre si los libros anteriormente mencionados son sagrados o no. De ahí que aún el canon judío en esa época estuviese abierto. De hecho, una de las razones que conducen a cerrarlo fue la aparición o presencia de los cristianos y el uso que éstos hacían de ciertos libros.

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El historiador Flavio Josefo a finales del siglo I dc escribe Contra Apión, indicando que los libros divinos inspirados por Dios y sagrados son 22 (letras del alfabeto): los cinco de Moisés, los 13 de los profetas y, por último, cuatro libros que contienen himnos en honor a Dios y preceptos útiles, estos son los salmos y sapienciales. Aunque Flavio Josefo solo los enumera, dichos libros configuran el canon judío.

En cuanto al canon del Antiguo Testamento en el cristianismo, hay que indicar que todo lo que vivió e hizo Cristo se lee desde el cumplimiento del Antiguo Testamento, pues el propio Jesús y sus seguidores, utilizaban los libros sagrados del judaísmo.

Desde el origen del cristianismo no se plantean problemas con los libros. Incluso los primeros Padres Apostólicos citan apócrifos (Henoc, la Asunción de Moisés, Salmos de Salomón, Cuarto Macabeos…) que finalmente no fueron reconocidos en el canon. Ahora bien, hay que señalar que en Oriente se hablaba griego y por tanto, fue utilizada la versión de los LXX, mientras que en Occidente se empleaba el latín, por lo que se usaba la Vetus Latina, posteriormente llamada Vulgata (traducción realizada por San Jerónimo a petición del papa San Dámaso, para lo cual se trasladó a Belén y aprendió hebreo). Entre los Padres de la Iglesia se utilizó el canon amplio -versión griega- y el canon restringido, este último usado posteriormente por los protestantes, dando lugar a no pocas polémicas e incluso enfrentamientos personales, como es el caso de San Jerónimo y San Agustín.

En el siglo IV los Concilios de Laodicea en Oriente y el Romano en Occidente elencan los libros del Antiguo Testamento, fijándose ambos cánones, el restringido y el amplio. Posteriores Concilios (Hipona, Cartago, Florencia) se decantan por el amplio. Es en el Concilio de Trento en 1546, como reacción contra la crisis abierta por los reformadores protestantes, donde se fija solemne y definitivamente la lista de libros (un total de 73, 46 AT y 27 NT), si bien su aceptación procedía de siglos anteriores. Los Concilios de los últimos siglos, Vaticano I y II, revalidan lo que se definió en Trento.

Resumiendo, los judíos aceptan únicamente  los libros protocanónicos del Antiguo Testamento (escritos en la lengua original hebrea o aramea). Los protestantes, en lo que concierne a dicho Testamento, optaron por el canon hebreo, llamando apócrifos a los libros que los católicos denominan deuterocanónicos. De ahí que la terminología pueda resultar un poco confusa, pues además para los católicos los apócrifos no entraron a formar parte del canon católico.

En cuanto a la formación del canon del Nuevo Testamento (utilizado por los cristianos), tuvo lugar durante el siglo I dc y se cerró posteriormente. Podrá ser objeto de análisis en un próximo artículo de esta revista.