La suerte de estar formado
No por tener una cierta edad, que los de mi generación, con humor, llamamos eufemísticamente respetable, soy la presidenta de la Alumni + CEF.- UDIMA. A este cargo de responsabilidad y de honor no se llega por edad. En realidad, cuando uno o una asume determinadas responsabilidades, en mi caso, y a lo largo de toda mi vida lo he visto de ese modo con mi trayectoria profesional como experiencia, lo que me viene a la cabeza es por qué yo y no otra persona, probablemente, más cualificada y apta para el puesto.
La respuesta no es fácil. Porque uno o una alcanza según qué grado de responsabilidades de manera natural de acuerdo con la decisión que toma o toman terceras personas. Desde luego, no me siento capaz de explicar por qué mi trayectoria laboral ha sido y es la que es y por qué no fue otra.
Estoy segura de que todos lo hemos pensado alguna vez, y, más allá de nuestros conocimientos, habilidades, competencias y preparación para el puesto o para asumir una responsabilidad nueva, y mejorar nuestra condición con ello, doy por hecho que asumimos con la debida humildad que la suerte, la coincidencia, el estar en el lugar adecuado aquel día y no otro, o la simpatía que un superior mostró hacia nosotros, que hoy se llama química, son aspectos que influyen en nuestro devenir.
Ocurre también que quien nos contrató era un lince para distinguirnos entre otros candidatos, pero lo normal, y eso bien lo saben los especialistas en recursos humanos, a la hora de evaluar la valía y adecuación de uno o una, los parámetros que cuentan son diversos, y, a veces, hasta antagónicos. Aunque, fuese la decisión que fuese la que nos ubicó en este o en aquel lugar, lo que indiscutiblemente se sopesó en origen fue la mochila en la que cargamos nuestra formación.
Y siendo como somos antiguos alumnos, y muchos de los que nos leen alumnos en tiempo presente, y otros tanto potenciales, no está de más recordarnos a nosotros mismos que, por más que la vida que tenemos es resultado de muchos factores y no solo de nuestra decisión personal, estar preparado no deja de ser una responsabilidad tan íntima como la de aspirar a mejorar en nuestro trabajo, dejar el que tenemos y aceptar una oferta externa o darle una vuelta por completo a nuestra misión en esta vida.
Cuando oigo decir que la generación actual es la de la obligada formación constante no puedo por menos que sonreír para mis adentros ¿Acaso alguien cree que las generaciones anteriores no se actualizaron, adaptaron y transformaron en sus respectivos cometidos profesionales? Tanto o más como nuestros compatriotas europeos ucranios que ven ahora interrumpido su progreso personal y profesional por una acción que me niego a calificar. Todo lo más que diré es que alguien de niño no contó con el apoyo de una educación emocional adecuada, y ya se sabe que, de aquellos lodos, por ejemplo, esta guerra.
Un afectuoso saludo