De ciudad de conquistadores a conquistadora de viajeros. Cartagena de Indicas (Colombia)
Luis Miguel Belda García
Director de Comunicación del Grupo Educativo CEF.- UDIMA.
Ocio y cultura
“El barroco colonial de su ciudad amurallada contrasta con la retahíla de rascacielos que se extiende a lo largo y ancho de Bocagrande”
Botero y García Márquez, en cada esquina. Son, junto al café, los principales referentes culturales de Colombia y presentes a pie de calle en Cartagena de Indias en lo que tiene de destino turístico. No en vano, nada más aterrizar en su aeródromo -una delicia que recuerda los accesibles y amigables aeropuertos de los años 50, en contraposición con las incómodas megaconstrucciones contemporáneas- el turista ya desea encontrarse con las callejuelas que pisara el premio Nobel de Literatura, para quien la excolonia española fue como su primer amor. A Botero no es preciso buscarlo: poco se tarda en cruzar cualquiera de las puertas de acceso abiertas en la muralla para toparse con una estatuilla de alguna obra del afamado escultor.
En particular, al turista español le choca el poco caso que se le presta en España al militar Blas de Lezo -una efigie del cual se esconde en la plaza de Colón de Madrid-, en proporción a sus méritos, en tanto que ocupa un lugar destacado en Cartagena de Indias, como su heroico defensor, donde, al igual que de Colón, quien también luce su figura en una plaza abierta, se le presumiría mayor antipatía local, por aquello del ‘fenómeno conquistador’. Nada de eso. Es como si en Cartagena de Indias se venerara mejor la memoria de ambos que en su propia tierra. Ya lo dice el refrán.
El barroco colonial de su ciudad amurallada -herencia hispánica- contrasta con la retahíla de rascacielos que se extiende a lo largo y ancho de Bocagrande. Entre medias, manglares, ciénagas y playas del mar Caribe que convierten al territorio cartagenero en el de mayor biodiversidad del continente, tras Brasil y su extensa amazonía, que ya es decir. Desde 1984 es Patrimonio Histórico y Cultural del Mundo, declaración de la Unesco. Con todo el merecimiento. Lo acredita la conservación de sus edificaciones, la mayoría residencias palaciegas; la seguridad y limpieza de sus calles; su atemperado clima -aunque no nos engañemos, fresquito no hace mucho-; la preservación de su recinto amurallado, paradigma de que una ciudad puede crecer sin derribar su patrimonio; o su Teatro Heredia, filigrana cuyo cielo raso es para perderse en ensoñaciones de tiempos pasados, puede que mejores.
Son quinientos años de historia los de Cartagena de Indias, coincidente en el tiempo con la llegada de los españoles, los mismos que la alcanzan hoy en doble vuelo: de Madrid a Bogotá y de ahí al Rafael Núñez, el aeropuerto de la capital del departamento de Bolívar. En horas de vuelo reales, no más de diez. Si bien pocas parecerán al viajero, una vez de regreso, las que llegó a permanecer allí. Siempre y cuando no decida quedarse en alguna de las islas del Rosario, para siempre.