Enseñando a conquistar el futuro
Félix Aguado
Presidente de Augeo Consulting Group
Máster en Dirección Económico-Financiera por el CEF.-
Profesor del CEF.-
Foto de Stock.xchng
Hace unos días conocíamos la polémica surgida en Australia a raíz de la iniciativa de su gobierno de incluir “Economía” como asignatura de primaria, con el objetivo de acercar a los estudiantes al mundo de las finanzas y los negocios, así como de fomentar la iniciativa empresarial. Una idea a la que no le faltan detractores, que plantean la fuerte carga de trabajo semanal que tienen los menores actualmente, así como que esta nueva materia podría ir en detrimento de otras.
En España la enseñanza que reciben nuestros niños y jóvenes es muy similar, incluso de inferior calidad, a la que recibíamos hace un cuarto de siglo, un lapso de tiempo en el cual el mundo ha cambiado a una velocidad vertiginosa, con el desarrollo de nuevas tecnologías que han devenido en un mundo más global.
La Economía no es sólo un conjunto de conocimientos, sino que es una ciencia a disposición del ser humano, una manera de solucionar problemas y una forma de pensamiento. Aprender a pensar de forma económica debería ser materia obligatoria de la enseñanza.
Debemos fomentar en las futuras generaciones el aprendizaje de valores de vida que les acerquen al mundo empresarial: los retos personales, la responsabilidad y el compromiso con un proyecto, el conocimiento de qué es el dinero y cómo se consigue. En definitiva, concienciar sobra la importancia de la educación financiera para luchar precisamente contra las desigualdades financieras fruto del desconocimiento. Y que se logre una incubadora de nuevas mentes emprendedoras. Desarrollar una sociedad en la que la clave es claramente “el capital humano” y un pilar fundamental del nuevo Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), siguiendo el concepto de Life Long Learning (aprendizaje a lo largo de la vida).
Existe la verdadera necesidad de impulsar la actividad emprendedora en España. El emprendedor no sólo nace, sino que también se hace. Nos encontramos ante una coyuntura social en la que la competitividad es tan grande que el mercado demanda gente muy preparada. Los emprendedores que logran sobrevivir son aquellos que se rodean de equipos multidisciplinares con un líder a la cabeza. El verdadero profesional del siglo XXI es aquella persona capaz de evolucionar y de adaptarse a un mundo en constante cambio.
Aprender a pensar de forma económica debería ser materia obligatoria de la enseñanzaPero… ¿se puede enseñar a emprender? Quizá sea innato el espíritu inquieto, pero la técnica y la capacidad de gestión se pueden aprender desde edades tempranas, y eso es algo que deberíamos imitar de países anglosajones, en los que se destacan los éxitos en la consecución de objetivos y se enseña a “digerir” los fracasos como parte del aprendizaje.
En España no sólo nos hallamos ante una crisis financiera, sino que estamos sumergidos en una auténtica crisis de innovación y competitividad. Si queremos instaurar un verdadero “cambio de modelo” y adaptarnos al entorno global debemos empezar “por unos sólidos cimientos”: una mejor educación de nuestros niños y jóvenes.
Se trata de comprender que la educación es la mejor inversión de futuro, que nuestros estudiantes no deben aprender para ser empleados de una gran empresa, sino estudiar y trabajar para crear sus propias empresas.
Pero para emprender no sólo se trata de tener •una idea brillante•. El buen emprendedor es aquel que es capaz de conseguir y coordinar una idea, un equipo y recursos materiales y financieros. Y es precisamente el sistema educativo el que debería actuar como “caldo de cultivo” del emprendimiento. Cuanta mayor formación tengamos mayor será la productividad que lograremos, garantizando el empleo y el bienestar de las futuras generaciones.
Si no iniciamos ya la carrera por ganar el futuro mejorando la educación de nuestra población en edad académica podría ser demasiado tarde. Y no sirve con delegar toda la responsabilidad al sistema educativo, sino que el rol de los padres se antoja igualmente esencial en la transmisión de valores a nuestros herederos.