Una detrás de otra
Maximino González Barfaluy
Presidente de PROGT Motor Club España.
Ocio y cultura
Ahora que parece que la pandemia se va controlando poco a poco, y que volvemos a la normalidad, cuando podemos empezar a movernos, a viajar, a reencontrarnos, a salir de esta prisión en la que hemos vivido, nos despertamos con más y más prohibiciones en el ámbito de la automoción y de la movilidad privada.
Como sociedad de borregos en la que nos estamos convirtiendo, con cada vez menos capacidad para pensar por nosotros mismos en según qué ámbitos, y después de admitir que nuestro impresionante director de la DGT apoye que las carreteras las deben pagar los que las usan, y no quien no tiene coche (elegante siembra de un nuevo impuesto), como si no pagáramos ya suficiente por tener coche propio, y menudencias aparte, como si por no tener coche no se utilizasen las vías públicas directa o indirectamente (recibir servicios, o tener capacidad para desplazarse y obtenerlos).
Ahora le toca el turno al buenismo medioambiental, y a otra gran mentira por parte de los políticos, los cuales solo y únicamente legislan para ellos.
En el año 2018, el anterior consistorio de la capital generó un plan “ecológico” para la ciudad, en la cual a base de prohibiciones y multas conseguían reducir impresionantemente la contaminación de la ciudad (sin contar que por la simple renovación del parque móvil ya se reduce de facto), como si a partir de ese momento todo el mundo respirase aroma de jazmín recién traído de los Alpes. La manera de evaluar quién puede y quién no era muy fácil, por fecha de matriculación. De este modo las grandes cabezas pensantes a las cuales pagamos por ello los demás, crearon una medida ecológica sin ninguna base ecológica, sino tan solo recaudatoria como siempre, pero con una excusa buenista que todo el mundo se traga con una sonrisa, tan falsa como amplia.
El caso es que el actual consistorio se comprometió a acabar con la bestia si era elegido, y... fue elegido. Pero qué sorpresa, cuando llegó el momento de retirar ese proyecto mal planteado desde el inicio, no se hizo y solo una resolución judicial que impedía seguir multando instó al ayuntamiento a cambiar de manera rápida su criterio, para no seguir perdiendo capacidad recaudatoria. De este modo nos encontramos con más restricciones que en nada se ajustan a criterios medioambientales.
En ningún momento se evalúa lo que contamina cada usuario de un vehículo, ni los kilómetros recorridos por periodo de tiempo, ni las horas en las que los recorre, ni el motivo por el cual los recorre o por el cual no puede cambiar de vehículo. Se dan casos tan ridículos como el de los coches híbridos con etiqueta 0 o ECO (por tener más de 40 km de autonomía en modo eléctrico), que no han sido recargados nunca, por lo que van consumiendo combustible fósil, muchas veces en mayor cantidad que un vehículo tradicional, por tener que cargar con todo el peso de los sistemas de baterías y de recarga.
Además, según parece, consumir electricidad no contamina, ya que como estamos viendo por el incesante aumento del precio de la electricidad, no está para nada relacionada con el consumo del gas en centrales térmicas de ciclo combinado. Sin entrar a valorar que la fabricación de un vehículo nuevo requiere de un gasto energético increíble, el cual se tarda años en amortizar. Sin mencionar que producir baterías para alimentar los coches modernos es ya la hecatombe de la ecología en sí misma, tanto por lo que se contamina en su producción, como posteriormente en su reciclaje o transformación.
Sin embargo, para todo aquel que conserve en buen estado, un vehículo ya amortizado en su fabricación, que mantenga su nivel de emisiones dentro de lo permitido por la ley, y que quizás su rango de utilización no sea muy elevado, le estará prohibido circular. Eso sí, no le eliminarán la obligación de pagar los impuestos de circulación por el territorio de un ayuntamiento, que no le permite circular. Ante eso silencio absoluto, pues lo realmente importante es recaudar a toda costa, bien sea por las sanciones como por la obligación impuesta de consumir.
Hace poco tiempo surgió una campaña de uso moderado de la tecnología por temas medioambientales, básicamente nos aconsejaban mantener los elementos tecnológicos de consumo (móviles, tablets, ordenadores, etc.) no renovándolos con tanta asiduidad, para evitar la inmensa generación de residuos en baterías y demás componentes. Pero … ¿no se debería aplicar esta teoría también a los vehículos?
Pues por lo visto no, ya que entonces no se recaudaría lo suficiente para mantener a toda esa ingente prole de políticos voraces, los cuales solo saben hacer una cosa bien: transformar nuestro dinero, en su dinero. ¿Qué será lo próximo?, ¿circular a paso de peatón?