Educación tributaria: enseñanza de hijos a padres
Vicente Ten
Técnico de Hacienda del Estado en SE
Diputado, Portavoz en la Comisión de Presupuestos del Grupo Parlamentario Ciudadanos
Miembro de la ACEF.- UDIMA
Mzacha. Rgbstock
El fraude fiscal es una expresión más del comportamiento insolidario, injusto e incívico de un tipo de conductas similares a la corrupción, segunda preocupación despues del paro, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
Desde algunos organismos públicos, como la propia Agencia Estatal de la Administración Tributaria (AEAT), en colaboración con la comunidad educativa, se han realizado diversas actuaciones dirigidas a niños y adolescentes (son “esponjas” en edades tempranas) para asimilar una conciencia fiscal en los futuros contribuyentes, de modo que incorporen la responsabilidad fiscal como uno de los valores sobre los que se organiza una sociedad democrática.
En 2015/16, todas las actuaciones en esta materia se han desarrollado por personal de la AEAT de manera voluntaria y no remunerada. Como ejemplo, en este ejercicio, las delegaciones de la Agencia Tributaria han realizado jornadas de puertas abiertas (9.800 alumnos), visitas a centros educativos (19.100 alumnos), cursos y charlas en Facultades y Escuelas Universitarias (1.500 alumnos).
Por otro lado, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y el Banco de España (BE), en colaboración con el Ministerio de Educación, les suministran material didáctico a los centros para que puedan familiarizarse los alumnos con los conceptos básicos del mundo financiero.
Sin embargo, este esfuerzo es insuficiente pues afecta a una mínima parte del alumnado en enseñanzas de régimen general no universitarias, dado que para el curso 2015/16 se estiman en más de 6,3 millones de alumnos, según datos del propio Ministerio de Educación para Formación Profesional, Bachillerato, ESO y Educación Primaria.
Los gobiernos, en estos años de democracia española, se han resistido en gran medida en dotar de medios humanos y materiales para equipararnos con la media europea que se sitúa aproximadamente en el doble de recursos, pues la carencia en la formación de nuestros jóvenes, futuros contribuyentes, propicia una sociedad sin valores cívicos tributarios.
Basta con mirar fuera de nuestras fronteras; los países nórdicos y anglosajones son pioneros en estas enseñanzas. Algunos países europeos, como Suiza, tienen programas de “preparación a la vida adulta” y algunos incorporan a los currículum asignaturas de educación fiscal y cívica desde hace dos décadas, sin coste alguno para el erario público.
El fraude fiscal en España ha alcanzado en los últimos años en torno al 8% del PIB anual (media en las estimaciones estudiadas), lo que equivale a unos 80.000 millones de euros. Ello atenta contra la equidad en el reparto de las cargas fiscales y constituye un ejercicio de competencia desleal con aquellos ciudadanos que sí cumplen honestamente. Es una injusticia social e inconstitucional, por aplicación de nuestro artículo 31 de la Constitución Española.
>La carencia en la formación de nuestros jóvenes, futuros contribuyentes, propicia una sociedad sin valores cívicos tributario
La actual coyuntura de infrafinanciación de muchas Comunidades Autónomas, especialmente la mía, la valenciana, hace más urgente la educación de nuestros hijos en esa conducta ética tributaria, pues los recursos públicos defraudados son necesidades no cubiertas en nuestro estado del bienestar; fundamentalmente en sanidad, educación, servicios sociales y el futuro de nuestras pensiones.
Si bien la lucha contra el fraude se debe acometer desde un conjunto de distintas actuaciones complejas, dada la dificultad a la cual nos enfrentamos, no es menos cierto que el cambio de mentalidad, sensibilización y cultura de nuestros hijos es fundamental para cambiar las conductas de los futuros contribuyentes.
Y, además, con toda seguridad, condicionará el comportamiento de los padres, porque… cuando la educación va de hijos a padres, ¿quién se resiste al sonrojo y la reprobación de un hijo?
Yo no, y espero que ustedes tampoco. Cuando sus hijos estudien estos valores en la escuela, serán ellos quienes nos eduquen a los padres, pues será la mejor manera de que estos valores cívicos tributarios permanezcan vivos en nuestra sociedad por el beneficio de esta.