Empleabilidad, ¿utopía o futuro?
Juan J. Añó
Miembro de la ACEF.- UDIMA
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La Comisión Europea definía “empleabilidad” en el año 2011 como “La combinación de factores que capacitan a los individuos para conseguir un empleo, para permanecer empleados y para progresar a lo largo de sus carreras laborales”.
No obstante, en un reciente e interesante informe, Barómetro de empleabilidad y empleo de los universitarios en España, 2015, elaborado por el Observatorio de Empleabilidad y Empleo Universitarios (OEEU) junto con la Fundación Bancaria la Caixa, Crue Universidades Españolas y la Cátedra UNESCO de Gestión y Política Universitaria de la Universidad Politécnica de Madrid, la empleabilidad es considerado un concepto abierto que está en constante revisión. Para el OEEU podría definirse como “la capacidad / probabilidad (individual) de obtener y mantener un empleo, de integrarse y desenvolverse en el mercado laboral de forma adecuada, y de que el (los) puesto(s) que ocupe(n) a lo largo de su carrera profesional cumpla(n) con una serie de requisitos relacionados con la calidad y otras características (salario, responsabilidad, sostenibilidad, satisfacción, relación con los estudios, etc.)”.
El citado informe supone la muestra más amplia que sobre este tipo de estudios se haya realizado para el Sistema Universitario Español, ya que de los 133.588 egresados entre 2009 y 2010, participaron en el muestreo 13.006 estudiantes.
De entre las numerosas variables analizadas en el citado estudio llama la atención que las metodologías de enseñanza reciben una nota de satisfacción baja, algo que coincide con la apreciación de que la universidad española necesita una renovación de las metodologías educativas. Así, los encuestados reflejan que las clases basadas en teorías, conceptos y paradigmas tienen más importancia que los conocimientos prácticos y metodológicos, abundando en que “las exposiciones orales, las prácticas y la participación en proyectos de investigación tienen relativamente poca importancia”.
Para Javier Caparrós, director general de Trabajando.com España, “La necesidad y la dificultad residen en integrar el ámbito académico con la experiencia dentro de la empresa. Las instituciones educativas deben adaptar sus planes formativos al mercado laboral. Es decir, preparar a sus alumnos en los ámbitos que les permitan encajar con la demanda actual de las empresas”.
Urge buscar soluciones que garanticen a los jóvenes españoles un futuro en materia de empleo
Lo que parece evidente es que en cuestiones de empleabilidad en relación con nuestros universitarios aún nos queda camino por recorrer. Un reciente artículo de Montse Mateos en Expansión que analizaba la problemática empleo-universidad, señalaba que “Los reclutadores insisten en que la brecha entre universidad y empresa crece, y que es la formación en nuevas tecnologías la que ya debería estar en todos los programas formativos, sean de la rama que sean”. De confirmarse esta aseveración no parece una buena noticia cuando desde numerosas instancias, tanto públicas como privadas, se reclama como un maná la concordancia entre la universidad y empresa.
No obstante, Juan Torroba, director de Alumni Global Search, es más optimista y opina que “Poco a poco las partes implicadas se van entendiendo. Vemos con ilusión cómo las empresas van comprendiendo cada vez mejor la necesidad de adaptarse a los planes de estudio, calendarios y tareas de los universitarios”. Pero, por el contrario, añade, “Lo que no vemos que avance a buen ritmo es el apoyo institucional. El entorno de la administración sigue estando totalmente desconectado”.
En este mismo sentido Javier Caparrós considera que “Quizás lo que más se echa en falta, aunque ahora se trabaja en esta línea, es la coordinación y comunicación entre todos los actores involucrados para que universidad, empresa y alumno sean un conjunto, y no entidades que evolucionan de forma independiente”.
El factor reseñado de la necesidad de una actualización de las metodologías de enseñanza universitaria no es el único que podría explicar esa discordancia, porque es evidente que no es la universidad la única responsable de que la empleabilidad no alcance los niveles que serían deseables. Administraciones públicas, empresas e instituciones han de afrontar decididamente el problema. Lo contrario supondría un desperdicio del talento y un freno a la imprescindible –y urgente- integración de los jóvenes al mercado laboral.
En un marco laboral como el actual de nuestro país, con cifras desempleo juvenil que siguen aún hoy a niveles insoportables, ocupando España un puesto entre los países dela UE con una tasa más elevada de desempleo entre los menores de 25 años (el 51,80 en 2014 según la EPA), y con una evidente inestabilidad laboral, podríamos preguntarnos si tanto la universidad como la empresa, instituciones y administraciones están “haciendo los deberes” en la promoción de la empleabilidad.
La necesidad y la dificultad residen en integrar el ámbito académico con la experiencia dentro de la empresa
Las cifras actuales muestran que un importante sector de nuestros jóvenes que pueden acceder a puestos de trabajo lo hacen en un ámbito de inestabilidad y precariedad, con trabajos temporales y a tiempo parcial, encadenando contratos por horas y con una retribución escasa. Es frecuente encontrar a licenciados realizando tareas meramente alimenticias, infravalorados, con lo que supone de frustración y al mismo tiempo de desperdicio de talento. Urge, pues, dentro de las dificultades que aún arrastramos de la crisis económica, en especial en el mundo laboral, buscar soluciones que garanticen a los jóvenes españoles un futuro en materia de empleo.
Señala también Javier Caparrós que “Se debe trabajar para fomentar el emprendimiento y, en este campo, entran en juego, además de las universidades, la administración pública y la sociedad en general. Cambiar la mentalidad de los jóvenes para fomentar la puesta en marcha de negocios es sin duda el gran reto de este siglo”. Y por otra parte advierte que “Las empresas debemos crear sistemas en los que los jóvenes empleados se sientan partícipes de la organización en su conjunto, estén motivados y quieran crecer profesionalmente a la par que lo hacen las organizaciones”.
Son muchos los especialistas que insisten que un cambio de modelo económico se hace imprescindible para nuestro país. Sería descabellado volver a caer en los mismos errores que nos han llevado a una profunda crisis de la que aún sufrimos las consecuencias. Un nuevo modelo en el que prime el conocimiento, la innovación y la competitividad. Y en su construcción nuestros jóvenes, adecuadamente preparados, habrán de ser protagonistas imprescindibles.
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