“La diversidad puede cambiar el marco laboral de forma radical”
ENTREVISTA. PABLO PINEDA.
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El simple hecho de que Pablo Pineda Ferrer (Málaga, 1974) sea el primer europeo en conseguir un título universitario nos muestra el relieve de su figura. Dentro del proyecto Roma logró un Grado en Artes por la Universidad de Málaga. Pero no queda ahí la cosa ya que se trata de un personaje polifacético y de una asombrosa actividad. Conferenciante habitual, presentador, escritor y actor, obtuvo en esta última faceta la Concha de Plata al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián de 2009 por su participación en la película Yo, también. Desde 2010 trabaja para la Fundación Adecco en tareas de sensibilización y formación en empresas y otras entidades sociales acerca del valor y de la inclusión de las personas con síndrome de Down. Es autor de dos libros, El reto de aprender y Niños con capacidades especiales: Manual para padres. Su labor se centra en sensibilizar a la sociedad, no solo española, sobre los prejuicios e ideas erróneas acerca de lo que él prefiere llamar “personas diferentes”, para lograr su normalización en todos los ámbitos, educativos, sociales, laborales etc.
¿Entienden los políticos la discapacidad? ¿Y las leyes?
Ni nos conocen y mucho menos nos entienden. Nunca han convivido ni se han relacionado con una persona con discapacidad y desconocen nuestras preocupaciones, nuestros miedos, nuestras aspiraciones y necesidades. Además, como reflejo de la sociedad que son, no valoran lo positivo de la diferencia, siempre han buscado homogeneizar la sociedad a través de la globalización y el pensamiento único para que lo reproduzcamos. Tampoco aprecian nuestras capacidades porque siempre nos han llamado “discapacitados”, ni lo que podemos aportar, porque siempre nos han llamado “minusválidos”.
En cuanto a las leyes de discapacidad ocurre algo similar: se han elaborado desconociendo nuestra realidad, como ocurre con las leyes educativas. No crean leyes consensuadas, integrales, profundas y globales y a largo plazo. Son leyes superficiales, sin consenso que no solucionan los problemas reales.
¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
Estoy trabajando en la Fundación Adecco dando charlas y conferencias a trabajadores y directivos de empresas y a organizaciones políticas y sociales para concienciar sobre la necesidad de darnos una oportunidad a través del empleo. Ello nos permitiría demostrar lo que podemos aportar, nuestro talento, sin etiquetas ni estereotipos y comprobando nuestras capacidades.
¿Nos gusta poner límites a los demás?
Estamos acostumbrados a hacer cuatro cosas muy limitantes: criticar, comparar, estereotipar y etiquetar. Criticar es la más frecuente y la que más nos afecta. En el caso de la discapacidad o de cualquier condición diferente, el miedo al qué dirán hace que desde tiempos inmemoriales los padres más tradicionales oculten a sus hijos o los internen para preservar conceptos atávicos y anacrónicos como el honor o la honra.
Los padres no deben caer en la trampa de comparar, y más si hay algún hijo diferente. Igual ocurre con profesores y alumnos; ¿habrá algo más antipedagógico que la comparación? Todos los alumnos son educables y merecen las mismas oportunidades.
En relación con los dos últimos conceptos, yo añadiría otro más: previamente prejuzgamos y de ahí pasamos a estereotipar basándonos en una idea superficial de la otra persona. Y por último etiquetamos, cuando a ese cliché previo añadimos calificativos: listo, torpe, rojo, facha, “mongolo” etc.
¿Y ponernos límites a nosotros mismos?
Pensamos que es lo correcto, que quejándonos y lamentándonos vamos a conseguir cosas, de ahí expresiones como “El que no llora no mama”. Pero hay otras formas de autolimitarnos. Una es el conformismo, “dejemos las cosas como están” (que lleva en la esfera socio-política al inmovilismo y al conservadurismo). En sentido contrario está el pasotismo, el desinterés, la falta de iniciativa y entusiasmo, la apatía que raya en la indiferencia ante la vida y los demás. Otra forma de autolimitarnos es la autoexigencia y el perfeccionismo, que se puede convertir en obsesión, generando insatisfacción, estrés, etc. Ambas son actitudes que te limitan en el día a día y conducen a la infelicidad.
¿Qué falsos mitos acerca del síndrome de Down persisten en España?
A estas alturas del siglo XXI, aún existen falsas creencias en diversos ámbitos. Por ejemplo en la sexualidad; sigue siendo un tabú hablar de ello, se nos considera seres asexuados. Lo sorprendente es que esas ideas están tan extendidas entre las personas mayores como entre los jóvenes, como he comprobado en mis charlas. Otro mito es considerar el síndrome de Down como una enfermedad y de ello son responsables los médicos que asocian “síndrome” con enfermedad. Asociado a este mito está creer que hay “grados” en el síndrome cuando lo que existen son las diferencias naturales que hay entre las personas; de ello podríamos responsabilizar a los psicólogos por su pretensión de estratificar y clasificar a las personas. Los medios de comunicación son responsables de otro mito: hacer creer que el Down “se sufre”. Venden una imagen negativa, una cruz que llevamos sobre nuestras espaldas. Aunque poco a poco esta idea va variando, habría que insistir en que, aprovechando su poder, los medios dieran una imagen más positiva acerca de personas que disfrutamos de lo que somos y que podemos aportar mucho a la sociedad.
¿Qué puede aportar la diversidad al marco laboral?
En mi opinión creo que la diversidad puede cambiar el marco laboral de forma radical. En primer lugar cambiando la negativa visión empresarial sobre la diferencia, concebida como un lastre para la empresa. Por otro lado, que se considere a las personas diferentes como trabajadores que van a aportar una visión distinta, nuevas ideas, más frescas y modernas que hagan que las empresas sean más competitivas y eficaces. Habría que erradicar de las empresas, de manera profunda y trasversal, el concepto de discapacidad. Hay que enfatizar el talento sin etiquetas ni estereotipos. Por último tendríamos que perseguir empresas más humanas, que vean que detrás de los números hay personas. Habría que hacerlas abanderados de la inclusión, explicándoles las ventajas de la misma. Esa es mi función en Fundación Adecco.
Recientemente has publicado tu segundo libro: Niños con capacidades especiales: Manual para padres. ¿Qué les dirías a los padres que tienen un/a hijo/a con Síndrome de Down?
En este tema no existen recetas, cada caso es un mundo pero puedo dar algunas pautas. En ningún caso los padres han de considerar a su hijo un discapacitado. Por otro lado, a la hora de educar han de confiar en su hijo, en sus capacidades y posibilidades. El objetivo primordial es que su hijo sea autónomo, que tenga un futuro y sea feliz. Hay que desterrar el miedo a que el niño tome sus propias decisiones, a que sufra y se equivoque. No debemos considerar el error como algo negativo ya que de ellos se aprende y se madura. La perfección no existe, es un invento nuestro para justificar la competitividad, no hagamos que los niños compitan, hagamos que compartan.
Respecto al futuro hay que señalar la importancia que tiene la formación académica en las personas con otras capacidades como forma de reivindicar su puesto ante la sociedad. El primer paso ha de ser la escolarización. Desde mi experiencia en la escuela pública puedo decir que aprendí contenidos pero lo más decisivo fue que aprendí a convivir.