Excursión ornitológica de la ACEF.- UDIMA de Madrid
Roberto Junoy Pintos
Profesor del CEF.-
Miembro de la ACEF.- UDIMA
Calzarse las botas, ropa cómoda, coger la mochila y los prismáticos, y subirse al autocar que nos esperaba frente a la estación de Atocha.
Pese a la lluvia de la noche anterior, amaneció un día espléndido, despejado y con un sol radiante, casi de verano, a pesar de empezar a despuntar el otoño.
En el autocar, Pablo y Miguel, expertos guías de la SEO/BirdLife (Sociedad Española Ornitológica) nos fueron aleccionando sobre los diferentes hábitats y especies de aves que íbamos a descubrir.
A eso de las diez y media llegamos a nuestro primer destino, pasado Navas del Rey y hacia Pelayos de la Presa: el embalse de Picadas junto al río Alberche, en el denominado “Monfragüe madrileño” por su gran variedad de especies.
Allí nos recibió Luis, otro guía de la SEO que nos repartió prismáticos y la Guía Básica de la Biodiversidad, con coloridas ilustraciones de las especies más comunes de aves, mamíferos, reptiles y anfibios, así como de árboles y plantas que podríamos encontrar.
Con paso calmado y escaso desnivel nos fuimos recreando en la fotografía del entorno. El paisaje era espectacular, los ríos Cofio y Alberche encajonados entre bloques de granito dando lugar a frescos valles en los que sus aguas han sido embalsadas entre encinares y pinares, donde crecen alisos, fresnos o cornicabras.
Con esa abundante vegetación y arboleda, hicimos un paseo tranquilo disfrutando del olor de las jaras, la lavanda, el romero y tomillo por la Via Verde de la Sierra Oeste en el que es considerado como uno de los grandes paraísos de las aves. No en balde es una de las ZEPAS (Zona de especial protección para las aves) más importantes de España, un área protegida catalogada por la Unión Europea como zona natural de singular relevancia para la conservación de la avifauna amenazada de extinción.
Primero pudimos observar a simple vista, con prismáticos y a través de los tres telescopios con que íbamos equipados, los nidos de los buitres leonados que nos sobrevolaban en su majestuosidad, con la gran suerte de poder reconocer algunas especies en peligro de extinción, entre otras el buitre negro. Sólo pudimos atisbar el vuelo de una de las 30 parejas de águila imperial que habitan la Comunidad de Madrid y más de cerca el águila real. No tuvimos tanta suerte con la cigüeña negra ya que acababan de emigrar a las vegas altas del Guadiana, las marismas del Guadalquivir o el África Subsahariana.
También observamos bandadas de estorninos y rabilargos, un cormorán y los ánades azulones nadando en el embalse, las garzas reales sobrevolándonos y escuchar el canto de los petirrojos. Al final del trayecto encontramos el nido abandonado del águila perdicera, hoy extinta en la zona.
Nuestros guías expertos en aves, también lo eran en micología y nos dieron unas clases sobre la identificación de las setas comestibles que encontrábamos en nuestro camino, pudimos incluso comprobar el picor de las rússulas venenosas en nuestra lengua.
Después de la larga caminata disfrutamos de los bocadillos que celosamente habíamos guardado en las mochilas, junto a las empanadillas, croquetas y tortillas preparadas para la ocasión, aunque los más sibaritas se acercaron a alguno de los dos restaurantes que hay junto al puente del embalse. En ese intervalo también pudimos ver y fotografiar a una culebra de escalera.
Una vez terminado el café, de nuevo al autocar para dirigirnos hacia el norte, al bosque de la Herrería en San Lorenzo de El Escorial a los pies del monte Abantos en la Sierra de Guadarrama.